lunes, 28 de agosto de 2017

La deuda.

Ud señora,
creo que es justo mencionarle,
que está en deuda conmigo.
Ud. me ha robado horas de sueño,
Ud. logró que me encuentre conmigo mismo,
que las piezas de este rompecabezas finalmente encajen,
y que afloren mis intenciones de hacerla sentir muy mujer.
Ud. hizo que muera de ganas de verla cada día.
Como verá, Ud. me debe bastante,
me debe todos los besos que le daré en cuanto cruce la puerta de su casa,
me está debiendo una vida deséandole las buenas noches (y por qué no las mañanitas) entre sus piernas.
Espero no lo tome a mal,
pero entiendo que Ud. y yo tenemos que ponernos al día;
la preciso entonces desnuda para mi,
dispuesta a empezar a cumplir con su deuda esta misma noche.

viernes, 25 de agosto de 2017

Manualidades.

La primaria fue una época de contrastes para mi.
Buenos compañeros, amistades, compañeros no tan buenos, un uniforme horrible, que cada año se esmeraban por hacerlo más feo hasta acabar en ese desmadre de un pantalón gris, camisa blanca, corbata bordeau y ... delantal celeste. Y si hacía frío, un cardigan bordeau. Claro, cómo quieren que sepa vestirme bien solo ahora, de grande, si durante siete años fundamentales me disfrazaron, ¿ah?
No puedo dejar de nombrar a mi adorada señorita Teresita, mi maestra durante primer y segundo grado (a quien le perdono una gran traición, la cual ya contaré más adelante) mis no tan adoradas señoritas Senda, Elvira y la peor de todas: la maestra de actividades prácticas, la señorita Robles.
Desde ya, las tres tienen nombres de villanas: Senda, qué sos, ¿la hermana malvada de un auto?
Elvira ... perdón a mi amiga Elvira (a quien aprecio mucho) por caer en la misma bolsa, pero Elvira suena a personaje malo, muy, muy malo de una obra infantil, algo así como la bruja Elvira.
La señorita Robles es la protagonista de esta historia. Flaca, alta, siempre con la permanente y teñida de castaño claro, ojos hundidos y una inexistente sonrisa.
Ella era una de las mejores amigas de una de las integrantes de la casa de Bernarda Alba, la Chicha (la taurina) y justo con ella tuve mis más grandes enfrentamientos filosóficos.
El problema principal es que yo me negaba absolutamente a realizar todas las tareas que la señorita Robles me proponía. Todo terminaba siempre igual, una tremenda nota en el cuaderno de comunicaciones, tirón de orejas de la Chicha, sermón de la Gringa y haciendo todo de mala gana al final.

Señorita Robles: "Niño, ¿por qué no está haciendo la tarea?"
Niño Fer: "Señorita, ¿de qué me va a servir cuando sea grande pegarle un pedazo de tela al plato? ¿Sólo para que a alguien le parezca bonito? Para mi, es un plato menos para comer."
Ocho años tenía.

Señorita Robles: "Niño, ¿que no sabe enhebrar la aguja?
Niño Fer: "Señorita, ésto de pegar botones es para mujeres, yo soy hombre."
Sepan disculpar mi machismo tempranero. Les aseguro que hoy pego mis propios botones. Mal, pero lo hago.

Señorita Robles: "Niño, ¿qué hace? Todo hace mal, ¿siempre voy a renegar con usted?"
Niño Fer: "Señooooo ... me está haciendo armar muebles de juguete con broches de la ropa ... ¿para qué? Yo juego con autitos."

Una y otra vez, la novela se repetía con palitos de escoba, brillantina, tela, lana, arroz, fideos, polenta, plasticola, repujado, porta macetas hechas de soga, y cuanta macana haya dando vueltas. Era como estar atrapado en un reality de Utilisima por siete años.
Finalmente la Gringa y la Chicha me amenazaron fuerte y tuve que dimitir, resignarme a cumplir con la clase de actividades prácticas. La señorita Robles había ganado. Todo un golpe para mi enorme ego infantil. Les juré a las mujeres de la casa que iba a cumplir con todo.
Pero, como cada vez que prometo algo, la vida me pone a prueba ...

Señorita Robles: "Niños, hoy vamos a hacer pescaditos con papel glasé."

Señor, por qué eres tan duro conmigo.

Tuve que hacer los putos pescaditos. Me quedaron divinos. Hasta el día de hoy sé cómo hacerlos.
Y karma, bendito karma, hoy me toca infundir ánimo a mis hijos para que hagan sus tareas de manualidades.
Señorita Robles, a pesar de nuestra manifiesta rivalidad, que en paz descanse ... esperen por favor, ¿cómo dicen? ¿que la señorita Robles sigue viva? Bueno, seño Robles, esté donde esté, Ud. ganó la guerra.

jueves, 17 de agosto de 2017

Despache.

En "Andá a laburar" hice un detalle de todo mi raid como laburante. El tema es que cuando lo publiqué me di cuenta de que omití un dato no menor: mi vida como almacenero.
Así es, quien les escribe sabe cortarte el queso y el fiambre en fetas, calcular cuánto cuartirolo necesitás para la pizza, elegir el pan y las tortillas como te gustan a vos, pesarte el dulce de batata, decirte cuál es el fideo que te conviente, buscar la cerveza con el frío a punto, hacer esperar al preventista, poner cara de traste cuando venís a que te fíe, cobrarte lo que debés, entre otros escasos talentos.
Sin embargo no voy a cargarme al hombro el mérito de esta función. La realidad es que lo hacía de muy mala gana. La almacenera posta era la Consuelo, una de las integrantes de la casa de Bernarda Alba. Yo la cubría cuando ella almorzaba, descansaba, salía de vacaciones, iba de compras o simplemente cuando tenía ganas de asesinar a algún vecino, que no eran pocas.
Consuelo es la hermana menor de mi vieja. Cuando la bautizaron con ese nombre, ya le marcaron sufrimiento de por vida. La culpa es de mi abuela porque le encantaban esos nombres abstractos.
Por supuesto, ella también padeció tener que ser arrancada de esa casa hipotecada en el interior de Burruyacú y tener que migrar forzosamente acarreando unas pocas cosas en dos carros hasta El Colmenar, cerca de San Miguel de Tucumán.
Allí se dieron con que Dios aprieta pero no ahorca. Conocieron a Hugo, un señor que se iba a vivir a Buenos Aires y necesitaba dejar a alguien de casero.
Desde ahí Consuelo terminó la secundaria siendo la abanderada de la escuela. Sus ganas de ser contadora chocaron sin embargo con la dura realidad de la pobreza de la familia.
Laburó como empleada doméstica un buen tiempo hasta que consiguió empleo como administrativa en una fábrica de una marca nacional.
Allí creció hasta que llegó a un puesto semijerárquico. Desde ese lugar descubrió que había una cadena de empleados, desde gerentes hasta soldados rasos, todos metidos en un hermoso fraude contra la empresa. Hizo un informe detallado, lo envió a Buenos Aires y presentó su renuncia.
Hacela entender a la tipa. Dura como ella sola.
Nombre sufrido les dije ... no tuvo suerte con el amor. Recuerdo que a su último novio yo (en mi versión niño) no lo dejaba en paz hasta que me hacía dar una vuelta en su auto. Recién ahí los dejaba chapar tranquilos. No me acuerdo de su nombre. Sí que le metió los cuernos con una amiga de ella y que la escuché decir, llorando a mares, que nunca más iba a enamorarse. Se deprimió y mi vieja la llevó de vacaciones a Mendoza.
Cuando regresó, consiguió otro trabajo y luego otro, siempre en el comercio. Llegaba después del mediodía y me traia un alto de libros y revistas que canjeaba en "El Loro Viudo" o en "Los Primos", dos históricas de librerías en las que aún se puede canjear ejemplares.
Yo la esperaba y la recibía con una pregunta: "¿Qué me has traido?"
No esperaba caramelos. Quería libros, revistas, historietas, todo eso para desparramarme en el piso del living de nuestra casa de barrio y devorar todo, para que cuando se despierte de la siesta se lleve lo que trajo al mediodía y los cambie por otros regalos al día siguiente.
Vivía a las corridas. Eso de andar apurada hizo que una siesta, por maquillarse a oscuras, se puso labial en lugar de perfume en el cuello. Hasta las orejas se pintó. Se dio cuenta recién cuando un kiosquero le preguntó: "Señora, ¿usted por qué se pinta las orejas?"
Llegó un momento en que la suerte laboral dejó de acompañarla y tuvo que arreglárseas por su cuenta. Ahí fue que abrió el almacén, y por ese motivo la casa tiene una construcción al frente, que el resto de las casas no tiene.
La Consuelo siempre fue una linda mujer, así que era normal que vengan los maridos de las vecinas del barrio a hacer las compras, sólo para verle las tetas o espiar disimuladamente mientras se agachaba a buscar las gaseosas en el freezer.
Bueno, lo que tiene de linda lo tiene de brava. No tiene grises, o te contesta bien, o te manda a la mierda. Pero bien a la mierda, eh. De ésto puede dar fe uno de sus ex pretendientes en el almacén:
Víctima: "Mire Consuelo, cómo es la gente, que deben saber que yo vengo acá todos los días, que alguien dejó este poema para usted en mi casa."
Yo escuchaba del otro lado de la ventana mientras estudiaba. No me acuerdo bien del contenido del poema. Sí de la respuesta de la Consu:
Consuelo: "Lo único que puedo decirle es que cómo será de cagón el que escribió eso que no tiene bolas para venir acá, a decirme en mi cara, lo que siente por mi."
El tipo no apareció más.
El almacén cerró cuando consiguió jubilarse, gracias a Dios, porque los (malos) vecinos fiadores nos estaban matando.
Brava ella, bravo quien les escribe, más de una vez nos mandamos a la mierda, para un rato después abrazarnos llorando y pedirnos perdón mutuamente.
Consuelo, la del nombre abstracto, la de vida sufrida, la del sueño de contadora truncado, la sin suerte en el amor, la luchadora, la que me hizo uno de los regalos más lindos de la vida: amar la lectura. A ella, todas las líneas que pueda escribirle se quedan cortas.

jueves, 10 de agosto de 2017

Pequeños diálogos con la ya no tan pequeña.

Lucía: "Papi, tengo que contarte algo."
Fer: "Qué cosa mi amor."
Lucía: "¿Pero no te vas a enojar?"
Fer: "No mi vida, vos contame, sí podés confiar en mi."
Lucía: "Bueno, resulta que Juan Martín, que es un compañero del colegio ... dice que yo soy su novia."

En ese momento fui poseído por el espíritu de José Luis Perales:
"¿Y cómo es él?
¿En qué lugar se enamoró de ti?
¿De dónde es?
¿A qué dedica el tiempo libre?
Pregúntale,
¿Por qué ha robado un trozo de mi vida?
Es un ladrón, que me ha robado todo."


Todo. Absolutamente todo.

Fer: "¿El te preguntó si querías ser su novia o lo dijo solamente? (todo con un rictus muy importante)
Lucía: "No, él  lo dijo."
Fer: "¿Y cómo fue que llegaron a ese punto en una conversación enana?"
Lucía: "Bueno, la cosa es que la Cami le preguntó a Juan Martín si estaba enamorado de alguien, y él le dijo que sí, que estaba enamorado de mi y que yo soy su novia."
Fer: "¿Y vos qué hiciste corazón?"
Lucía: "Nada papi, me fui a jugar a la pilladita con mis amigas."

Voy a averiguar dónde vivís Juan Martín. Te lo juro.

sábado, 5 de agosto de 2017

Pequeños diálogos con la más pequeña.

Lucía: "Papi, ¿te puedo pedir algo?"
Fer: "Sí amor, claro."
Lucía: "¿Me podés llevar a Masterchef?
Fer: "¿Adónde amor?"
Lucía: "A Masterchef."
Fer: "Bueno amor, cuando venga la gente de Masterchef a Tucumán te llevo, ¿te parece?"
Lucía: "Bueno papá, te cuento, ya sé hacer puré de papas."
Fer: "Es un excelente comienzo enana. ¿Qué te parece si este fin de semana te enseño a cocinar otras cosas?"
Lucía: "Bueno papi, gracias. Yo ya sé también cocinar hamburguesas y hervir arroz y fideos y hacer sopa."
Fer: "Perfecto amor, este domingo te enseño a hacer asado, ¿te parece?"
Lucía: "Bueno."

Masterchef, allá vamos.

......

Fer: "Lucía, ¿ya terminaste de bañarte?"
Lucía: "Sí papi."
Fer: "Bueno, dejame que te ayudo a vestirte."
Lucía: "No papi, dejame que me visto solita."
Fer: "Bueno, yo te seco el pelo."
Lucía: "No pa, yo sé secarme sola."
Fer: "Bueno, yo te peino."
Lucía: "Bueno papi, me encanta que me peines."

El día que sea absolutamente independiente de mi, me va a pintar un bajón ...

......

Lucía: "Pa, ¿a vos te gusta el chocolate amargo?"
Fer: "Sí enana."
Lucía: "Y te gusta la cebolla asada también, ¿verdad?"
Fer: "Así es mi vida."
Lucía: "Mirá papá, tenemos las mismas manos."
Fer: "A ver ... sí ... puede ser ..."
Lucía: "Y mirá, los dos tenemos estos dientes separados."
Fer: "Sí mi amor, es cierto."
Lucía: "Ay pa, somos tan iguales."

Esa pequeña me tiene loco.

viernes, 4 de agosto de 2017

Lo que ella quiere.

Lo que ella busca es ser insustituible. Necesita que descubras algo nuevo en su persona todos los días.
Pretende que la enamores, que logres que no pueda sacarte los ojos de encima, que la seduzcas y consigas que se erice su piel cada vez que la acaricies del modo que le gusta.
Pide que la ames sin piedad, de un modo casi bestial, que la beses con rabia y que elabores un mapa de su piel con tus manos.
Ella requiere que la sujetes con fuerza de su cintura y de sus nalgas, que sientas cómo sus pechos indican que tus labios y tu lengua están en el lugar correcto, y que detectes ese momento exacto en el que su respiración cambia de ritmo.
Ella necesita enredar sus piernas con las tuyas, que la hagas sentir deseada; precisa sentir tu pecho pegado al suyo y también a su espalda, que la violentes con tus palabras hasta que la enloquezcas.
Ella ruega porque sus manos se aferren a las tuyas mientras se aproximan al clímax, que hagas que los dedos de sus pies se doblen en el instante de mayor placer, y que una vez que lleguen, la abraces, la abraces fuerte, beses su espalda y le digas que todo va a estar bien.
Lo que ella quiere, simplemente, es que la ames todos los días, sin concesiones, sin mendigar; que seas para ella, y ella te brindará absolutamente todo.

Marte versus Venus.

Los hombres somos básicos, simples y elementales. Siempre voy a defender esa postura. No se trata de una ventaja, no esa la postura que pretendo defender. Intento plantear quizás la mayor diferencia de géneros. Después de tener o no tener pito, por supuesto.
Todo es armonía en una pareja hasta que ...
Cin: "Amor, me sacás del placard el saquito mangas tres cuartos que usé el jueves de la primer semana de julio por favor"
En ese instante el Fer aún está pensando dónde está el placard. Después, de qué se trata "mangas tres cuartos". Empiezo a rememorar la clase de la señorita Elvira en tercer grado cuando me enseñó fracciones. Ok, ya está. Ahora, identificar las fechas es imposible. Si hay algo de lo que carecemos los hombres es de memoria. Y es una clara desventaja respecto de las damas. Sobre todo a la hora de discutir. Admiro realmente la capacidad que tienen para revolver lo sucedido hace 394 días, con precisión de hora y posición del sol.
En ese instante, al ver la desorientación del Fer, ella brinda una nueva pista: "Es el saquito color camel."
CAMEL.
Todo lo que pasa por mi cabeza en ese momento es que el color camel no existe. Mi cerebro se bloquea del mismo modo que la CPU de mi escritorio cuando quiero ejecutar diez programas al mismo tiempo. Es una fabulación. Yo conozco y reconozco los colores que me enseñó la señorita Teresita en primer grado. Paremos con esta corrupción.
Color borravino, uva, ladrillo, borgoña, natural, beige, café con leche ... Macri, pará la mano. Si quieren agregarle a alguna tonalidad a un color, eso ya está inventado. Verde oscuro, verde claro. Marrón oscuro, marrón claro. Negro oscuro, negro claro. Corta la bocha.
Pero el verdadero apocalipsis para las neuronas masculinas ocurre en este suceso:
Cin: "Amor, me sacás de la cartera el lápiz labial que usé el sábado pasado por favor."
Me dan ganas de renunciar a la vida.
Primero hay que ubicar la cartera. Y después, encontrás de todo en la cartera. Todo. Hasta el inmigrante ilegal que viste pasar por la cuadra todos los días y después desapareció misteriosamente. Mientras tanto mi cerebro básico, simple y elemental no registra el color de labial que usó el sábado pasado. Y lógicamente, no logro encontrarlo.
Es cierto que no somos muy dúctiles que digamos a la hora de buscar. Y quizás recurramos al método de la imposición de manos para tratar de encontrar las cosas (pasando las manos sobre una pila de ropa, como si a través de las palmas nos llegaran señales de que ahí está lo que buscamos) Pero mujeres, por favor, qué les cuesta intentar comprendernos. Las llamo a la racionalidad.

miércoles, 2 de agosto de 2017

Fuego.

Desde muy púber asumí que lo de ser fachero no iba conmigo. Si a eso le sumábamos que era muy poco despierto, la cuestión se complicaba.
No me quedaba otra que ser gracioso.
Tampoco era una virtud innata en mi. La fui desarrollando de a poco.
A pesar de todas mis ineptitudes, tuve mis triunfos con el género femenino, los cuales hasta el día de hoy solamente puedo justificarlos explicando que mis congéneres eran más tarados que yo. Y quizás más feos también.
Yo era probablemente el mal menor.
Mi virtud no era contar chistes, pero sí sabía contar historias de un modo gracioso, "talento" que permanece (creo) en mi hasta el día de hoy.
A eso le sumé que aprendí a cocinar muy bien.
Dos puntos a mi favor.
Y paremos de contar, no se emocionen público.
Ahora viajemos en el tiempo hasta mis no tan tiernos 16 años. Entre historia e historia una señorita me invitó a su pileta. Solos.
Imaginate, 16 años, varón, me llamó a mi casa para invitarme, siendo Fernando ... caminaba por las paredes el tipo.
La cita iba bárbaro, yo me lucía hablando, realmente me sentía un ganador.
Hasta que decidí volver a ser yo:
Ella: "Ay, creo que me entró agua en el oído."
Fer: "Dejá, yo tengo la solución, ¿tenés papel de diario y un encendedor?"
Ella: "Creo que sí, pasá y fijate en la mesita del tele y al encendedor buscalo en la cocina."
Fui, armé un cono con dos hojas del diario, creo que elegí los obituarios. Si hay una parte del diario que merece ser incinerada, es esa.
Fer: "Voy a poner el cono en tu oído y le voy a prender fuego, quedate tranquila que no va a pasar nada, es para que salga el agua."
Ella: "Bueno, confío en vos."
Todo perfecto. El tema es que en vez de girar su cabeza poniendo la apertura del cono hacia arriba lo hice al revés. La apertura quedó hacia abajo y el fuego subió ... hasta sus cabellos. La agarré de la cabeza con fuerza y la sumergí en la pileta.
Treinta segundos después, cuando vi que manoteaba la saqué del agua.
Creo que me trató de pelotudo como cuarenta veces seguidas.
Y así terminó mi gran cita, sin el final que yo esperaba.
Pa' que vean, una muestra de que mi adolescencia fue una película extendida de "los tres chiflados" pero subsumidos en una sola persona.

Manual para matar.

¿Cómo matar a un no muerto? Lo sé, parece una pregunta estúpida, y quizás lo sea. Jamás me agradaron los dueños de verdades y no pretendo tr...