martes, 30 de mayo de 2017

Alma.

Entendeme que me ahogo, que voy y que vengo.
No lo hago de desalmado. O quizás a veces sí. A veces siento que me fui quedando poco a poco sin alma.
La fui perdiendo de a pedacitos. O del modo que sea ... cómo carajo va perdiendo uno el alma.
Comprendeme.
Necesito caminar por el borde del precipicio. Mirar hacia abajo, asustarme y volver a la cama con vos.
Pero sinceramente, tengo miedo de un día de estos no asustarme más.
Agarrame fuerte, y más fuerte aún cuando te pida que me sueltes.
Acostumbrate hasta que sane, que el silencio es mi único amigo.
No te asustes cuando mi mirada no sea la que esperás. Me vas a desconocer. Si ni yo me reconozco.
A veces mis ojos podrán derretirte, parecerte los más tiernos del mundo y otras, helarte la sangre; vas a sentir en verdad que atravieso tu corazón con un daga con tan solo mirarte.
Otras veces mis manos pueden quererte, buscarte, aferrarse a tu cintura, prenderse a tu espalda como si mi vida dependiese de eso ... y otras querrán perderse en el olvido.
Inventé un laberinto para refugiarme y me perdí ... me está costando salir de este lugar frío, oscuro.
Sí, quizás sea un desalmado, pero no quise ser ésto. En gran parte, ésta es tu obra maestra.
Estoy sanando del mismo modo que enfermé, tengo la piel en carne viva, y a estas palabras las escribí mil veces.
Borro y escribo, como mi vida misma. Hasta que mi alma se sane por completo.

domingo, 28 de mayo de 2017

Iguales.

Lucía: "Papá, cuando vos eras chiquito a las costillas las dejabas así, peladitas como yo cuando las comías?"
Fer: "Sí mi vida, hacía lo mismo."
Lucía: "Ay papá, somos cada vez más iguales."

Ella (esa maravillosa que hace que corra sangre por mis venas) siempre busca un punto de comparación para encontrarse parecida a mi. La cuestión es que no nos parecemos físicamente en nada. Pobre enana, ella es bonita, ¡cómo se va a parecer al papá!

Lucía: "Papi, mira, tengo la misma sonrisa que vos. Y tengo los dientes de acá, separados, igual que vos. ¡Y mirá mis manos! Tenemos la misma forma en las manos papá, es increíble."
Fer: "Sí amor, la verdad que no lo puedo creer."

Sí nos parecemos en la forma de ser. Impulsivos y emotivos, somos una tromba, nos cuesta contener las emociones. A mi ya me cuesta un poco menos. La vida te obliga a masticar bronca, hacer más elástica la paciencia, y a medir los tiempos de cada intervención.

Lucía: "Papi, cuando vos eras pequeño, ¿te invitaban a los cumpleaños de tus compañeros del colegio?"
Fer: "Sí corazón."
Lucía: "Bueno, porque me invitaron al cumpleaños de Camila. Van a ir Luciana, Sandrita, Martina, GONZALO ... ay GONZALO ES TAAAAAN GRACIOSO, el otro día agarró la cartuchera y ..."
No sé qué más dijo después de eso. ¿Gonzalo? ¿Qué Gonzalo? ¿En qué momento esta mujercita que me declara amor infinito empezó a hablarme de otro masculino?
En ese momento fui poseído por el espíritu de Liam Neeson y el de Pablo Escobar y me imaginé el siguiente diálogo:
Fer: "No sé quién sos vos, no sé qué querés, pero si estás tanteando cuánta tolerancia tengo, te advierto que no tengo mucha, pero lo que sí tengo, es una serie de diferentes habilidades que adquirí durante toda mi vida, y que me hacen una pesadilla para pendejos como vos. Si dejás en paz a mi hija ahora, este será el final, no te buscaré, no te perseguiré, pero si no lo hacés, te buscaré y te encontraré, y te mataré, a tí, a tu papito, a tu mamita, a tu abuelito, a tu abuelita, a todos."
Gonzalo: "Good luck."
Fer: "Aaahhh ratatatatatata, bomba nuclear norcoreana, tomá pendejo, ¡¡¡tomá!!!!"

Lucía: "Papi, te digo algo."
Fer: "¿Qué?"
Lucía: "Extraño mucho ser bebé porque vos me cuidabas siempre."

En tu cara Gonzalo. Va a ser mi chica toooooda la vida.

viernes, 26 de mayo de 2017

De llenos.

Hay algo personal con los paraguas. Personalmente siempre me gustó sentir la lluvia. Salvo que esté cayendo un diluvio. Tampoco la pavada gente.
Pero esa llovizna suave, tranqui, me hace bien sentirla. Y mucho más después de un episodio en particular.
Cuando desperté del coma ((Lo que recuerdo del día que fallecí parte III) una de las cosas que más disfruté fue cuando me bañaron. Sí, fueron dos enfermeras manga de morbosos, pero no voy por ese lado. Ya sé que el post de ayer fue medio hot, pero hoy pegamos el volantazo (uno más en este espacio, que va y viene)
Lo que disfruté fue sentir el agua tibia cuando me lavaron la cabeza. Sonreía como un tarado. Era consciente de lo poquito que me había faltado para que me sellen la visa para el más allá, asi que disfrutaba enormemente de cada gesto que signifique estar vivo. Que me sonrían, que me acaricien, y sentir esa agüita corriendo por mi escasa e improlija cabellera, era una explosión para mi taquicárdico corazón.
Sí, no hay dudas, después de ese momento disfruto mucho de sentir la lluvia.
Así que volvamos al tema del post, no suelo llevarme bien con los paraguas. Los dejo en cualquier lado. Un bondi, un taxi, un mostrador, la caja del banco, la afip, rentas, la casa de tu hermana (?), a cualquier lugar van a parar.
Y si no los pierdo, los rompo. Mi récord es de dos paraguas rotos por año. Hoy a la mañana sin ir más lejos, estaba cerrando la puerta de casa y al apretar el botoncito sentí un ruidito, como una rajadura. Efectivamente, era una rajadura en la tela. Había un hermoso agujero en el paraguas. Lo dejé en el canasto de la basura y a sentir la llovizna señores.
Es linda la llovizna. Pero los años no llegan solos y uso anteojos. Y como no inventaron los anteojos con limpiaparabrisas, la llovizna empieza a molestar.
Me bajé del bondi y a 50 metros iba caminando un no vidente. Cieguito, lo digo con ternura por favor, no sean más papistas que el papa.
La cuestión es que surge el siguiente diálogo:
Fer: "Flaco, para dónde vas."
Cieguito: "Hasta la 24."
Fer: "Bueno, dale, poné tu mano en mi hombro ... ¿Y en la 24? ¿Doblás?"
Cieguito: "No, sigo hasta la San Martín."
Fer: "¿Y en la San Martín qué hacés?"
Cieguito: "Voy hasta la casa de gobierno."
Fer: "Listo, te acompaño hasta ahí entonces."
Cieguito: "Qué lluvia de mierda eh."
Fer: "No me jode la lluvia, vos sabés que salía de casa y se me hizo bosta el paraguas. El tema es que tengo anteojos y LLEGA UN MOMENTO EN QUE NO VEO UNA MIERDA. Un embole."
Cieguito: "Y sí."
Fer: "Qué comentario choto te hice."
Cieguito: (sonriendo) "Nooo, no pasa nada amigo, jajaja"
Hagan abstracción de lo pelotudo que fui.
Nos quejamos de llenos. Quejándome de que se me había roto un paraguas. Tengo la sonrisa de mis hijos. Voy a sentir su calorcito esta noche. Tengo salud, un laburo, buenos compañeros, grandes amigos, familia. Y, aunque ustedes no lo crean, hay mucha gente que me quiere, así, con todo lo raro que soy.
Me quejé de lleno.
¿Y vos? ¿Qué no estás viendo?

jueves, 25 de mayo de 2017

Caliente.

Me calienta que tengamos el mismo humor, que hablemos el mismo lenguaje subterráneo.
Me excita sobremanera descubrir que hay cosas que yo no sé, y vos sí.
Me encanta saber que mis ideas ya te penetraron, sentir que con mis palabras te atravesé por completo.
Me gusta (y mucho) que entres en mi cabeza sin permiso y te instales ... todo el tiempo que vos quieras.
Disfruto de tensar la soga, buscando nuestros límites, quedarnos sin aliento, atraparnos con una mirada y violentarnos con una frase precisa.
Me calienta que conozcas el punto exacto para hacer que baje la guardia.
Me calienta que quieras más de mi, cuando ya te di todo.

martes, 23 de mayo de 2017

Montaña rusa.

Diez.
Es el número de veces que tengo que despedirme en el mes de mis hijos (promedio)
Ciento veinte veces en el año.
Hay una adrenalina que corre por mi cuerpo, algo parecido a las dichosas mariposas en el estómago cuando estoy llegando a visitarlos o a buscarlos.
Y hay un nudo en la garganta que surge a pasos agigantados con cada chau.
Montaña rusa de emociones. Un rato bien arriba. Y al rato bien abajo.
Aquellos que viven con niños lo saben bien, los chicos llenan la casa. Con risas, con peleas, con gritos y con susurros. Con juegos, ensuciando cosas, llorando, durmiendo, con planteos inesperados, en cualquier estado. La llenan. En ese momento tenés un hogar.
Cuando se van, la casa queda enorme. No hay forma de llenar los vacíos.
Sólo quedan dos peluches inertes a los que nadie va a abrazar, frazadas de niño dobladas en el placard, cepillos de diente pequeños que vuelven a la parte de arriba del botiquín, una caja de juguetes inútil, libros para colorear que vuelven a quedar en blanco y negro. Y ese puto nudo en la garganta que no se va.
La dichosa montaña rusa.
Tanto de ida como de vuelta el viaje se hace en dos partes, primero en un bondi y después en un taxi. Ellos viven en otra ciudad y no hay nada que nos acerque de manera directa.
En la ida venimos jugando al veo veo y hablando hasta por los codos.
Lautaro: "Papi me prestas el celular?"
Fer: "No hay chance, siga la flecha." (no soy de la idea de dar el celu a los chicos)
En la vuelta no hay juego. Apenas unas pocas palabras.
Fer: "Enana, qué te pasa."
Lucía: "Nada ..."
Fer: "Decime."
Lucía: "Otro día mejor te lo digo."
Hay silencio, un silencio crudo, hay miradas perdidas y ... de nuevo ese nudo de mierda.
Cuando voy a verlos es un griterío de pibes a mi llegada. Corren de un lado al otro. Y es jugar y jugar y jugar sin fin. Ir al almacén a comprar caramelos, fruta, pan y una gaseosa. Y volver a jugar. Hasta que me voy.
En ese instante se acaban los gritos. Se van corriendo hasta la ventana de su dormitorio y estiran las manitos. Yo desde la vereda les digo que los amo y ellos me devuelven las mismas palabras y promesas de "nos vemos pronto."
Y me voy caminando como entre nubes esas cinco cuadras hasta la parada del bondi.
Montaña rusa ...

domingo, 21 de mayo de 2017

Personajes.

Me crié en un típico barrio. No me vengas con barrio norte o barrio sur si estás en Tucumán. No, barrio barrio. De esos que entrega el instituto de la vivienda en una zona periférica.
Los barrios tienen una idiosincrasia muy particular, como que en sí cobran vida a través de determinados personajes.
Recuerdo que cuando era chico pasaban el afilador de cuchillos (haciendo sonar una armónica), el panadero (que venía en una bici con un canasto enorme y tenía una corneta), el vendedor de gaseosas (posta, en un rastrojero), el achurero (que en un carrito tirado por un caballo traía mondongo, hígado, riñones, etc.), Walter, el diariero y Pedrito, el verdulero.
De repente suena todo a época de la colonia y ustedes se preguntarán cuántos años tiene este tipo. Treinta y ocho manga de irrespetuosos. Al menos hasta él próximo 16 de octubre. Y sí había almacén y otros negocios típicos en el barrio, pero en esa época estábamos como un cacho más aislados de la civilización.
El afilador creo que tenía un solo cliente en el barrio: mi abuela. Tijeras, cuchillos, cuchillitos, todo lo mandaba la vieja. A ella le daba pena que nadie le encargue nada. Ya parecían papel manteca los cuchillos de tanta afilada.
El panadero era un tal Carlitos. Venía en esa bici con el canasto, sombrero y anteojos oscuros, esté como esté el cielo. Un buen día mi padrino lo cruzó al final del barrio. Lo vio haciendo pis en un descampado. Entonces mi padrino pegó una corrida y entró a gritar que no le compremos más pan. ¿Era saladito el pan? Quizás. Prefiero bloquear ese recuerdo.
Pedro, Pedrito, el verdulero. Por alguna razón yo no le caí bien jamás. Quizás sea porque le cobraba cualquiera a mi abuela y yo me daba cuenta y se lo decía.
La cuestión es que Pedro podía hacer que todo suene degenerado.
Vecina 1: "Pedrito, cómo tiene la banana."
Pedro: "Leeeeeenda la tengo."
Vecina 2: "Pedro, cómo está el apio."
Pedro: "Tierrrrrnito lo tengo."
Vecina 3: "Pedro, son jugosas las naranjas?"
Pedro: "Bieeeeen jugosas mamita."
Era un don del tipo.
Walter recorría las calles al grito de "deeeeeaaaareeeeeooooo". Era como decir diario con un acv encima. Iba y venía en su bici. En casa compraron (y compran) el diario todos los días. Las tipas son personas super informadas. Y me crié con eso. No soporto no saber qué está pasando.
Me fui del barrio a los 23 años. Y hasta entonces ya no estaba ninguno de esos personajes. Todos se fueron de gira.
Volví hace un año. Hay personajes nuevos, cada uno seguramente aportará alguna historia.
Pero el ADN del Barrio San Martín está hecho con esos jugadores. Y con muchos más por supuesto, ya les tocará que les cuente sobre ellos.
Personas comunes. Personajes.

jueves, 18 de mayo de 2017

Te va a picar la cabeza.

Con no poco sacrificio mi vieja me había regalado una pelopincho. No era grande en absoluto, pero era un bombazo tener pile a los 10 años. Ya hace unos años que las casas del barrio habían empezado a poblarse de piletas.
El verano tucumano se emociona con el calor. Amanecemos con casi 30 y llegamos a 50 con una tranquilidad pasmosa. No, nada de tranquilidad. Transpiramos a la sombra. La humedad es un asco. Y de mi frente brota sudor por litros. Pero dejemos de hablar de mis fluídos, les estoy por contar otra cosa.
La pileta era necesaria. No la podía usar a la siesta por dos razones: la primera por la salud de mi piel, y la segunda por la salud de mis orejas. Estaba prohibido hacer ruido hasta las cinco de la tarde en casa (creo que justamente por ese dichoso límite aprendí las horas)
Y nadar en silencio a los 10 años ... ¿qué más querían de mi? ¿Mi corazón?
Así que el frenesí se desataba a las cinco en punto. Qué palabra les metí. Frenesí. De repente se puso en blanco y negro el blog.
Y para que haya diversión, tenía que haber amigos en la pileta. Si eran amigas, mucho mejor. Sobre todo si era la vecina de al lado. O su hermana mayor. O la vecina de la cuadra del frente. O la que vivía a la vuelta. En fin, me estoy yendo por las ramas otra vez.
La cuestión es que había dos hermanos que no tenían pileta en su casa y tampoco nadie los invitaba, nunca. No eran malos, de hecho jugábamos a la pelota juntos siempre y eran parte del grupo. Pero aún así, nadie nunca los tenía en cuenta para llevarlos a su pile.
Los niños muchas veces son crueles ... el problema era que ellos vivían con piojos. No vamos a entrar en detalles con la situación que vivían en su casa, era muy triste todo.
Y siempre fui medio mariconcito con el tema emocional. Les tenía aprecio y me daba pena. Así que le dije a mi vieja.
Fer: "Ma, fulanito y sutanito van a venir a la pileta esta tarde."
La gringa no me dijo nada, pero ella sabía cómo venía la mano con ellos.
Vinieron, les prestamos unos toallones y nos quedamos hasta las ocho. Después comimos unos churros que preparó mi vieja con unos licuados de banana y manzana y cada chancho a su rancho.
Nos divertimos un montón.
Ellos se llenaron de felicidad y yo de piojos. En la primer media hora me sacaron veinticuatro. Tengo grabada la cifra.
Me rasparon hasta el último cabello con el peine fino.
Después mi vieja bañó un trapo en vinagre y me envolvió la cabeza con eso y así me fui a la cama.
Al otro día el olor a vinagre era irremontable. Todos sabían en el colegio que olor a vinagre era síntoma de piojos.
Fer: "No, nada que ver, se me cayó ensalada sin querer."
Era pelotudo de chiquito para mentir.
Nunca toqué el tema con ellos, ya son dos hombres y si bien no los veo a diario, los sigo queriendo un montón.
Pero a esa tarde ... la volvería a pasar mil veces más. Piojos, vengan de a uno.

martes, 16 de mayo de 2017

Purmamarca.

Año 2010.
Era mi primer viaje fuera de la provincia para auditar una sucursal de la empresa. El destino era San Salvador de Jujuy. Había asumido hace menos de un mes como jefe de auditoría de una empresa tucumana.
Gerente: "Auditar esa sucursal te va a llevar tres días."
Me puse de cabeza a recorrer cada centímetro del local. Laburé desde las 8 de la mañana hasta las 10 de la noche y logré terminar el trabajo en dos días y un par de horas del tercero.
¿Qué hacer con las horas sobrantes? Los pasajes ya los tenía en mano para la tarde y mi cabeza era un torbellino, como casi siempre en mi vida.
No tenía ganas de volver.
Me fui con lo puesto a la terminal y me subí a un ómnibus con destino a Purmamarca. Llegué un poco antes del mediodía. Empecé a recorrer las callecitas del pueblo, abracé el cerro de los siete colores, almorcé un par de humitas en chala y me senté a la siesta en la plaza del pueblo, cerquita de esa capilla que tiene ya unos cuantos siglos en pie.
Corría una brisa suave. No hacía ni calor ni frio. El clima era perfecto. Se escuchaba de fondo la música de una quena. Era la primera vez en mucho tiempo que sentía que me encontraba conmigo mismo. Era la primera vez que sentía esa conexión mágica.
Estaba solo y era feliz así.
Desde esa siesta que siento un vínculo único con el pueblo. Volvi dos veces y volvería cada año. Con todo el respeto que se merecen las grandes ciudades del mundo y las mejores playas ... a mi dejame en Purma.
Quizás parezca caprichoso que uno necesite estar en determinado lugar para aclarar la mente. Pero a veces uno se siente preso de tantas cosas y una escapada no viene mal.
Necesito ver las estrellas de ese cielo, sentir el amanecer en mi rostro, conversar con desconocidos, probar comidas nuevas, aprender a cocinar algo diferente, comprarme ingredientes para mi cocina y por qué no alguna vasija para el horno, caminar sin fin el cerro, reir mucho, pero mucho y por qué no mariconear largando alguna lágrima. Nunca están de más ... a ver si eso me ayuda a volver a encontrarme.
Espero muy pronto escribirles algo desde ahí. A ver si la magia de Purma me inspira, me equivoco y me sale un post decente.

PD: No sé si se los dije antes, pero a todos ustedes manga de inadaptados que entran a leer el blog, los quiero muchísimo aunque no sepa nada de ustedes.



domingo, 14 de mayo de 2017

Cuatro al hilo.

En los tiempos que corren que alguien llegue a cuatro al hilo no es poca cosa. Y si fueron cuatro muy buenos con más razón. Seguramente en algún lugar del mundo alguien alcanzó este rendimiento digno de aplaudir.
Casualmente, casualmente, hoy llego a cuatro meses escribiendo en este blog. Quiero creer que no pensaron macanas y si los desilusioné, sepan disculpar las molestias ocasionadas. Estamos trabajando para usted (?)
Gracias nuevamente por ocupar su tiempo leyendo a BENDITO. Es el mejor regalo que pueden hacerme. Aunque si quieren jugarse con un set para asador no me quejo.
Si les sigue sobrando un tiempito, le comentan a sus amigos que encontraron a un tipo que escribe más o menos a ver si seguimos incrementando la legión. Y de paso también se joden ellos, no son ustedes solos.

PD: ya pasamos las 10.000 visitas, cómodamente. Estoy en deuda con la juntada, pasa que cuando llamo para hacer reserva y le digo que son 250 los followers me tachan como telekino.

jueves, 11 de mayo de 2017

Lo que perdí (y lo que gané)

Lucía: "Papi, cantemos algo antes de que me duerma."
Así se iba terminando la noche cuando vivía con mis hijos. La canción que cantamos una y otra vez reproduciendo el video desde mi celular era "Chau" de NTVG. Toda una premonición.
Antes de llegar a ese punto mi peregrinación era partir rapidito del trabajo, reemplazar a la niñera, bañar a mis hijos, preparar la cena y el almuerzo del día siguiente, alimentar a los perros, cambiarles el agua, darles de comer a mis hijos, jugar con ellos, sacar la basura, cenar, acompañarlos a la cama y finalmente, darme un baño para luego ir a la cama.
Una gira muy importante, pero como la que hace cualquier papá o mamá, nada del otro mundo.
La idea de separarme empezó a madurar incluso antes de que nazca Lautaro. Cómo serán las idas y vueltas de uno que hasta tuve un hijo en medio de una relación que ya tenía el certificado de defunción escrito.
¿Voy a lastimar mucho a mis hijos? ¿A qué edad de ellos será mejor hacerlo? ¿Cuando terminen la primaria, la secundaria o cuando se reciban de algo? ¿Cuando se casen? No eran pensamientos racionales en absoluto, pero uno en esa situación prácticamente no razona.
Y en materia de relaciones, nada es tan matemático, no hay tan solo blancos y negros. Todo pesa y todo influye. Los hijos, sobre todo. Todas esas variables demoran (y muchas veces suprimen) nuestras decisiones al respecto.
Pueden decirnos que somos en mayor parte agua, o que estamos compuestos por carne, huesos, nervios y órganos pero la verdad es que estamos hechos de decisiones. Y también de la falta de ellas. O, como me dijo hoy una amiga, de la falta de pelotas para tomarlas.
A veces se tarda, por miedo y el miedo distorsiona la realidad. Sin embargo hay algo concreto. Al separarte vas a sufrir. Y tus hijos también. Eso es muy real. Y es inevitable.
Cuando les escribí sobre Lucía se los comenté. A ella especialmente le rompí el corazón al irme de casa.
Y no tenerlos conmigo a diario es una cruz que pesa tanto. Son al mismo tiempo mi debilidad y mi mayor fortaleza. Es un sentimiento que solo vas a entender si tenés hijos. De otro modo, es muy difícil.
Sin embargo, consciente del dolor que causaba, tanto en mi como en ellos, necesitaba cortar esa relación. Estaba en medio de una tormenta y cuando se está en esa situación es mejor correrse. Aunque más no sea para caer en una tormenta nueva.
No creo en eso de no arrepentirse de nada. Sí me arrepiento de mis acciones u omisiones que lastimaron a alguien. Y también de aquellas en las que me lastimé solo.
Decisiones. Estamos hechos de ellas. Y de la ausencia de ellas.
No hay tiempos universales. Cada persona tiene sus tiempos, a cada uno le cae la ficha en diferentes momentos. Y dicen que nunca es tarde, pero eso no es cierto. A veces, puede ser muy tarde.
También ya saben aquellos que leyeron los posts "Lo que recuerdo del día que fallecí (I, II y III)" que creo firmemente que estamos acá para ser felices. Todo lo demás es perder el tiempo.
Hoy me encuentro nuevamente pasando la misma tormenta, con la esperanza de encontrar al menos otra tormenta. Pero quien dice, en una de esas sale el sol.
Y si ese sol viene con un par de estrellitas mucho mejor.
Perdí muchos momentos importantes con mis hijos. Ayer se dormían en mis brazos y hoy están enormes. Perdí paz. Pero gané en madurez y aprendí a que no voy a pasar por lo mismo otra vez.
Salud por las decisiones, y por la eterna búsqueda de la felicidad. Pero a esa felicidad la voy a buscar con mis pequeños, porque yo, yo soy con ellos.

martes, 9 de mayo de 2017

Adrenalina.

Jugar a la pelota era el placer de los dioses en mi infancia.
Jugar en el campito de la Torasso tenía una carga de adrenalina. Era un terreno privado así que de cuando en cuando enviaban a la policía a corrernos. En cuanto escuchábamos el grito "¡la cana!" el que llevaba la pelota la agarraba y todos salíamos corriendo en diferentes direcciones. Algunos hacia el arroyo, otros hacia la calle, trepando el alambrado o pasando como lagartijas por el agujero que le habíamos hecho a la tela.
Jugar en la calle de la cuadra también tenía su dosis de adrenalina, porque la pelota podía caer en la casa de Don Caro. El viejo Caro, para nosotros. Cuando la pelota daba en el borde del portón y volvía a la vereda, todos sentíamos un alivio y se escuchaba un "chango tené 'cuidao'".
Pero a veces inevitablemente la pelota caía en el jardín del viejo Caro y había que ir a pedírsela. A veces la devolvía. Y a veces no.
Cuando no la devolvía era la hora de la venganza. Me armé una honda con alambre y los balines eran pedacitos de cable. Me trepaba al techo de casa y me ponía cuerpo a tierra esperando pacientemente a que el viejo Caro salga al jardín. Ese era el instante preciso en que mi puntería no podía fallarme. Directo a la pelada. Lo hacía durante la siesta porque a esa hora no podía salir de la casa y en el techo, técnicamente estaba en la casa.
La adrenalina estaba a flor de piel cuando jugábamos al ring raje. Tocar el timbre de la casa de la vieja Antonia (todos los malvados de la cuadra eran viejos) y salir disparando para esconderse y escucharla putear era música para nuestros infantiles oídos.
La adrenalina corría a toda velocidad por las venas cuando a la maestra se le ocurría tomar lección en orden aleatorio en lugar de seguir el tranquilísimo orden alfabético. Debería estar prohibido hacerlo, es la versión escolar de la ruleta rusa.
Pero cuando realmente la adrenalina llegaba a punto de ebullición en las venas era cuando había que llamar por teléfono a la casa de la chica que te gustaba. Eso era un señor cagazo.
Y siempre, siempre maldita sea atendía otra persona.
Fer: "¿Está fulanita?" (No voy a dar nombres para no afectar la reputación de nadie)
Padre de la fulanita: "Sí, ¿quién habla?"
Fer: "Fernando."
Padre de la fulanita: "¿Y vos quién sos?"
Fer: "Un amigo."
Padre de la fulanita: "¿De dónde la conocés a MI HIJA?"
Fer: "Eeehhh del colegio señor."
Padre de la fulanita: " ... " (instinto asesino a flor de piel)
Fer: " ... " (respiración contenida)
Padre de la fulanita: "Fulanitaaaaaaaa, te llama un tal Fernando que dice que es un amigo tuyo que te conoce del colegioooooooo."
Padre de la fulania: "Ojo vos eh, ahí te paso con mi hija."
Ustedes pendejos la tiene tan fácil con el whatsapp.


domingo, 7 de mayo de 2017

Pequeños diálogos con el más pequeño.

Lautaro: "Papá, ¿vos sabés que al hombe adaña lo mordió una adaña y se convirtió en el hombe adaña?"
Fer: "No enano, no sabía eso. ¿Y qué estás haciendo ahora que andás silencioso?"
Lautaro: "Jugando con los cadacoles."
Fer: "¿Y qué te va a pasar si te muerde un caracol?"
Lautaro: "Voy a ser el hombe cadacol. Me va a salir un capadazón en la espalda."

Lautaro: "Papá, ¿de quién es esa Iglesia?"
Fer: "No es un iglesia Lau, es la Facultad de Artes, ahí van los nenes grandes a estudiar pintura, escultura, esas cosas."
Lautaro: "¿Y puedo pintar un arco iris?"
Fer: "Por supuesto."
Lautaro: "'¿Y puedo jugar con los materiales?"
Fer: "Me imagino que sí."
Lautaro: "'¿Y tienen un tobogán?"
Fer: "No amor, no tienen un tobogán."
Lautaro: "Entonces no quiero estudiar ahí cuando sea gande."

Lautaro: "¡Papá mirame, soy Batman!"
Fer: Corré Batman, corré.
Lautaro: "¡Papá, ese perro me persigue, alzame!"
Fer: "¿Qué no sos Batman vos? Defendete."
Lautaro: "Pero vos sos el papá de Batman, sos más fuerte que Batman. Alzame en los hombros."

Lautaro: "Papá, sabés qué me gusta mucho, mucho, mucho."
Fer: "Qué cosa cabeza."
Lautaro: "Darte muchos besos."

jueves, 4 de mayo de 2017

Vos viste cómo son las minas.

De chico puse a prueba los límites de mi vieja constantemente. Por qué no puedo hacer ésto, por qué no puedo ir a tal lugar, por qué está mal ésto, por qué, por qué, por qué. Y por qué.
No era muy honesto tampoco con ella. Y como mentiroso incipiente me pisaba solo lógicamente.
Y vos viste cómo son las minas, les mentís una vez y ya desconfían para toda la vida.
Fer: "Mamá, puedo quedarme a dormir en la casa de Pablo esta noche, tenemos que hacer un trabajo para el colegio."
La gringa: "Sí, claro, dos veces si querés. Hablo todos los días con tu maestra, no tenés nada para hacer con Pablo."
Obviamente no era cierto nada. Ni lo que yo decía ni lo que ella me decía. Pero yo le creía que hablaba con mi maestra.
Fer: (pensando) "Me descubrió, cómo hace."
Ya les conté que me pasaba horas jugando a la pelota con mis amigos del barrio. Obviamente, desde que oficialmente terminaba la siesta, es decir a partir de las cinco de la tarde.
Una de esas tardes estábamos en el campito de la Torasso, había llovido, todo lleno de barro ... hermoso. No hermoso para una madre que tiene que lavar la ropa. Pero sí hermoso para uno.
La cuestión es que fui a buscar la pelota y me resbalé. Me sostuve apoyándome sobre el césped con mi brazo izquierdo. También se resbaló el gordo Roberto y cayó con toda su humanidad sobre mi brazo. No fue hermoso.
Estamos hablando de un muchacho cruza de rinoceronte con tanque de guerra. Y estamos hablando de un Fer peso lástima de doce años.
Sentí un ruido y de inmediato empecé a revolcarme del dolor.
Me senté a un lado de la cancha hasta que terminó el partido, realmente no podía seguir. El dolor era insoportable.
Llegué a casa y le conté todo a mi vieja, peeeeeero, vos viste cómo son las minas:
Fer: "Ma, estaba jugando a la pelota y se cayó el gordo Roberto encima de mi brazo, me lo quebró."
La gringa: "Qué te lo va a quebrar, mirá vos, andá a bañarte, mira la roña que tenés encima, y mirate las zapatillas!!! Las zapatillas del colegio!!!."
Una tironeada de patillas y a bañarse. Me quedé una hora poniendo el brazo izquierdo bajo el chorro de agua caliente porque me calmaba algo el dolor.
Me pasaba los días con el brazo encogido porque no podía hacer nada con él. Estábamos en vacaciones de invierno por suerte.
Teníamos una estufa de esas con dos velas. A la siesta la encendía y acercaba el brazo porque el calorcito me aliviaba.
Fui a la carga una vez más.
Fer: "Ma, en serio, tengo el brazo quebrado."
La gringa: "Claro, para venir a la casa estás quebrado, bien que si podés salir a juntarte con los changos."
Vos viste cómo son las minas.
En fin, una tarde me fui a la casa de un amigo que vivía al lado de casa y me prestó su patineta. Empecé a usarla. Iba pisteando como un campeón, di con una piedra y me caí. Adivinen sobre cuál brazo. Ese.
Empecé a revolcarme otra vez del dolor y fui a mi casa:
Fer: "Mamá, llevame al médico por favor, me duele mucho el brazo."
La gringa: "Mirá, cuantito me hagás gastar una orden al pedo eh?."
Fuimos al traumatólogo, me tocó el brazo, hizo sacar una placa y lanzó el diagnóstico:
Médico: "Señora, su hijo tiene una fractura a la altura de la muñeca. Acá puede verla claramente."
La cara de mi vieja era todo. Y no empiecen con la gilada de "ay, muñequita quebrada".
El camino de vuelta a casa fue de ambos en silencio, sentados uno al lado del otro en un coche de la línea 3. Yo ya enyesado, claro. Y muy enojado con mi vieja. Y ella, vos viste cómo son las minas, le costó (bastante) pero admitió que se equivocó y me pidió perdón.
Ma, te amo, pero la tengo anotada. Una semana sin yeso por vos.

miércoles, 3 de mayo de 2017

Va queriendo.


Cuando arranqué hace tres meses y medio les dije que cuando lleguemos a las 10.000 visitas hacíamos alta joda. Paren la mano porque aún no cobré el aguinaldo.

Manual para matar.

¿Cómo matar a un no muerto? Lo sé, parece una pregunta estúpida, y quizás lo sea. Jamás me agradaron los dueños de verdades y no pretendo tr...