lunes, 28 de mayo de 2018

Pobreza cero.

Aviso. Este post no fue cooptado por nuestro presidente. No. Es el post de alguien con un historial de clase media baja en Argentina.
Criado en la casa de Bernarda Alba, ya lo saben, todas laburantes, eso ya también lo saben, mis hábitos iban en consonancia con la realidad económica que vivíamos.
Todas las familias del barrio atravesaban la misma realidad, moneda más, moneda menos. Humo más, humo menos.
Hasta el municipio nos trataba como clase media baja, baja, baja. El pasto de la plaza se cortaba cuando la demografía se asemejaba al Amazonas. No entraba ninguna linea de ómnibus. Había que ir a tomar el 103 a la ruta. O sea, sabíamos que éramos periféricos y tercermundistas porque para tomar el bus teníamos que salir a una ruta, al frente de una embotelladora de gaseosas, a esperar cuarenta minutos un coche cuyo número de linea tenía tres dígitos. Y hasta de tarados nos tomaban. Cada tanto nos pintaban los cordones de la vereda de amarillo para que sepamos dónde comienza la calle.
Otro dato que ya conocen es que soy hijo único. Así que el proceso de recibir ropa heredada venía de mis primos mayores. Y en algún caso de alguna prima, bajo la excusa de que eran prendas unisex. Yo era excesivamente machista de niño, y eso generaba en mi un gran conflicto interno. Pero nada me descomponía tanto como tener que regalar mis juguetes a mis primos más chicos.
Yo cuidaba mis juguetes con la vida y sabía, en lo más profundo de mi ser, que de caer mis juguetes en manos de esos primos, de esos salvajes, de esos eslabones perdidos de la evolución humana, iban a terminar enterrados, quemados, destrozados, mordidos, traficados o perdidos. O todo eso junto.
Hasta el día de hoy es un tema de discusión con mi vieja.

Mesa familiar:
Fer: "Ma"
La gringa: "Qué".
Fer: " ¿Te acordas de cuando le regalaste todos mis juguetes a Miguel Ángel y a los demás? ¿Que le llevaste todo? ¿Todo? Mi mazinger, mi karting que tanto amaba, mis soldaditos, mis autitos, todo, todo, todo?
La gringa: "Nunca me vas a perdonar eso, ¿verdad?"
Fer: "Nunca"

Así, rencor de por medio, mantenemos el vínculo con mi vieja.
Pero retomemos el hilo de la pobreza. Y hablando de vínculos. Con mi abuela teníamos un canal de comunicación a través de la comida. Pero les hablo de comidas simples. Ella me enseñó que la felicidad puede vestirse de galletitas con picadillo. O de sanguche de caballa. Qué me venís a hablar de amor. El tema es que mi abuela adoraba ponerle ajo a todo. A todo. Así que las galletitas con picadillo que me daba tenían por encima una lluvia de ajo picadito bien chiquito. Recontra chapable quedaba el Fer.
Ah ... Mi añorada pobreza. La primera vez que pensé en desaparecer de este mundo, creí que sería buena idea dejarme caer bajo las ruedas del 103. Pero el problema de la estrategia era que tenía que esperar a que aparezca el bus. Hasta que llegó el coche ya me había amigado conmigo mismo.
Finalmente nuestro barrio empezó a contar con un servicio de línea de ómnibus. La gloria tercermundista vestida de linea 9.
Muchos de los choferes me reconocen desde entonces. Tanto que cuando salgo cada mañana para ir a mi trabajo, el chofer que llega a mi parada a la hora en que debo subirme, si no me ve, espera unos segundos hasta que llegue. Códigos de pobres.
Quizás esté exagerando un poco. Soy un exagerador serial. Me gusta manejarme en bondi. Podría tener mi auto, pero hay dos cosas a tener en cuenta. Primero que odio manejar. Y segundo, que amo dormir mientras viajo. Y eso es un poco incompatible con manejar.
Yo me duermo en el asiento que encuentre. Le mando un saludo a todos los vecinos circunstanciales cuyos hombros usé de almohada. Gracias por tanto. Perdón por tan poco.
Pero hoy no puedo quejarme de mi pasar económico. Puedo llegar a fin de mes. Y en un país como el nuestro es mucho.
Pero hubo un tiempo en que la pasé bastante mal. Hablo ya de mi adultez. Fue poco después de mi enfermedad, cuando fui despedido de mi trabajo de entonces. Hacía poco tiempo había empezado a alquilar un departamento. Estar desempleado es horrible. Había perdido el eje. Todo lo veía complicado. Hasta que una tarde en el parque 9 de julio fui con mis hijos a que jueguen un rato. Pasó un vendedor de achilata (los no tucumanos busquen en google la composición química de este manjar veraniego) y, de más está decir que no me sobraba el dinero pero compré dos vasitos para mis pibes.
Lautaro terminó su vaso en un minuto. Lucia es más ceremoniosa. Ella se dio cuenta que su hermano ya no tenía así que le ofreció de su vasito. Logré captar ese instante justo con el celular. Hoy es una de mis fotos favoritas. En ese momento me sentí el puto amo. En ese instante me di cuenta de que estaba ciego. Tenía todo. Era el hombre más rico del mundo.
Actualmente en mi vida están mis hijos, tan bellos y divertidos ... Y a veces tan insoportables que quiero regalarlos pero me aguanto. Están mis amigos. Que son muchos. Y muy buenos amigos. Algunos de ellos son hermanos de la vida. Está mi familia, que no será muy numerosa pero que está en todas. Y está ella, que no entiendo muy bien por qué, pero parece que me quiere mucho (tendrá sus razones, no voy a discutírselas) Se rie de mis ocurrencias, me mira a los ojos, me escucha. Me comprende. Con toda mi locura a cuestas, me comprende. No me juzga. Me da paz. Me espera. Me tiene. Y eso para mi es un montón. Ni hablar de cuando me abraza. Me paga el día y le quedo debiendo el vuelto.
En lo que  a mi respecta, la pobreza cero ya llegó a mi vida.
Soy rico. Muy rico.

miércoles, 23 de mayo de 2018

Ocaso y redención.

Nadie sabe responderme a una pregunta. Qué hago con tanto invierno. Qué hago con todo lo que siento por vos.
Sinceramente, estoy cansada de soplar velas y de que seas mi deseo de cumpleaños una vez más.
"Es hora de cerrar las heridas, bonita" me lo dicen una y otra vez ... pero acá estoy, decidida a dejar mis cicatrices abiertas por si decides doler una vez más. Y dueles, mierda que dueles.
A veces no puedo contener mi furia, fuiste tan ingrato ... no comprendo por qué nunca me miraste de verdad a pesar de haber sonreido tantas veces frente a tus ojos.
Y a veces me ahogo. Quisiera decirte con exactitud a qué sabe un corazón roto para que tengas una mínima idea de lo que me pasa. Tengo ganas de salir corriendo y al mismo tiempo de encerrarme. Deseo con las pocas fuerzas que me quedan que te pongas en mi lugar por cinco minutos ... cinco minutos tan solo.
Tienes que saber que he decidido quemar todas las cartas que me escribiste. Pero reconozco que fue inútil. Me las acuerdo de memoria al pie de la letra. Cada promesa, cada te amo, cada caricia al alma ... es una tortura gigantesca, inhumana, tanto que el corazón delator de Edgar Allan Poe parece un cuento de hadas al lado de lo que me pasa.
¿Hasta cuándo vas a ser la página doblada en el libro de mi vida? Sigo encaprichada en disfrazar de victoria moral esta cruel derrota. A causa de esta tormenta, todo me sabe a zamba nostálgica. Todo.

...

Ha pasado tiempo. No importa cuánto. Ha pasado el tiempo que tenía que pasar y punto.
He mirado al miedo a los ojos por primera vez en mucho tiempo y no pudo sostenerme la mirada. He vencido. Pero no voy a ser ingrata contigo, miedo. Gracias a vos soy más valiente que ayer.
En cuanto a vos, he prendido fuego al nido. Y si quieres saber de nuestras cenizas, las he barrido a todas.
Durante este tiempo, he sido muchas personas. Muchas. Hasta que finalmente llegué a ser esta mujer, naranja entera, la que se decidió a salir de la torre y hasta me amigué con el dragón. Que te cuento, era dragona.
Y acepto, fui la gota que colmó el vaso muchas veces. Pero vos, vos nunca me llenaste.

martes, 22 de mayo de 2018

Música maestro.

Puedo sentirme muy orgulloso de mis gustos musicales actuales. Pero en este largo camino transcurrido corrió bastante agua bajo el río.
En mi tierna infancia en la casa de Bernarda Alba había un tocadiscos y un lote de vinilos entre los que no faltaban Palito Ortega, Sandro, Alberto Castillo, el polaco Goyeneche (sí, había otro polaco antes del polaco que conocés pibe), Julio Sosa, Hugo Del Carril, Horacio Guarany, Mercedes Sosa, Isabel Pantoja y acá empezamos a derrapar. Porque quizás yo esté bastante poco cuerdo, pero hay una carga genética muy importante que lo justifica. En la caja de vinilos estaban: Cantaniño (el hit era "tengo un hermano chiquitito". Ahora los pibes cantan "dame tu cosita"), Las Primas, Pimpinela y la banda sonora de El Chavo del Ocho. No te vayas Chavito.
Ya la base musical estaba bastante jodida.
Recuerdo que lo primero decente que escuché (y que me gustó) fue Miguel Mateos y Soda Stereo, allá muy lejos, ambos en sus comienzos.
Pero eso fue apenas una pequeña luz en un camino oscuro que empecé a desandar.
Una de mis tías, cuyo nombre no voy a mencionar para proteger su identidad, me secuestraba para que la ayude a grabar sus interpretaciones de los éxitos de Pimpinela. Yo era Joaquín, está claro, ¿no?
Mi rol era simple, cuando sonaba "La dueña de la noche" (hitazo mal) tenía que decir una línea: "traanquiiilaaaa".
 Eso fue la prehistoria de mis interpretaciones en karaoke. Fue un camino de ida. Hoy la tarima me ama.
¿Dónde estarán esos cassettes? Espero que nunca salgan a la luz.
Hablando de cassettes, empecé a tener los mios, propios, porque mi vieja me regaló una valijita con canciones de cuentos. Eran cuatro cassettes y los gasté hasta los ... doce años. Sí, sí, estiré bastante la infancia.
Pero había otras canciones que sonaban en mi cabeza una y otra vez: las de las cortinas musicales de los dibujos animados que veia: Mazinger Z, los Thundercats, los Halcones Galácticos y otros.
Como veran, muy culto musicalmente el pibe no era.
De repente, (algo ya les conté) apareció en mi vida Jazzy Mel. No se burlen, tenía doce años y descubrí que podía rapear y bailar rap. Bastante mal, pero con tanto entusiasmo que compensaba todo. Lo hacía en las veredas del barrio. Porque coraje para enfrentar las criticas siempre me sobró.
Ante todo macho alfa de lomo plateado. Papelonero pero macho alfa.
Ahora bien, voy a develar un episodio al cual llamo "la confusión de mamá."
En un programa de televisión conducido por un señor cabezón que sigue teniendo mucho éxito se presentó un grupo español integrado por cuatro chavales que se vestían de manera extravagante y se ventilaban con abanicos. También tenían éxito. Era evidente que los temas eran malísimos, pero no había muchos canales para buscar otra cosa. No teníamos cable en casa aún. Terminé de cenar y eso fue todo.
Una semana después aparece mi vieja en mi dormitorio:

La Gringa: "¿Puedo pasar?"
Fer: "Qué querés ma" (simpatía pre adolescente on)
La Gringa: "Tengo algo para vos."
Fer: "Pasá" (ahí me entró la emoción)
La Gringa: "Te compré un cassette" (no daba más de la emoción)
Fer: "Gracias ma (le estampé un beso), mostrame"

Me entregó un pequeño envoltorio en papel verde y blanco con un moño, lo abrí y ahí estaba: el cassette de Loco Mía.

La Gringa: "Son los que cantaban en Tinelli el otro día y que me di cuenta que te habían gustado mucho".

Mi vieja era de esas mamás de la vieja escuela y cada tanto intentaba ser moderna. Nunca le salió.

Fer: "La verdad ma que no sé que decirte"
La Gringa: "Te gusta, ¿verdad?"
Fer: "Me encanta ma, muchas gracias."

No sé cuál es el mensaje detrás de todo este episodio. Qué habrá notado mi madre ... solo ella lo sabe. Y prefiero que muera ahí.
¿Qué sucedió con cassette de Loco Mía? Se lo regalé a mi tía, la del karaoke casero. Ella supo apreciarlo.

A partir de "la confusión de mamá" mis gustos musicales empezaron a refinarse. Se los juro que me rescaté. Ahora los dejo porque estoy por darle play a "La dueña de la noche" y tengo que estar atento a mi parte.

sábado, 19 de mayo de 2018

Catarata.

Me gustas.
Me gustas así, sin aditivos.
Me gusta que no seas ni media naranja ni princesa.
Me gusta que hayas perdido la cordura y no intentes recuperarla.
Me gusta violentarte con mis palabras, conmoverte con una frase espontánea.
Me gusta penetrar en tu mente cuando estoy ausente.
Me gusta que respires de mi, arrancar tu ropa con la intensidad que anticiparon nuestros besos.
Te quiero.
Te quiero libre, te quiero a mi lado.
A mi lado, arriba y abajo.
Te quiero celebrando cada punto cardinal.
Te quiero en colores y en escala de grises.
Te quiero feliz porque la tristeza no es de tu talla.
Te quiero para que te aferres a mi espalda como un náufrago a un trozo de madera.
Te quiero para verte sonreír por mis historias y por razones que harían sonrojar al más obsceno de los autores.
Me gustas, te quiero.
Te gusto, me quieres. Con todos los viceversas que vengan a tu mente.

jueves, 17 de mayo de 2018

Inviernos.

Inviernos eran los de antes. No puedo decir estas palabras sin sentirme Enrique el antiguo. Lo decía mi abuela y me contaba una y otra vez la misma historia sobre los inviernos de su niñez en el interior del interior. Que el frio congelaba hasta los huesos, que cuando llegaba "la helada" no había nada que hacer con los cultivos, etc.
Pero no voy a remontarme a sus años mozos, sino a los mios.
En la casa de Bernarda Alba había dos jugadoras que tejían. Conclusión, casi todos mis pulóveres eran made in house.
Qué ternura dirán ustedes. Pero ustedes no saben que había un problema. Los pulóveres eran horribles. Todos.
Desde dibujos de venados en el pecho (una visionaria la Chicha) a que me queden cortos, pasando por colores impensados.
A quién se le ocurre vestir a un niño con un pulover con la cara de un cachorro sonriente que abarca todo el frente de la prenda. Todo el frente.
No podía decirles que no.
Las iba a hacer sentir mal.
Estoico el Fer, afrontaba los comentarios burlones de los pibes del barrio y del colegio.
Era imposible disimular un pulover que me quedaba corto.

Agarrarme del pasamanos del techo del micro, escribir en el pizarrón, saludar, subir una escalera, subir al micro, abrazar, correr, caminar rápido, respirar fuerte, mirar con intensidad, todo eso provocaba que el pulover me quede como pupera.
Lógicamente nunca logré salir intacto de esa situación, asi que por un tiempo me gané el apodo de "buzo pequeño". Putos.
Pasemos al pulover con el venado. Siempre que me encontraba con alguna amistad de mi vieja, siempre escuchaba lo siguiente:

Fulano/a: "Ay qué lindo el pulover, ¿qué es lo que tiene dibujado en el frente?"

Ya cuando tenés que explicar qué es el dibujo es un hecho que es un espanto.

Fer adolescente: "Es un venado señora".

Dicho con cara de "ojalá me muera en este instante".
Pero lo peor no había llegado. Mis amigos dentro de todo me tenían piedad. Lo peor era ver llegar a la chica que me gustaba, ella con toda su gracia y yo, con un ser indefinido, seguramente hermafrodita, bordado en todo el frente de mi pulover.
Díganme ustedes, cómo podía ser yo el macho alfa con ese espanto en mi cuerpo.
Irremontable.
Les pido un favor, NO LE HAGAN ESO A SUS HIJOS. Después uno tiene que despacharse con estas cosas con el psicólogo.

lunes, 14 de mayo de 2018

Cómodos.

No estoy acá para ser invisible.
No voy a pasar inadvertido.
He llegado para sacarte de tu centro,
lo admito.
Aparecí de la nada para que dejes de mirar
con simpatía a tu zona de comfort.
Estoy acá, con tanta audacia que pretendo
convertirte en poesía con estas palabras,
cuando ya lo sos.
No esperes lo común.
Esperá todo.

jueves, 10 de mayo de 2018

Acá estás.

Pará la pelota.

Sobreviviste a todo. A tus malas decisiones, a la hiperinflación, al efecto tequila (también al tequila), a la alianza, al pingüinaje, a los globos amarillos y a un matrimonio. Han sobrevivido a vos también.
Ya te demoraste y te apresuraste.
Relajate, como te dijo alguien que querés mucho hace un par de días, dejá que fluya.
Ya casi te moriste, te perdiste, te lastimaron, lastimaste, perdiste, ganaste y también te perdieron.
Acá estás, recalculando, redescubriéndote.
Ya quedó muy atrás esa etapa en que no tenías ninguna fortaleza, esos tiempos en que hasta tus debilidades eran más fuertes que vos.
Basta de réquiems.
Acá estás, organizando sesiones de microcine con tus hijos y sus amigos, planificando las vacaciones del verano, las del invierno y las de dentro de tres años, tomando las riendas de una empresa hasta el último centavo, retomando el vínculo con personas de las que te habías alejado, acá estás, construyendo por enésima vez en tu mente la prehistoria de un primer beso, organizando tus tiempos para aprender dos idiomas nuevos, soñando con ese pequeño restó de tu retiro.
Para qué dudas. Por qué. A qué le tenés miedo. ¿A que te fallen? Todos nos equivocamos. Un hecho, una actitud no nos define ni como buenos ni como malos. Vos también vas a fallar. Pero sabés bien que si lo hacés, vas a hacer todo lo posible para resarcir el error.
Acá estás, que no te frene nada ni nadie. Quien quiera sumarse al tren, bienvenido, quien no, le deseo buen viento.
Acá estás, más entero que nunca, acelerado como siempre, dispuesto a dar tu corazón sin dejar reservas.
Acá estás, dejá que fluya.

Manual para matar.

¿Cómo matar a un no muerto? Lo sé, parece una pregunta estúpida, y quizás lo sea. Jamás me agradaron los dueños de verdades y no pretendo tr...