jueves, 30 de noviembre de 2017

Hombres.

Ya supe afirmar en más de una ocasión en el blog. Los hombres somos básicos, simples y elementales. No hay mucho para filosofar. Si nos ven complejos es porque ustedes mujeres, mar de complejidad (no lo tomen como crítica por favor, no me peguen, soy Fernando) nos imaginan tan complejos como ustedes. Pero no es así. Vuelvo a decirlo y repitan conmigo: básicos, simples y elementales. Basta ya de leer instructivos fallidos para interpretar la mente masculina. Ustedes mujeres también son de manual, solo que ese manual aún no terminó de escribirse.
Por ejemplo, un ejemplo demasiado burdo pero a la vez gráfico, las mujeres tienen un abanico de colores tan amplio como idiomas existen en la Tierra.
Los hombres no pasamos de los colores primarios y con suerte, de los secundarios. Para nosotros no existen los colores bordeau, camel (CAMEL sí), beige, ladrillo, salmón, aguamarina, perla, magenta, cian, carmesí, bermellón, escarlata, carmín, granate, esmeralda, jade, oliva, petróleo, acero, lavanda, turquesa, pomelo, limón, ámbar, nude, caqui, ocre, borgoña, durazno, hueso, marfil y las firmas siguen. Gracias a wikipedia por aportar la información.
Pasemos a las cremas: las hay para el cuello, rostro, CONTORNO DE OJOS, brazos, manos, piernas, pies, espalda, ombligo ... yo, simple, básico y elemental les hago la siguiente pregunta: ¿se dieron cuenta de que estamos hablando del mismo cuerpo de la misma piel de la misma mujer? ¿No sospechan que las están estafando? ¿El instinto femenino no les dice que algo está mal en ese sistema?
Vamos ahora al momento en el cual tenemos que acompañarlas a comprar algo. Admiro sinceramente las ganas de probarse treinta y dos prendas. Mientras tanto los muchachos soportamos estóicamente nuestro papel de arlequín sosteniendo modelos de ropa y dando nuestra opinión cual periodista de moda desde nuestra mente que, ¿cómo es? básica, simple y elemental:

"¿Cómo me queda gordo?"
...
"Y ... lindo."
...
"¿Pero éste me ajusta más que el otro en la cintura, vos qué opinás, me queda mejor que el color aguamarina?"
...

En ese instante nuestro cerebro, básico, simple y elemental intenta procesar qué es el color aguamarina y a cuál de las treinta y dos prendas se refiere.

...
"Y ... sí, te queda lindo gorda, llevalo a ese."

Llevalo a ese. Ojalá fuese tan sencillo.
La mujer sigue viendo qué llevarse hasta el momento de pagar en la caja. Es como el tiburón cuando huele sangre.

Y los shampoos. Si alguien como yo fue a buscar un shampoo para su mujer, y le dieron una indicación que decía "cabellos dañados" seguramente se dieron con la novedad de que no termina ahí la clasificación. Encontrás el shampoo para cabellos dañados con castaña de cajú, con palta, con avellanas, con leche de almendras, con limón ... chicas, en cualquier momento sale de guacamole. Tarea imposible para un cerebro simple, básico y elemental.

Pasemos al popular "gordo, ¿te pasa algo?" Zanjemos la situación de manera definitiva. Los hombres muchas veces, por no decir siempre, tenemos el super poder de no pensar en nada. Mirada perdida en el horizonte, en el techo, en la heladera, donde sea, simplemente no pensando nada. No hay conspiración, no hay confabulación, no hay nada más que una mente básica, simple y elemental no pensando en nada.

Así que cuando ustedes se pregunten, ¿por qué está así? no elaboren teorías apocalípticas. Lo más probable es que la respuesta no salga de dos alternativas. Simplemente no te quiere, simplemente no tiene ganas, simplemente te ama, simplemente está dolido, simplemente está triste ... ¿Por qué? Fácil. Somos simples, básicos y elementales.

lunes, 27 de noviembre de 2017

Que te mejores.

Resulta que estoy con tos desde hace unos días. Al margen de los medicamentos que ya me hizo comprar el neumonólogo, o los que me hace comprar cada médico cuando recurro a ellos, siempre complemento la medicación con los populares remedios caseros.
En este caso puntual no pueden faltar la miel con limón o la limonada caliente. A todos éstos remedios los aprendí de mi abuela, la Maga, que se atribuía mis recuperaciones de mis numerosas enfermedades a sus dones de cuasi chamana.
Ella era bastante brava, pero cuando yo caía en cama se transformaba y era una mujer muy dulce.
La Maga fue la responsable de completar el tratamiento cada vez que me subían los piojos en mi infancia (algo les había contado en "Te va a picar la cabeza") Empezaba mi vieja sacándome cada bicho con paciencia china para hacerlos trinar con un pellizcón y luego me echaba algún producto que los mataba a todos. Esos productos no eran como los de ahora, aptos para niños sensibles, que no generan ardor, comezón ni mucho menos hacen llorar y todos los niños rien en las publicidades. Esos líquidos especiales parecían lava literalmente y el niño Fer lloraba a gritos. Ahí no se terminaba la tortura. Para darle un broche de oro, venía la Maga y embebía mis cabellos infantiles en vinagre de alcohol para luego envolver mi pequeña gran cabeza con un cancán. Señor, ¿dónde estabas cuando te necesitaba?
Así pasaba toda la noche, sientiendo cómo a mi cabeza le faltaba un toque de oliva para ser una ensalada y preguntándome qué sería de mi.
Al amanecer sólo se me permitía sacarme la media y nada de lavarme la cabeza. Ese hedor me acompañaba durante el viaje en micro y durante toda la mañana en el colegio:

Compañero: "Chango, ¿que tenés piojos?"
Fer: "No, ¿por?" (con cara de sorpresa, obviamente)
Compañero: "Tenés una baranda a vinagre ... vos estás con piojos ... ¡eh chicos, no se junten con él que tiene piojos, los va a contagiar!"

Qué tipo basura. En fin, crueldades de los chicos.

A mis 5 años caí enfermo de hepatitis. Me pasé 40 días en cama. En realidad, iba de la cama al sofá y del sofá a la cama, con breves escalas en el baño. Sí, seguí al pie de la letra el reposo y tomaba cada pastilla pero aparecía la Maga para alimentarme con la dieta salvadora, la cual consistía en albóndigas con todo el ajo que traia el verdulero en su carro. Eran ajo con carne cada uno de mis cuarenta días. Quizás desarrollé con el ajo el síndrome de estocolmo y por eso aún me gusta mucho.

En otras ocasiones ante el menor moco o a la primer tos que escuchaba aparecía la Maga con su tratamiento, el cual consistía en:
a) Acostarme.
b) Tomar una cucharada de miel con limón.
c) Beber una limonada caliente sin nada que la endulce. Caliente nivel volcán. Literalmente podía sentir como se me desprendía la piel del paladar.
d) Taparme con una colcha. Imaginate esa escena en el verano tucumano.
e) Acercarme una olla llena de agua hirviendo con sal y hojas de eucalpito, taparme la cabeza con una toalla y aspirar el humo. Amigos de la CIA, si no saben cómo sacarle un dato a alguien del ISIS, pueden hablar conmigo. Mis ojos ardían, mis fosas nasales se derretían y mi cara se transformaba lentamente en un cuadro de Picasso.
Y aunque no lo crean acá estoy. Sobreviví.

Sigo con tos y acá estoy, buscando el frasco de miel trayendo a la Maga de regreso a mi vida. Hasta puedo escucharla decir "andá a la cama chango ... que te mejores hijo".

martes, 21 de noviembre de 2017

Te hubieses enamorado de mis inviernos.

No es por ser presunciosa, pero es fácil enamorarse de mis primaveras y de mis veranos. Incluso hasta de mis otoños.
Resulta sencillo sentirse seducido por mi risa, mis abrazos o mis besos y no es extraño que te entregues por completo ante mis recetas de cocina.
No se trata de presumir, repito, pero es difícil salir de mi cama una vez que te atrapé con mis piernas.
Lo complicado es enamorarse de mis inviernos, de mis dolores, de mis cambios de humor, de mis rabietas repentinas, de mis silencios.
Si tan solo te hubieses enamorado de ellos, te habrías ganado más veranos.
No puedes reclamarme que no te haya dado varias oportunidades, pero toda el agua que derramaron mis ojos no bastó para apagar tus incendios. Evidentemente, tus inviernos son más crudos que los mios.
Me extrañas, lo sé. Es que, como diría el gran Leonard, quién sino yo para llevarte a mil besos de profundidad.
Seguramente te quedó grabado el instante en que me abrí como capullo al sol para ti. Probablemente no puedas olvidar cada momento que pasé al lado tuyo.
Sabes bien que te amé, que te amé con el alma, amé hasta tu físico de segunda mano, con todo lo que fui, y con todo lo que soy.
Soy buena en el amor. Y también en el odio. Es a mitad de camino donde no sé cómo reaccionar. Ahí, en esa banda, me quedo paralizada.
Sí, no tengo dudas, me extrañas.
Pero ya me conoces, no soy ni fui jamás una conformista. Por eso mismo me niego a ser una más de tus memorias.
Voy a ser la causa por la cual tu orgullo se arrastre por el barro, tu eterno sentimiento no correspondido, el nombre que grites en silencio en camas ajenas, quien aparezca en medio de las ovejas en tus noches en vela, la más puta de tus musas y por quien revientes de rabia por la impotencia de saberme en los brazos de otro.
Ahora ya es tarde, ya no necesito escucharte, y cada palabra que lances irá en contra tuya de todos modos.
Todo éste martirio podrías haberlo evitado, si tan solo te hubieses enamorado de mis inviernos.

jueves, 9 de noviembre de 2017

Profecía autocumplida.

Se anuncia. Se ve venir.
Está claro que esta noche cuando vaya a tu casa, no será para retirarme después de intercambiar solamente algunas palabras de ocasión.
Ésta noche no habrá palabras. Salvo esas, las justas y necesarias, esas que probablemente llames sucias.
Para serte finalmente honesto, estoy harto de ser hipnotizado por tus piernas y tener que disimular todo lo que despiertas en mi.
Definitivamente cuando cruce esa puerta crecerá dentro tuyo un ejército indomable, respiraremos un aire diminuto, entrecortado.
Me acerco y presiento como ese ejército que comandas corre embravecido, tambalea ... mi sangre se apresura cuando hundes tus dientes en mi hombro y tus uñas en mi espalda.
Tus piernas me abrazan, como pretendiendo fundirnos a ambos en uno solo, una unión que tan solo disolvemos para descubrir que mis manos fueron hechas a medida de tus caderas.
Dentro tuyo te revelo, con hambre y sed; haces que despierte en mi también un ejército que sucumbe ante tus labios, esos mismos labios, que transformados en flor carnívora, convierten a mi ejército en rio crecido.
Puedes llamarle a esta noche "crónica de una profecía autocumplida". Para mi ... para mi el nombre es lo de menos.

viernes, 3 de noviembre de 2017

Made in.

Qué soy. De qué estoy hecho. Para qué estoy. Tengo mil preguntas. Y voy contando poco menos de diez respuestas. Y cada respuesta genera una repregunta.
Estoy hecho de mil cosas.Y otras cosas que paradójicamente no son cosas.
Del libro de recetas de la Chicha que leía desde niño, para aprenderlas de memoria y seguir con la mirada cómo cocinaban las integrantes de la casa de Bernarda Alba.
De las historietas, enciclopedias y manuales que me compró la Consu, que generaron mil fantasías en mi mente, que finalmente era mucho más entretenida que los chicos de mi edad.
De los juegos que inventaba. De las capitales del mundo que soñaba visitar. De las banderas que sabía de memoria.
De los turnos extra que tomaba mi vieja en el hospital para parar la olla.
De los mimos de mi tío abuelo.
De la casa en el campo, del calor insoportable, la tierra que se levantaba con el mínimo viento, el miedo a las víboras y los asados al aire libre.
De los aromas a sopa y puchero que desde temprano elaboraba mi abuela.
Del chevy de mi padrino. De su brazo firme y sus palabras duras.
De mis amigos. Los buenos y los no tanto.
De mis errores, que fueron muchos.
De los pañales, mamaderas y desvelos con mis hijos.
De sus risas, abrazos, primeras y últimas palabras.
De sus gritos, enojos, llantos, dolores.
Del amor que me da ella. De sus besos. Los que ya me dio. Y todos los que falta que me regale.
De las ganas que tengo de verla.
De las comidas que preparo.
De las letras que vuelco en la compu como una catarata.
De este par de lágrimas que se me escapan.
De lo que dejo en cada persona.
Incorregible. Cambiante. Muy cambiante. Duro. Estructurado. Desordenado. Cariñoso. Rencoroso. Un poco (mucho) imbécil a veces. Exigente. Ausente. Presente. Cocinero. Escritor. Papá. Novio. Hijo.
Y de todas las cosas que me faltan vivir aún.

Manual para matar.

¿Cómo matar a un no muerto? Lo sé, parece una pregunta estúpida, y quizás lo sea. Jamás me agradaron los dueños de verdades y no pretendo tr...