domingo, 26 de mayo de 2019

Domingo

Los domingos son para eso. Para pensarte. Para buscar recetas y prepararlas y pensar cuánto te gustaría probarlas. Para abrir ese malbec que seguro tendría otro gusto si se sirve en tu copa. Para sentir más grande que nunca a mi cama. Para ver esa película que seguro nos daría material para hablar. Y para besarnos y para colar mis manos por debajo de tu remera y ubicarlas encima de tus pechos  Para mirarte y pensar en lo afortunado que soy. Para escucharte reir y que tu risa sea la mejor banda de sonido para ese momento. Para verte pensativa bajos los rayos del sol de otoño. Para dejar los platos para lavar en otro momento  Para bañarnos juntos, porque quizás necesites una mano y yo te brinde ambas y también te entregaría mi boca porque el último día de la semana exige generosidad  Para mojarte, secarte y volver a mojarte. Para irnos a la cama maldiciendo el lunes. Para que hagamos un último homenaje al fin de semana sobre mis sábanas y acabes destrozando mis almohadas. Los domingos son para eso, son para pensarte.

domingo, 19 de mayo de 2019

Lluvia

La lluvia llegó antes de lo anunciado por el pronóstico del clima. La verdad, no sé por qué me sorprendo si estos nunca aciertan. No sé si estoy tan contento porque llueva, pero no puedo ser egoísta  Seguramente a algún cultivo irá a beneficiar. Algún río verá crecer su caudal. Habrá animales que sin duda sentirán alivio  Eso debería dejarme satisfecho. Pero aunque me esfuerce por empatizar  me resulta inevitable pensar que tal vez llueva para que nos abracemos. Quizás el agua llegó para que pidamos esa comida que tanto te gusta al delivery, para que veamos esa serie que empezamos mientras acaricio tus cabellos, para que te recuestes en mi pecho y te hagas un ovillo y te dejes amar.
Ojalá tenga más puntería que los pronosticadores del clima y la lluvia te traiga a casa.

jueves, 16 de mayo de 2019

Oración.

La alarma rompe el silencio. Junto fuerzas para salir de la cama. El otoño me tienta a quedarme un rato más, pero la cama me parece demasiado grande como para estirar la pereza. Ojalá estuvieses acá.
Me doy una ducha, necesito concentrarme.
Elijo mi desayuno. Me siento afortunado por contar con esa posibilidad. Pero uno siempre pide más. Me encantaría prepararlo para vos. Reirnos con picardía por la noche que pasamos. Darnos un par de besos profundos y cambiarnos rápido para salir de casa. Pero eso queda tan solo en mis pensamientos. Ojalá mis pensamientos lleguen hasta vos.
Calculo hasta que falte un minuto para que pase el bondi. Salgo de casa. Efectivamente, el bondi pasa un minuto después. Ojalá tuviese esa precisión para predecirte.
Encuentro asiento. Me siento afortunado dos veces en el comienzo del día.
Cierro mis ojos. Agradezco. Pido perdón. Pido cosas que no son cosas. Nombro una a una a las personas que quiero. Pido porque sea un buen día para ellas. Pido que no les pase nada malo. Y si les pasa, que tengan las herramientas para enfrentarlas. Pido hasta por las mascotas. Prometo intentar ser una mejor versión de mi mismo. Pido por vos. Ojalá me sucedas.
Abro los ojos. No, no estás. No creo en la magia. Pero creo en tu risa. En tu respiración. En cómo me miras. Te creo. Te creo todo.
Me bajo. Aprovecho que el aire está limpio. Respiro hondo. Camino lento por última vez en el día. La mañana está preciosa. Veo hacia el este y el sol dibuja un paisaje increíble. Ojalá pudiese mostrártelo. Ojalá pudiese hacer todo ese trayecto tomado de tu mano. Ojalá pudiésemos perseguir al sol hasta alcanzarlo y que sus rayos nos den de lleno. Ver tu sonrisa bajo esos rayos. El sol y vos, muchas veces lo pienso, hablan el mismo idioma.
Sigo mi camino y llego a mi trabajo. Me saluda el portero del edificio. Le sonrío y devuelvo su saludo. Charlo un minuto con él. Aún me resta abrir la puerta de la empresa. Estoy solo. Pero ojalá, ojalá esta oración que se escribe dentro mío llegue a buen puerto, y vos simplemente (voy a caer en la primer contradicción del día), como por arte de magia , ocurras.

martes, 7 de mayo de 2019

Versos encadenados (*)

“Quedate un ratito más” le suplicó ella, 
mientras de un salto llegó a la punta de la cama.

“Puedo quedarme quince minutos nada más”, 
le respondió Gaspar, a la vez que se ponía la remera
 con la inscripción “Francia ’98” que cuidaba
 con tanto cariño desde su adolescencia.
  
 “En quince minutos se pueden hacer muchas cosas
 … algunas más de una vez” ,le retrucó Maga, 
socarronamente, mientras le quitaba la remera con sus dientes.

“Dicen que el tiempo es relativo,
 que quince minutos pueden saber 
a una eternidad o a estrella fugaz”


“Te invito a que descubramos a que saben”

“El tiempo es una unidad de medida descartable 
entre nosotros,Maga. Nuestros quince minutos 
siempre saben a gloria húmeda.” 


“Dame quince minutos, solo eso. Y verás, o mejor dicho,
 sentirás que el tiempo se puede detener ante tus ojos, 
que mis manos se podrían amoldar a tu cuerpo 
a la perfección y que ya no importaría 
que haya que hacer otra cosa luego, 
porque con solo esos quince minutos de tu atención
te invadiría la gloria eterna en esta habitación.”

Él le dio sus quince minutos de fama y acabaron
 (nunca más apropiada la palabra) en una seguidilla
 de noches en que se olvidaban por completo 
del cuarto a media luz. Esa habitación, justamente,
 se convirtió en la máquina del tiempo 
- algo así como la Tardis- 
 donde podían ser veinteañeros 
o amantes con largos años de experiencia. 

“¿Alguna vez te dijeron que sabes a rocio de miel?”

“Algunas malas lenguas lo dijeron”

“Pero nunca una buena, como la mia” y Maga río de su osadía.

“Voy a convertirte en arte” le dijo Gaspar 
y pinceló con su lengua todo el cuerpo de ella. 

Durante un receso del amor, ella le arroja:
“Me acuerdo de lo que me contaste esa noche
 que bebíamos vino como agua y que fue de puras confesiones, 
que aprendiste a leer a los cuatro años. 
Pero fue más tarde que comprendí 
que tus recursos lingüísticos eran sobresalientes 
cuando me escribiste una novela entera entre mis piernas.”

“Amo escribir sobre vos, Maga. 
Reconocer cada rincón de tu cuerpo como 
experto cartógrafo en una expedición. 
Disfruto dejar marcas en mis lugares favoritos 
-ese lunar cerca del huesito dulce, por ejemplo-;
beber de vos para saciar mi sed y acabar 
(otra vez, palabra tan apropiada)
atrapado entre tus piernas; 
mi destino final para anclar.” 

“Entre nosotros no existen las horas, Gaspar 
y no nos regimos por horarios aptos para todo público
 o por la puntualidad londinense de la hora del té. 
No entendemos de protocolo o de religión. 
Lo único que nos importa es matarnos a versos, 
a besos, sin reloj y sin perdón de Dios.”

“Las horas se pierden en nuestro mundo … 
como aquella vez en el centro comercial ¿te acordas?,
 cuando nuestras miradas lo decían todo. 
Buscamos el vestidor apropiado para entregarnos sin pudor. 
Ambos sentimos un alivio avasallante 
cuando entré sin pedir permiso y te llevaste 
una mano a la boca para contener tu gemido, 
que brotaba como un río crecido.” 

“Por favor, esta noche no respetemos nada. 
Que no quede ninguna regla por romper, 
ni partes del cuerpo por explorar. 
Que no recuerdes ni mi nombre, porque se te confundirá 
con el de alguna deidad. Esta noche está 
para convertirse en criminal y matarte entregandote 
mi espalda hasta hacerte acabar. 
Y como la noche es larga, repitamos cada escena sin piedad.”

Recuerdo nuestra primera vez … 
con todos estos años encima te di 
la bienvenida a mi cama. 
“Voy a darte la cogida de tu vida”, te prometí 
en cuanto cruzaste la puerta de casa. 
No me diste ni tiempo para decirte nada más; 
el beso de la recepción incluyó a tu lengua 
enredándose con la mía. 
Sin exclamar palabra alguna, al menos ninguna 
que supere las dos sílabas, 
me exigiste que cumpla mi promesa toda la noche.” 

“Leería sin cansarme una y mil veces
 tu guión monosilábico, si mi boca entre tus partes
 es la culpable de hacerte exclamar así.” 

“Eso me dijiste esa vez, quiero leerte detenidamente. 
Me descubrí por completo para que empieces
 a pronunciarme. 
Confieso que disfruté mucho cuando te detuviste 
en tu párrafo favorito, envolviendo mi miembro
 con tus labios (¡Ay Maga,ni que hicieras honor a tu nombre!),
 logrando que descubra letras escondidas y a la vez, 
reescribiéndome a tu gusto … 
la dueña del guión de esta historia”

“Esta historia, mi amor, se escribe a dos manos,
 una tuya y una mía” 

                                                       “Y estamos tan  lejos de ponerle el punto final.”

(*) Escrito junto a Noe Bianco, autora de La Maga de Julio , blog que exige lectura urgente.

Manual para matar.

¿Cómo matar a un no muerto? Lo sé, parece una pregunta estúpida, y quizás lo sea. Jamás me agradaron los dueños de verdades y no pretendo tr...