miércoles, 27 de diciembre de 2017

Defectos.

Tengo dos defectos. En realidad tengo unos cuantos más y quizás alguno de los que omita en este post sean más severos y seguramente la cantidad definitiva dependa de a quién le pregunten. Pero hoy voy a contarles sobre dos de ellos.
El primero es que siempre me olvido los paraguas. Y el segundo es que suelo irme por las ramas cuando estoy contando algo. Asi que por favor me avisan cuando esté sucediendo lo segundo.
Lo de los paraguas me ocurre desde que tengo memoria. Mi primer paraguas no era uno personalizado. No existían los paraguas infantiles. Y en la casa de Bernarda Alba, todo tenía flores. Manteles, sábanas, cubrecamas, cortinas de baño y los paraguas no iban a ser la excepción. Así las cosas, mi primer paraguas fue uno descartado por mi vieja, la gringa. Morado con flores blancas. Les confieso algo, a ese paraguas me lo olvidé a propósito. Y quizás ahí le di nacimiento a una maldición. Pero, cualquiera de ustedes hubiese hecho lo mismo. Imaginen al niño Fer, protegiendo su pequeña hombría con ese paraguas. Elegiría una y mil veces ser arrastrado por un canal. La cosa fue así, estábamos en una heladería con la Consuelo y unos primos mios y yo pedí uno de kinotos al whisky. Pedí ese sabor para no convidarle a nadie, mismo motivo por el cual desde pequeño me gusta la Paso de los Toros tónica. Pero, ya estoy cometiendo el segundo de mis defectos. Aproveché que mi tía estaba ocupada viendo que no se maten mis primos y arrojé ese paraguas en un canastito de basura.
Al último de mis paraguas lo perdí hace dos meses y habrá sido por lo menos el paraguas número veinte en ser extraviado. No exagero. Y si no es cierto, que ya les caiga un rayo encima. Es broma che, jamás querría que mueran mis lectores.
Al último paraguas que perdí lo dejé en un taxi en el que venía con mis hijos, el bolso de Lucía, la mochila de Lautaro, mi mochila y .. ta tan ta tan ... el paraguas. Y el rebelde accesorio se quedó en el auto. Mi preocupación era que no me falte ningún hijo. Desde ese momento me juré no usar nunca más un paraguas. En ese interín me empapé un par de veces, pero vaya que sabe rico ser un rebelde. Era un acto de justicia. Justicia. Eso pensé que hacía falta cuando vi durante medio cursado del cuarto año de la secundaria un compañero le hacía bullying a otro. Las agresiones físicas y verbales eran diarias. Pensé que algo tenía que hacer y recordé que en algún rincón de mi dormitorio aún tenía pirotecnia guardada. La llevé al otro día, esperé al primer recreo y fui el primero en subir las escaleras hasta mi curso. Ubiqué las cañitas voladoras y petardos dentro de sus carpetas y las encendí a todas. Ok, debo admitir algo más. Hubo un error de cálculo y lo que estimé que iba a ser un poco de humo y quizás un cachitito de fuego localizado se extendió por el curso completo. Hubo que abrir ventanas y echar agua. Un compañero me delató y la llamaron a mi vieja para mostrarle las consecuencias del incendiario Fer. Quince amonestaciones me costó hacer que termine el bullying. Y lo volvería a hacer con mucho gusto. Pero, otra vez me fui por las ramas ... por favor, la próxima me detienen.
He perdido paraguas en ómnibus, casas ajenas, el colegio, la facultad, taxis, bancos, tiendas de ropa, etc.. No hay rubro que no haya marcado con algún paraguas. Los tuve de todo tipo, simples, reforzados, automáticos tipo robot transformer ... no hay caso. Todos van a parar a otras manos gracias a mi generoso olvido.
Supe olvidar algún paraguas también en verdulerías y carnicerías. Carnicería ... eso me recuerda a cuando en la secundaria nos pedían que llevemos algún órgano de la vaca para ... explorarlo.
En mi grupo nos fuimos turnando. A mi me tocó el corazón, a otro un riñón, a otro una parte del hígado y al cuarto integrante ... ese cuarto integrante faltaba a cada reunión del grupo. Asi que para la siguiente clase pensé que era necesario otro acto de justicia. Le dije que la profesora había pedido los dos pulmones. Y la traquea.
Al día siguiente lo vi bajar del auto de su mamá cargando dos bolsas negras, de esas para poner la basura pero de las más grande, goteando sangre a su paso. Feliz el tipo me lanzó un "no sabés lo que me costó pero acá están los pulmones con la traquea".
Hasta el día de hoy lo veo y me rio media hora antes de decirle "hola, cómo estás".
Aprendió el pibe pero otra vez me fui por las ramas ... en fin, dos meses les dije que anduve sin paraguas hasta que finalmente esta semana y después de haber sido amenazado de sufrir una muerte espantosa de parte de mi novia, me compré uno. Y mi vieja me regaló otro por las dudas.
En definitiva, si ven un paraguas negro, cortito, con funda con manija y que hay que apretar un botón para que se cierre, es mio, me mandan un mensajito y voy a buscarlo.
Gracias por entender.

martes, 19 de diciembre de 2017

Quiebre.

La felicidad hasta hoy es una melodía que me resulta esquiva, la que ni siquiera puedo tararear.
No sé en qué momento mi vida tomó el camino equivocado, convirtiéndose en lo opuesto a lo que quería para mi.
Me fui con Diego un día 12 de junio, era un martes, llovía y corría ese viento frío que llega desde las cumbres tucumanas por la nevada.
Detrás quedaban unas cuantas historias de amor del malo, de esos que incluian engaños, algún que otro golpe ... amores perros que dejaron un par de cicatrices en el cuerpo y otras tantas en el alma.
Sin embargo, después de cinco años con Diego me siento como la pieza de un rompecabezas que no encaja en ningún lado, un error de fábrica que no puede ser subsanado.
Ojo,  Diego no era malo, Diego era para mi. No me refiero a que estábamos destinados, para nada, no hablo de esa ridícula leyenda del hilo rojo que une a dos almas, ¡por favor! Me refiero a que él hacía todo por y para mi, para verme feliz, era como un satélite girando alrededor mio, amándome todo el tiempo, cumpliendo todos mis antojos, consintiendo mis pedidos, hasta el más insólito, el más absurdo, dejándome mensajes de amor escritos por aquí y por allá ... por Dios, era insoportable.

No me juzguen, bien saben que todos los hombres son iguales, en algún momento, cuando yo hubiese estado completamente entregada a él me iba a clavar un puñal por la espalda.
Todos los que estuvieron antes lo hicieron, ¿por qué Diego iba a ser diferente? ¿Dónde se vio que una historia de amor sea real? El amor ... el amor es un invento de Hollywood.
Jamás me sentí toda una mujer con Diego. Antes tampoco. Pero ... Diego a pesar de ser tan bueno, tan dulce, tan romántico y tan hombre ... él me quitaba la ropa pero jamás me vio desnuda ... siento un poco de pena de decirle ésto pero tengo que decirle la verdad, estoy obligada, ¿no es así? la verdad es que mis orgasmos más intensos jamás fueron suyos.
Usted debería entenderme y ponerse un momento en mi lugar, no se haga el duro, mi vida era una comedia donde todo el mundo se reia de mi.
Estos cinco años fueron un calvario, forzando sonrisas, simulando gestos de manera calculada, actuando con maestría mi papel de esposa enamorada ...
Por eso lo maté.
Estábamos solos en la cocina, mientras conversábamos sobre los planes para el fin de semana y me pidió que lo ayude picando las verduras. Me dio el cuchillo chico, ese que termina en punta. Lo medí, lo sentí en mi mano derecha y se hizo carne en mi. No alcanzó a ver lo que venía, lo último que hizo fue lanzar un suspiro al aire antes de recibir la primer puñalada, que fue directo al cuello.
No le di tiempo a nada, su espalda fue el destino del resto de mi ataque hasta que se desplomó boca arriba sosteniendo su cuello con sus manos. Le brotaba la sangre por la boca y me miraba a los ojos, sorprendido, asustado. No pudo decirme nada. Con sus ojos me dijo todo.
Yo me quedé de pie frente a él hasta que solté el cuchillo y caí de rodillas a sus pies, en un mar de lágrimas mientras Diego se iba de este mundo.
Después de un rato, la verdad no sé decirle si fueron minutos, horas, días o años, los llamé a ustedes para que vengan a buscarme.
Y acá me tiene, esposada, sucia por la sangre de Diego, arruinada, rota por dentro desde que nací, quebrada. Mi vida fue un deja vu permanente, estuve encerrada en un bucle de infelicidad imposible de romper ... ¿Usted cree que por estar detrás de unas rejas voy a perder mi libertad? No me haga reir ... y no me haga perder más el tiempo, lléveme rápido con Diego que debe estar preocupado por mi, extrañando a su amor, ya debe haberme enviado mil mensajes ... por Dios, es insoportable ...

jueves, 14 de diciembre de 2017

Creo.

Cuando era niño y llegaba diciembre, era sinónimo de dos cosas: se terminaban las clases (por fin) y se acercaba Navidad. Los días previos hasta podía sentir un olorcito a Nochebuena.
Cada año llegaban de visita durante la semana familiares del interior de la provincia a regalarnos un lechón o pollos o un cabrito o una oveja. Y era mi abuela la encargada de preparar el plato principal. El resto de las integrantes de la casa de Bernarda Alba se ocupaba de hacer el resto de las compras (regalos incluidos) y de hacer los populares sanguchitos.
Mi responsabilidad era armar el arbolito. No era el arbolito más grande de la cuadra. Tampoco teníamos plata para comprar adornos nuevos todos los años, asi que tenía que manipular con mucho cuidado las guirnaldas para que no se rompa ninguna. No, no era claramente el arbolito más lindo pero era hermoso para mi.
Respecto de los regalos yo estaba convencido de que era el niño Dios en persona quien en algún momento pasaba a dejarme algún presente en el arbolito. El niño Dios. Un bebé que no sabía hablar y usaba pañales de tela.
Esa noche me ponía la mejor ropa y esperaba ansioso que salga la cena mientras me entretenía con los sanguchitos.
Y después del brindis, los besos y los deseos de las doce iba a toda velocidad a abrir mi regalo. Después se armaba un descontrol de niños en la cuadra, todos corriendo emocionados a mostrarle a los demás qué nos había traido ese bebé con super poderes.
Y como broche de oro para esos días mágicos llegaba Reyes. El barrio donde crecí está cerca de los cerros tucumanos y por las noches, si no hay nubes, pueden verse las luces de las casas que están en la cima. Todo el año pueden verse. Pero a partir del primero de enero para nosotros eran las luces de los reyes magos que venían camino a traernos más regalos. Nos volvíamos locos cortando césped, llenando vasos con agua, juntando galletas de esas que tenían forma de animales que no podían descifrarse y poniendo en la ventana un par de zapatos, el más decente de todos. El único en realidad.
Al amanecer encontraba un regalo nuevo. Seguramente habían entrado estos tres inmigrantes ilegales con tres animales exóticos de contrabando y con olor a incienso a dejarlo.
No habían dejando ningún rastro, salvo por el césped que había desaparecido, el agua se había terminado y las galletitas no estaban. Eran los únicos a los que les gustaban esas galletitas.
Y ese día se desarmaba el arbolito que con tanta emoción había armado.
Ese arbolito acompañó a las mujeres de casa hasta este año. Ya no daba para más. Y le dijimos a la Gringa que el arbolito nuevo iba a ser nuestro regalo de Navidad. Un árbol blanco me pidió, porque Jesús nació en invierno. Así fue que cargué un changuito con el árbol nuevo, adornos y luces mientras me vino una nostalgia muy grande por ese arbolito que por tantos años armé y desarmé, primero con mis manos de niño y más tarde con manos adolescentes.
Creo en todo lo que escribí.
Creo en esas memorias de mi infancia, en mi risa, en mis gritos emocionados, en mi desvelo feliz, en los sabores que aprendí de mi abuela.
Creo en ver felices ahora a mis hijos. Creo en encontrarme en sus ojitos, en sus pequeñas manos, en esa emoción que no ocultan esperando un regalo.
Creo en lo que creen, que vendrá un niño Dios en algún momento, mágico, que no sabremos nunca cuándo fue. creo que llegarán los reyes mientras ellos duermen.
Creo en que esa inocencia nos va a salvar.

jueves, 7 de diciembre de 2017

Estar.

Hoy asistí al acto de fin de clases de mis hijos. ¿Existe alguna escuela o colegio en este país donde los actos empiecen a la hora previste? ¡Qué fanatismo que tenemos los argentinos con la impuntualidad!
Y los números que arman para los pequeños. ¿De la mente de quién salen por favor?
El acto empezó con las palabras de compromiso de una locutora y el ingreso de la abanderada y escoltas de séptimo grado y del jardín de 5.
De repente presentaron a los mejores promedio de sexto grado y los de séptimo tuvieron que entregarles la bandera y las bandas. O sea que los de séptimo fueron desechados en ese instante.
Después siguió una cantidad insufrible de presentaciones. Sepan disculpar, no es que no tenga corazón, pero seamos honestos, ¿es requisito tener poca imaginación y creatividad para armar un número de un acto?
Mi hijo hizo de cola de cienpies. DE COLA DE CIENPIES. Lucía fue la primavera. Un rol mucho más digno al menos.
La música de fondo fue de Enya, Jennifer López, Pitbull, Ricky Martin, Pitbull de nuevo, Chino y Nacho, Nacho solo y Axel. Sí, dije Enya.
Creo que las presentaciones más insoportables fueron las de los chicos de séptimo y los de cuarto y quinto grado. Los primeros pasaron con una especie de espada luminosa mientras hacían la mímica de una canción y caminaban en círculos. Los segundos entraron con una linterna, haciendo también la mímica de una canción y ... caminaron en círculos. Espadas luminosas y linternas. Estaban todas las luces encendidas en el salón. Todas.
Párrafo aparte para los padres. Qué grupo que jamás llegaré a entender. Ese fanatismo que tienen por sobarle las espaldas a sus docentes favoritos, por formar una cuasi secta en whatsapp ... Y si llegás a estar en desacuerdo sos poco menos que el anticristo. Hitler es mejor persona que uno. Obviamente no estoy en ese grupo de whatsapp. Y tampoco me saluda ninguno. Eso que soy un amor de persona.
Lo más lindo fue darle un beso a mis pequeños. Estar ahí para ellos. Porque de eso se trata ¿no? Estar a pesar de tener que levantarme una hora antes, caminar once cuadras, esperar un interurbano, viajar en micro cincuenta minutos y repetir el viaje de retorno sólo para eso. Estar.

jueves, 30 de noviembre de 2017

Hombres.

Ya supe afirmar en más de una ocasión en el blog. Los hombres somos básicos, simples y elementales. No hay mucho para filosofar. Si nos ven complejos es porque ustedes mujeres, mar de complejidad (no lo tomen como crítica por favor, no me peguen, soy Fernando) nos imaginan tan complejos como ustedes. Pero no es así. Vuelvo a decirlo y repitan conmigo: básicos, simples y elementales. Basta ya de leer instructivos fallidos para interpretar la mente masculina. Ustedes mujeres también son de manual, solo que ese manual aún no terminó de escribirse.
Por ejemplo, un ejemplo demasiado burdo pero a la vez gráfico, las mujeres tienen un abanico de colores tan amplio como idiomas existen en la Tierra.
Los hombres no pasamos de los colores primarios y con suerte, de los secundarios. Para nosotros no existen los colores bordeau, camel (CAMEL sí), beige, ladrillo, salmón, aguamarina, perla, magenta, cian, carmesí, bermellón, escarlata, carmín, granate, esmeralda, jade, oliva, petróleo, acero, lavanda, turquesa, pomelo, limón, ámbar, nude, caqui, ocre, borgoña, durazno, hueso, marfil y las firmas siguen. Gracias a wikipedia por aportar la información.
Pasemos a las cremas: las hay para el cuello, rostro, CONTORNO DE OJOS, brazos, manos, piernas, pies, espalda, ombligo ... yo, simple, básico y elemental les hago la siguiente pregunta: ¿se dieron cuenta de que estamos hablando del mismo cuerpo de la misma piel de la misma mujer? ¿No sospechan que las están estafando? ¿El instinto femenino no les dice que algo está mal en ese sistema?
Vamos ahora al momento en el cual tenemos que acompañarlas a comprar algo. Admiro sinceramente las ganas de probarse treinta y dos prendas. Mientras tanto los muchachos soportamos estóicamente nuestro papel de arlequín sosteniendo modelos de ropa y dando nuestra opinión cual periodista de moda desde nuestra mente que, ¿cómo es? básica, simple y elemental:

"¿Cómo me queda gordo?"
...
"Y ... lindo."
...
"¿Pero éste me ajusta más que el otro en la cintura, vos qué opinás, me queda mejor que el color aguamarina?"
...

En ese instante nuestro cerebro, básico, simple y elemental intenta procesar qué es el color aguamarina y a cuál de las treinta y dos prendas se refiere.

...
"Y ... sí, te queda lindo gorda, llevalo a ese."

Llevalo a ese. Ojalá fuese tan sencillo.
La mujer sigue viendo qué llevarse hasta el momento de pagar en la caja. Es como el tiburón cuando huele sangre.

Y los shampoos. Si alguien como yo fue a buscar un shampoo para su mujer, y le dieron una indicación que decía "cabellos dañados" seguramente se dieron con la novedad de que no termina ahí la clasificación. Encontrás el shampoo para cabellos dañados con castaña de cajú, con palta, con avellanas, con leche de almendras, con limón ... chicas, en cualquier momento sale de guacamole. Tarea imposible para un cerebro simple, básico y elemental.

Pasemos al popular "gordo, ¿te pasa algo?" Zanjemos la situación de manera definitiva. Los hombres muchas veces, por no decir siempre, tenemos el super poder de no pensar en nada. Mirada perdida en el horizonte, en el techo, en la heladera, donde sea, simplemente no pensando nada. No hay conspiración, no hay confabulación, no hay nada más que una mente básica, simple y elemental no pensando en nada.

Así que cuando ustedes se pregunten, ¿por qué está así? no elaboren teorías apocalípticas. Lo más probable es que la respuesta no salga de dos alternativas. Simplemente no te quiere, simplemente no tiene ganas, simplemente te ama, simplemente está dolido, simplemente está triste ... ¿Por qué? Fácil. Somos simples, básicos y elementales.

lunes, 27 de noviembre de 2017

Que te mejores.

Resulta que estoy con tos desde hace unos días. Al margen de los medicamentos que ya me hizo comprar el neumonólogo, o los que me hace comprar cada médico cuando recurro a ellos, siempre complemento la medicación con los populares remedios caseros.
En este caso puntual no pueden faltar la miel con limón o la limonada caliente. A todos éstos remedios los aprendí de mi abuela, la Maga, que se atribuía mis recuperaciones de mis numerosas enfermedades a sus dones de cuasi chamana.
Ella era bastante brava, pero cuando yo caía en cama se transformaba y era una mujer muy dulce.
La Maga fue la responsable de completar el tratamiento cada vez que me subían los piojos en mi infancia (algo les había contado en "Te va a picar la cabeza") Empezaba mi vieja sacándome cada bicho con paciencia china para hacerlos trinar con un pellizcón y luego me echaba algún producto que los mataba a todos. Esos productos no eran como los de ahora, aptos para niños sensibles, que no generan ardor, comezón ni mucho menos hacen llorar y todos los niños rien en las publicidades. Esos líquidos especiales parecían lava literalmente y el niño Fer lloraba a gritos. Ahí no se terminaba la tortura. Para darle un broche de oro, venía la Maga y embebía mis cabellos infantiles en vinagre de alcohol para luego envolver mi pequeña gran cabeza con un cancán. Señor, ¿dónde estabas cuando te necesitaba?
Así pasaba toda la noche, sientiendo cómo a mi cabeza le faltaba un toque de oliva para ser una ensalada y preguntándome qué sería de mi.
Al amanecer sólo se me permitía sacarme la media y nada de lavarme la cabeza. Ese hedor me acompañaba durante el viaje en micro y durante toda la mañana en el colegio:

Compañero: "Chango, ¿que tenés piojos?"
Fer: "No, ¿por?" (con cara de sorpresa, obviamente)
Compañero: "Tenés una baranda a vinagre ... vos estás con piojos ... ¡eh chicos, no se junten con él que tiene piojos, los va a contagiar!"

Qué tipo basura. En fin, crueldades de los chicos.

A mis 5 años caí enfermo de hepatitis. Me pasé 40 días en cama. En realidad, iba de la cama al sofá y del sofá a la cama, con breves escalas en el baño. Sí, seguí al pie de la letra el reposo y tomaba cada pastilla pero aparecía la Maga para alimentarme con la dieta salvadora, la cual consistía en albóndigas con todo el ajo que traia el verdulero en su carro. Eran ajo con carne cada uno de mis cuarenta días. Quizás desarrollé con el ajo el síndrome de estocolmo y por eso aún me gusta mucho.

En otras ocasiones ante el menor moco o a la primer tos que escuchaba aparecía la Maga con su tratamiento, el cual consistía en:
a) Acostarme.
b) Tomar una cucharada de miel con limón.
c) Beber una limonada caliente sin nada que la endulce. Caliente nivel volcán. Literalmente podía sentir como se me desprendía la piel del paladar.
d) Taparme con una colcha. Imaginate esa escena en el verano tucumano.
e) Acercarme una olla llena de agua hirviendo con sal y hojas de eucalpito, taparme la cabeza con una toalla y aspirar el humo. Amigos de la CIA, si no saben cómo sacarle un dato a alguien del ISIS, pueden hablar conmigo. Mis ojos ardían, mis fosas nasales se derretían y mi cara se transformaba lentamente en un cuadro de Picasso.
Y aunque no lo crean acá estoy. Sobreviví.

Sigo con tos y acá estoy, buscando el frasco de miel trayendo a la Maga de regreso a mi vida. Hasta puedo escucharla decir "andá a la cama chango ... que te mejores hijo".

martes, 21 de noviembre de 2017

Te hubieses enamorado de mis inviernos.

No es por ser presunciosa, pero es fácil enamorarse de mis primaveras y de mis veranos. Incluso hasta de mis otoños.
Resulta sencillo sentirse seducido por mi risa, mis abrazos o mis besos y no es extraño que te entregues por completo ante mis recetas de cocina.
No se trata de presumir, repito, pero es difícil salir de mi cama una vez que te atrapé con mis piernas.
Lo complicado es enamorarse de mis inviernos, de mis dolores, de mis cambios de humor, de mis rabietas repentinas, de mis silencios.
Si tan solo te hubieses enamorado de ellos, te habrías ganado más veranos.
No puedes reclamarme que no te haya dado varias oportunidades, pero toda el agua que derramaron mis ojos no bastó para apagar tus incendios. Evidentemente, tus inviernos son más crudos que los mios.
Me extrañas, lo sé. Es que, como diría el gran Leonard, quién sino yo para llevarte a mil besos de profundidad.
Seguramente te quedó grabado el instante en que me abrí como capullo al sol para ti. Probablemente no puedas olvidar cada momento que pasé al lado tuyo.
Sabes bien que te amé, que te amé con el alma, amé hasta tu físico de segunda mano, con todo lo que fui, y con todo lo que soy.
Soy buena en el amor. Y también en el odio. Es a mitad de camino donde no sé cómo reaccionar. Ahí, en esa banda, me quedo paralizada.
Sí, no tengo dudas, me extrañas.
Pero ya me conoces, no soy ni fui jamás una conformista. Por eso mismo me niego a ser una más de tus memorias.
Voy a ser la causa por la cual tu orgullo se arrastre por el barro, tu eterno sentimiento no correspondido, el nombre que grites en silencio en camas ajenas, quien aparezca en medio de las ovejas en tus noches en vela, la más puta de tus musas y por quien revientes de rabia por la impotencia de saberme en los brazos de otro.
Ahora ya es tarde, ya no necesito escucharte, y cada palabra que lances irá en contra tuya de todos modos.
Todo éste martirio podrías haberlo evitado, si tan solo te hubieses enamorado de mis inviernos.

jueves, 9 de noviembre de 2017

Profecía autocumplida.

Se anuncia. Se ve venir.
Está claro que esta noche cuando vaya a tu casa, no será para retirarme después de intercambiar solamente algunas palabras de ocasión.
Ésta noche no habrá palabras. Salvo esas, las justas y necesarias, esas que probablemente llames sucias.
Para serte finalmente honesto, estoy harto de ser hipnotizado por tus piernas y tener que disimular todo lo que despiertas en mi.
Definitivamente cuando cruce esa puerta crecerá dentro tuyo un ejército indomable, respiraremos un aire diminuto, entrecortado.
Me acerco y presiento como ese ejército que comandas corre embravecido, tambalea ... mi sangre se apresura cuando hundes tus dientes en mi hombro y tus uñas en mi espalda.
Tus piernas me abrazan, como pretendiendo fundirnos a ambos en uno solo, una unión que tan solo disolvemos para descubrir que mis manos fueron hechas a medida de tus caderas.
Dentro tuyo te revelo, con hambre y sed; haces que despierte en mi también un ejército que sucumbe ante tus labios, esos mismos labios, que transformados en flor carnívora, convierten a mi ejército en rio crecido.
Puedes llamarle a esta noche "crónica de una profecía autocumplida". Para mi ... para mi el nombre es lo de menos.

viernes, 3 de noviembre de 2017

Made in.

Qué soy. De qué estoy hecho. Para qué estoy. Tengo mil preguntas. Y voy contando poco menos de diez respuestas. Y cada respuesta genera una repregunta.
Estoy hecho de mil cosas.Y otras cosas que paradójicamente no son cosas.
Del libro de recetas de la Chicha que leía desde niño, para aprenderlas de memoria y seguir con la mirada cómo cocinaban las integrantes de la casa de Bernarda Alba.
De las historietas, enciclopedias y manuales que me compró la Consu, que generaron mil fantasías en mi mente, que finalmente era mucho más entretenida que los chicos de mi edad.
De los juegos que inventaba. De las capitales del mundo que soñaba visitar. De las banderas que sabía de memoria.
De los turnos extra que tomaba mi vieja en el hospital para parar la olla.
De los mimos de mi tío abuelo.
De la casa en el campo, del calor insoportable, la tierra que se levantaba con el mínimo viento, el miedo a las víboras y los asados al aire libre.
De los aromas a sopa y puchero que desde temprano elaboraba mi abuela.
Del chevy de mi padrino. De su brazo firme y sus palabras duras.
De mis amigos. Los buenos y los no tanto.
De mis errores, que fueron muchos.
De los pañales, mamaderas y desvelos con mis hijos.
De sus risas, abrazos, primeras y últimas palabras.
De sus gritos, enojos, llantos, dolores.
Del amor que me da ella. De sus besos. Los que ya me dio. Y todos los que falta que me regale.
De las ganas que tengo de verla.
De las comidas que preparo.
De las letras que vuelco en la compu como una catarata.
De este par de lágrimas que se me escapan.
De lo que dejo en cada persona.
Incorregible. Cambiante. Muy cambiante. Duro. Estructurado. Desordenado. Cariñoso. Rencoroso. Un poco (mucho) imbécil a veces. Exigente. Ausente. Presente. Cocinero. Escritor. Papá. Novio. Hijo.
Y de todas las cosas que me faltan vivir aún.

viernes, 27 de octubre de 2017

El ermitaño.

Por lo general soy extremadamente sociable. Me gusta charlar. Salvo cuando me empezás a caer mal. En ese instante prefiero llamarme a silencio. Con el silencio tengo una buena relación. No nos hablamos. Pero nos respetamos. Lo necesito cada tanto. Ese cada tanto quizás lo tenga este fin de semana. Les aviso, es probable que lo aproveche para escribir el prólogo de un libro de BENDITO ERES. Este es el momento en que ustedes aplauden.
Pero volvamos a lo importante. Volvamos al silencio, esos momentos de silencio de los que les hablé en "Vivo". Tan necesarios como probablemente difíciles de comprender o aceptar para los demás.
Aislarme me recarga, me ayuda a pensar con claridad.
Ermitaño en medio de la ciudad. Es un estado en el cual caigo de la nada.
Así estaba hace unos quince días. Era mi cumpleaños. Me subí al colectivo que me lleva a la ciudad donde viven mis hijos, tenía que buscarlos para que festejen conmigo. El odioso chofer, que parecía olfatear mi irritabilidad, decidió parar unos metros más adelante obligándome a correr para alcanzarlo. En mis manos llevaba unas velas para poner en la torta.
Me senté en la penúltima fila de asientos de pares. Del otro lado del pasillo, una chica hippie me miraba al punto de hacer brotar mi estado de aislamiento:

Chica hippie: "Disculpa, el colectivo para donde se detuvo, no donde vos estabas."
Creo que todos vamos a estar de acuerdo con ... ¿quién te consultó a vos hermana? Pero no, no contesto así.
Fer:  "No, para donde yo estaba."
Chica hippie: "No, para donde se detuvo."
Fer: "Flaca, no voy a discutir, es un sin sentido."

El viaje siguió, yo iba contestando mensajes saludándome por hacerme un poco más viejo y se me cae la vela.
En ese instante veo que la chica hippie abre una especie de bolsa madre de la cual saca un puñado de bolsas.
Chica hippie: "¿Querés una bolsa?"
Fer: "No, te agradezco."
Chica hippie: "¿Vas a un cumpleaños infantil?"
Fer: (con la utópica idea de darle un cierre a la charla) "Sí, es un cumpleaños infantil."
Chica hippie: "¡¡¡Eeehhh qué bueno!!!, yo soy animadora infantil, dame permiso, me siento con vos y te cuento qué cosas hago."
Fer: "Flaca, no, dejá, te hice una broma, no es un cumpleaños infantil, es mi cumpleaños."
Chica hippie: "¿Es de verdad tu cumpleaños hoy?"
Fer: "Sí, así es."
Chica hippie: "¡¡¡Eeeehhh feliz cumpleeeee amigooooo!!!"
Y se puso a cantarme el feliz cumpleaños. En medio del colectivo. A mi. Con mi estado ermitaño a flor de piel.
Fer: "Gracias flaca, gracias."
De repente se llamó a silencio el resto del viaje, como si por un momento hubiese sido poseída por el espíritu de Xuxa.

Así se me fue ese instante precioso que tenía para mi. Gracias niña hippie.
Mañana sábado por la tarde, les voy avisando, será mi momento ermitaño. Están todos avisados. Vos también chica hippie.

miércoles, 25 de octubre de 2017

Deseos.

Cuando era niño tenía ciertos gestos comunes a todos los niños del mundo. Pasaba un avión y saludaba, "¡chau avión!". Pasaba un helicóptero y le gribaba "¡llevame!". Pasaba el heladero a la tarde y salía disparado como bala por detrás de su bicicleta. Tomaba agua de alguna manguera cuando terminaba de jugar al fútbol. A los volantines (o cometas) los lanzaba al aire lo máximo posible y me lanzaba a correr por el terreno de la Torasso hasta que el piolín se ponga tenso. Era lo más cerca que podía estar del cielo. Hablando del cielo, daba vueltas hasta marearme y caerme y ver cómo las nubes corrían tan rápido como mis ganas de vivir. Y cuando atrapaba un panadero (no al vendedor de pan, no sean zonzos, me refiero a esas florcitas blancas que lleva el viento) pedía un deseo.
Me peleaba a los empujones con mis amigos para cazar un panadero al vuelo.
Mis sueños ... iban desde ganarle al equipo de fútbol de la cuadra que casi siempre nos ganaba, hasta aprobar un examen, pasando por una señal de "la de ojitos claros" que indique que algo le gustaba, por conseguir que mi vieja pueda comprarme ese juguete que tanto quería, por poder ganarle una pelea al grandote del barrio, o por conducir a un Mazinger Z en la vida real.
Uno a uno algunos de esos sueños se fueron yendo, cumplidos o evaporados. Alguna vez les ganamos a "los mejores" jugando a la pelota cargándome el equipo al hombro. Los exámenes jamás fueron un problema, modestia aparte. "La de ojitos claros" en cambio, jamás me brindó esa señal. Los juguetes ... ustedes ya saben cómo terminó esa historia. El grandote del barrio terminó con un ojo morado. Y yo con el labio inferior partido. Pero gané por puntos. Y el Mazinger Z de la vida real jamás apareció.

Fer: "¡Hijos! ¡Vamos! ¡Se tienen que bañar!"
Lucía: "Esperá papá."
Fer: "¡Dale hija, no tengo todo el día!"
Lucía: "Esperá que tengo que agarrar ese panadero ... esperame que tengo que pedir un deseo."
Fer: "Enano, mirá, acá hay otro ... tomá, agarralo y pedí un deseo vos también."
Lautaro: "Gracias papi."
Fer: "Bueno, ahora sí, a bañarnos."

Eso cambia drásticamente cuando sos papá. Que todos los panaderos son para ellos.

viernes, 20 de octubre de 2017

Maratón.

Las escuelas y colegios suelen organizar actividades que involuran a los padres de los niños. Muchas veces con una dosis de fantasía insólita. Quizás asuman que ya me gané el telekino y el tiempo me sobra. O quizás simplemente la directora simplemente viva en una burbuja.
Así es que surgen sesiones de música, deportivas, actos en general en días y horarios insólitos por las razones más descabelladas que se les ocurran.
De ese modo, un buen día la directora del colegio al que asisten mis hijos se levantó pensando "cómo puedo arruinarles el sábado a la mañana a los padres", y seguramente le pareció adecuado organizar una maratón y una exhibición de zumba.
A las 8:30 estuve presente con mis hijos. OCHO Y TREINTA DE LA MAÑANA DE UN SABADO.
Me encontré con dos maestras, cinco madres, un padre y menos de diez niños. Faltaba que pase girando uno de esos rollos de arbustos secos que se ven en las películas del lejano oeste.
A las nueve de la mañana llegó una camioneta con el escenario para armar.
Hasta eso estuve haciendo sociales con los amigos de mis hijos.

Lauti: "Papi, él es mi amigo."
Fer: "Hola, ¿cómo te llamás?"
Nene: "Eloy."
Fer: "¡¡¡Eloy!!!, ¿y cómo se llama tu papá? ¿Elayer? ¿Y cuando tengas un hijo, cómo le vas a poner? ¿Elmañana?"
Nene: "Está loco tu papá."
Por suerte no me trató de pelotudo. Vamos progresando.

Lucía: "Vicky, vení, él es mi papá."
Fer: "Hola Vicky, ¿cómo estás? ¿vos sabías que yo sé bailar como Michael Jackson?"
Lucía: "Papá por favor comportate ... vamos Vicky para allá."

De ese modo me quedé solo hasta la hora de la largada (no me caen simpáticos los otros padres, shhh, no digan nada), a eso de las diez de la mañana. Una hora y media después de lo indicado por el colegio.

Fer. "Lucía, vos vas a salir primero, Lauti, vos vas a correr conmigo, escuchá enano, arrancamos despacio, leeeeento, y cuando vayamos por la mitad, le metemos velocidad y ganamos, ¿entendiste?"
Lauti: "Sí papá."
Dos vueltas a la manzana era la "maratón" ... y dieron la voz de largada:

Lauti: "¡¡¡Eeeeloooooyyyyy te voy a ganaaaaar!!!"
Fer: "¡¡¡Enanooo, pará locoooo, la planificación, acordateeee!!!"

Allí se fue al carajo toda la planificación, con mi hija corriendo adelante, con mi hijo corriendo un poco más atrás y yo tratando de no perder de vista a ninguno de los dos.
Faltando una cuadra para la meta se me fundió el hijo más chico.

Lauti: "Papá, alzame."
Fer: "Bueno enano, vení, subí."
Lauti: "¡Pero corré papá! ¡Estamos perdiendo!"

Empecé a correr a todo lo que daba con el enano siendo revoleado en mis hombros para recuperar el terreno perdido y diez metros antes de llegar:

Lauti: "Papá, bajame acá asi no me ven que vos me alzas."

Directo al corazón. En fin, terminamos en medio del montón. Después de eso hicieron un sorteo y adivinen quién fue el niño cantor. Sí, mi hijo el mudo.
Después de esos sorteos (de los que no sacamos absolutamente nada) llegó la exhibición de zumba y traten de acertar, quiénes quedaron en primera fija. Sí, el trío galleta.
De los tres, Lautaro es el único con swing. Lucía y yo ... amamos bailar, pero nuestros cuerpos no se enteraron. Somos un par de masas descoordinadas que parecen estar convulsionando al ritmo de la zumba.
A las doce terminó la tortura.

Señora directora, Ud. es diabólica. Y como el resto de los padres, tampoco me cae bien.

domingo, 15 de octubre de 2017

Treinta y nueve.

Amanece y repito esa cifra, esperando que eso me diga algo, que me traiga una respuesta y ... nada. Treinta y nueve.
Amanezco solo, con ganas de escribir éstas líneas. Más tarde tengo que ir a buscar a mis hijos y luego esperar a mi novia para que ir a festejar mi cumpleaños en la casa de Bernarda Alba.
Fue un lunes como hoy, pero a las cuatro de la tarde (quizás por eso disfruto tanto de las siestas) y transcurría el año 1978.
Eso quedó asentado en mi acta de nacimiento: la fecha y los datos de mis padres, mi mamá y rayita. Sí, como mi viejo no se dignó en congratularnos con su presencia soy hijo de rayita. Así que si vos también sos hijo de rayita en una de esas somos hermanos y no nos conocemos. Parece que rayita anduvo haciendo estragos ...
Sin embargo tengo otra acta de nacimiento, que es la historia clínica de mi salida del hospital de hace cuatro años y pico. Shock séptico dice. Por lo general esas palabritas mágicas aparecen en un certificado de defunción. Pero en mi caso es la prueba de que yerba mala ... no, ni la neumonía con la gripe a juntas la matan.
Eso convierte definitivamente a ese papel en mi segunda acta de nacimiento.
A ver, la cantidad de veces que muté desde entonces ... sinceramente perdí la cuenta. Tanto que me perdí lógicamente. Y ahora estamos en el proceso de volver a encontrarnos. No sé por qué les hablo en plural, como si tuviese una numerosa cantidad de personalidades ... callate loco, se van a dar cuenta de que estamos locos.
En medio de todas esas mutaciones nació BENDITO ERES, producto del cual estoy muy orgulloso de poder haber llegado a todos ustedes aunque sea por unos minutos a la semana.
Tengo mucho,
Tengo dos hijos que me vuelven loco. Que no los tengo conmigo pero están siempre. Están cuando cruzo los canales de dibujos animados, cuando veo niños por la calle, cuando me voy a dormir, cuando despierto, cuando sueño, cuando respiro.
Tengo una compañera que alivia mis cargas ... que me ama. Y no es poca cosa.
Tengo a mi familia, las integrantes de la casa de Bernarda Alba, que están siempre al pie del cañón.
Tengo trabajo, salud y ganas de vivir. Muchas. Pero, soy ambicioso, quiero más.
Quiero:
1. Aprender la coreo de Thriller.
2. Conocer Praga, Lima y México DF
3. Aprender a cocinar recetas nuevas.
4. Correr una media maratón. Loco, no llego a los 42 kilómetros, no hay chance.
5. Ganar el telekino. Ok, éste punto no depende taaaaanto de mi. Pero Diosito, si te copa tirarme un centro, no me voy a quejar.
6. Lanzarme en paracaídas.
7. Hacer nuevos amigos. No es que los actuales no me gusten, no se pongan celosos.
8. Casarme
9. Agrandar la familia
10. Ser mejor persona cada día de lo que reste de mi vida.
A los que están conmigo, gracias, gracias por amarme, por soportarme, por cuidarme.
Se los agradece este ser de carcajadas explosivas, de humor sarcástico, ciclotímico, indeciso, charlatán hasta el hartazgo y mudo hasta el cansancio, que le resulta imposible hablar en voz baja, protector, peleador, super apasionado en todo lo que me gusta, cocinero de alma, rápido y prolijo con los números ajenos y un desastre con los propios, un atrevido de la literatura, amante del buen vino,  soñador, llorón, puteador compulsivo, fuerte, frágil, testarudo, rencoroso ... gracias por aceptarme con tantas cosas no tan buenas que tengo (pero que trabajo para mejorar)

PD: A quienes me escriban para saludarme: les voy a responder a todos. Palabra de honor.

jueves, 12 de octubre de 2017

Un parto.

Fue por estos días pero en el mes de enero que publiqué mi primer post (Hola, soy Fernando) Fue como parir (no quiero exagerar mujeres) y casualmente estoy llegando a los nueve meses publicando.
En esos días mi cabeza hervía. Escribir fue un desahogo y a la vez un intento desesperado por llenar algo. Un algo.
Charlando con una amiga esta semana, ella me recordó un par de cosas.
Primero, este blog nació con fecha de vencimiento. Conociéndome, sé que soy de aburrirme fácil y busco constantemente algo nuevo. Detesto con todo mi corazón la rutina. Por otro lado pensaba que probablemente mi ingenio no me dure demasiado.
Todo eso cambió. Hoy el blog es un cheque en blanco. La fecha de vencimiento se dará cuando deba darse. Y punto. Me sentí muy dictador al escribir ese "y punto".
En cuanto a mi ingenio ... creo que después de nueve meses publicando con una frecuencia de al menos una vez a la semana podemos concluir que por ahora no viene fallando (crucemos los dedos por favor)
Empecé este blog contando de a tramos mi historia, yendo y viniendo en el tiempo. Luego le agregué cuentos, poemas, fotos. Este blog va y viene. En el tiempo y en la temática.
Me gusta escribir, me gusta llegarles a ustedes, me fascina que me escriban, por favor no dejen de hacerlo. Los que lo hicieron saben que respondí cada uno de sus mensajes. Me gusta (y mucho) saber que con palabras e historias simples muchos de ustedes se sienten identificados.
Haber llegado a contar con casi 700 seguidores en la página del face, y a lograr más de 17.000 clics en google fue mucho más de lo esperado.
Y hablando de cosas inesperadas, lograr una conexión con gente que no conozco fue de lo más lindo que sucedió.
No podría nombrarlos a todos porque temo olvidar algún nombre pero, gracias por leer cada historia, por comentar ... gracias por estar.
Y a los anónimos que siempre dicen presente, también muchas gracias por supuesto.
Nos estamos leyendo.

miércoles, 11 de octubre de 2017

Quizás.

No quiero obsesionarme con el tema, pero estoy a punto de cumplir 32 años y no tuve lo que se llama "suerte con los hombres". Como si se tratase de una cuestión de azar, de meter la mano en un tazón, sacar un papelito con un nombre que diga "Joaquín" y listo, él es el indicado. O no.
Lamentablemente es mucho más complejo que eso. Quizás yo no sea la indicada para nadie. ¿Y si soy un error de la matrix?
Encima mi instinto no me ayuda.
Sentido común, ¿quién te llamaría la atención a vos, a cualquier mujer en cualquier reunión? El hombre lindo, divertido, el que parece interesante de un solo golpe de vista. No nos engañemos, todo entra por los ojos.
Será porque vengo herida, no sé, pero termino interesándome en el tipo de anteojos, peinado con raya a un costado, con nulo gusto para vestirse, con un vaso en la mano, que está parado solo al lado de una lámpara moviendose con total y completa descoordinación sin pegar un solo paso de la música de fondo.
Ese, que seguramente está divorciado por segunda vez, que tiene dos hijos de cada matrimonio, que por lo menos una de las ex está loca y muy probablemente viva con sus padres porque no tiene un mango.
Una suerte la mía ...
Quizás la culpa haya sido de Hugo. Cada vez que escuchaba de alguna amiga que se involucraba con un tipo casado me indignaba. Cómo podían ser tan estúpidas.
Pues bien, acá tienen a una estúpida más. Hugo era mi jefe, me trataba increíble. Un caballero hecho y derecho. Buenmozo, super atento, buen padre, simpático ... era todo lo que una podía pedir. La cuestión es que me enamoré. O él me enamoró, lo dejemos así para transmitirle algo de responsabilidad a Hugo.
El tema es que no pasó mucho tiempo desde que noté cómo me miraba cada vez que me acercaba a la fotocopiadora hasta pasar las siestas en el hotel más cercano al trabajo.
Horas extras se llamaban.
Empecé a sentir culpa. Celos. Amaba a Hugo pero lo quería para mi. ¿Está mal? ¿Está mal reclamar lo que es mio en los hechos? Me consta que mi ropa le estorbaba a sus pensamientos.
Pero para Hugo yo no era lo que yo pensaba. Yo no era su amor. Era tan solo la mina del trabajo que le gustaba. Y que se dió el gusto de llevarla a una cama. Y al piso. Y a la ducha. Y a la cama otra vez.
Llegaron las consabidas promesas de dejar a su mujer, que yo era el amor de su vida, que con su esposa las cosas estaban mal, pero que le daban pena los niños ... en fin. Viví la eterna espera durante tres años y pico. Tres años viviendo a la sombra de otra mujer. ¿Viviendo dije? Qué vergüenza llamar vivir a una etapa tan oscura.
Y ahí está Hugo, feliz como una perdiz en su foto de perfil de facebook con su mujer y sus hijos. Una familia perfecta. Los Ingalls son aprendices al lado de ellos.
Y acá estoy yo en mi foto de perfil, abrazando una maceta con un cáctus.
Maldita sea yo por haberme enamorado de ese tipo.
Finalmente renuncié a ese trabajo. Y a Hugo.
Todo para caer rendida a los pies de Diego. Qué decirles de Diego. Era el tipo perfecto. Soltero, sin hijos, profesional, joven, con proyectos. Era todo.
Dos veces les dije "era" desde que empecé a contarles sobre Diego, ¿se dieron cuenta?
Diego era genial, nunca teníamos un desencuentro. Un compañero ideal. Nunca vi venir la tormenta.
En enero pasado íbamos a irnos de vacaciones a Brasil. Empecé a armar las valijas y no terminaba más. Ropa por si hacía calor, mucho calor, ropa de media estación, ropa por si hacía frío, por si había auroras boreales, arco iris, tsunamis, invasiones alienígenas ... no terminaba más.
De repente .... de repente, como si se tratase de una broma de pésimo gusto Diego ya no me amaba. Así como leen, me plantó en el aeropuerto y tan sólo tuvo coraje para mandarme un mensaje avisándome que había cancelado todo porque estaba enamorado de otra mujer, con la que quería casarse.
Evidentemente hoy en día los hombres tienen los testículos demasiado pequeños para hablar las cosas importantes cara a cara.
En fin, acá estoy, en el cumpleaños de un amigo, a punto de irme al departamento de Joaquín. Así se llama el extraño descoordinado que estaba solo en un rincón. Resulta que no tiene dos ex. Tiene una sola (que sí, está bastante loca) Y tiene un par de pequeños, de quienes me mostró unas cuantas fotos en su celular y le brillan los ojos cuando habla de ellos. Joaquín vive solo. Y parece ser un buen tipo que no tuvo lo que se llama "suerte con las mujeres".
Quizás pueda darle una mano con la estética, tan solo necesita aprender a combinar la ropa. Y un mejor corte de pelo. Y clases de baile. Y una primera noche de amor.
Quizás yo también esté necesitando lo último.

lunes, 9 de octubre de 2017

Té con leche.

Siempre esa mezcla me pareció una aberración. A qué trastornado se le ocurrió entreverar leche con té. Con lo simpática que es la combinación de la leche con el chocolate o con el café o simplemente sola. Y el té ... el té ya solo es suficiente castigo, por qué tanta saña buscando vaya uno a saber qué agregando leche a la misma taza.
Mis desayunos en la casa antes de ir ala escuela eran preparados por mi abuela. Variaban entre café con leche o mate cocido, dependiendo de la época del mes. Un par de tortillas y listo. Cada tanto la Maga intentaba colarme un té con leche cuando andábamos escasos de café.
Fer: "Abuela, qué asco ... encima tiene nata ... ¡voy a vomitar!"
Literalmente, me iba a vomitar.
Esa historia de desamor existió durante 35 años y 8 meses. Hasta que se me dio por entrar en coma por culpa de la gripe A y de la neumonía, historia ya contada (y referenciada) con lujo de detalles en este blog.
Una vez sacudido de mis sueños de no tan bello durmiente, y estando en la sala para los menos moribundos, estuve adaptándome a la rutina de mi nueva vida.
A las seis de la mañana me despertaba el ruido de la balanza que arrastraban por el pasillo de la sala 3. Era la hora de pesarnos para ver si le estábamos ganando la guerra a la parca.
Después de eso, llegaba la médica que hacía los controles que se repetían con una monotonía que solamente era interrumpida por su simpatía. Igual, no estaba en condiciones de hacerme el galán ... 15 kilos menos, ropa de entrecasa, y conectado a tantos tubos que me perdía intentando contarlos.
En la tercera parte de la mañana, a eso de las siete, llegaba el carrito con el desayuno.
Empleado de cocina: "¿Qué va a querer maestro? Hay mate cocido, té, TE CON LECHE, leche sola ... esto es lo que tengo anotado para usted."
Estuve a punto de pasar a mejor vida. Era hora de tomar el primer riesgo. No, no se trataba de pedirle el número de teléfono a la médica. Capaz que venía alguien a desconectarme por las noches si hacía eso.
Fer: "Bueno maestro, veamos de qué se trata eso del té con leche ... y dame dos bollitos."
Fue amor a segunda vista. Y fue la primer decisión importante que tomé después de abrir mis ojos. A algunas de las otras decisiones ya las conté. A otras no.
Ya habrá tiempo para todas.
Mientras tanto, los dejo, estoy en la oficina y llegó la hora de hacerme un té con leche para merendar.

miércoles, 4 de octubre de 2017

Reminiscencias (*)

(*) Lo que sobrevive de una cosa y sirve para recordarla.

En algún momento en la casa de Bernarda Alba vivió un tío abuelo. Fernando se llamaba también. Falleció cuando yo tenía dos años, y mis recuerdos más viejos justamente le pertenecen.
Recuerdo ir caminando por el pasillo de la casa, yendo al fondo donde él construyó una habitación y él estaba sentado junto a un hermano, fumando.
"Venga varón" me decía y yo me iba hacia él.
Cuando salía a "jugar" a la vereda, él me cuidaba sentado en la puerta. Me recuerdo llorando (para variar) "No llore varón, usted es un hombre."
Quizás algo de ésto se me pegó sin querer, porque cuando Lautaro se cae, que sucede muuuuy seguido, y le veo la cara con los lagrimales a punto caramelo, me sale automáticamente un:
Fer: "No pasa nada mi amor, vamos, sacudite las rodillas y seguí caminando."
Por lo general funciona.

Mi abuela, la Maga, es quien me inspiró los hábitos de cocinero. Los que leen las historias desde el principio lo saben bien. Sin embargo, a la hora de comer sus preferencias no eran de mi simpatía. Ella se quedaba con lo que usualmente yo descartaría. La excusa era que a ella le gustaba eso. Patas de gallinas en la sopa se ponía (a modo de ejemplo) Yo casi me descomponía de la impresión. Y así con todo. La porción de carne con más grasa, la que tenía más hueso, etc. Y siempre lo mismo. "A mi me gusta."
No era cierto. La estrechez económica la había hecho así. Dejaba lo mejor para sus tres hijas y ella comía las sobras. O no comía.
Lucía: "Papá, ¿por qué comés esa milanesa que está quemadita?"
Fer: "A mi me gusta así mi vida."

Fer: "Papá, lo único que quiero en la vida es no parecerme a vos."
Papá: "Suerte con eso hijo."
Los lectores más viejitos leyeron "La sonrisa de papá". Al resto se la resumo. Casi no lo conocí. Listo.
La cuestión es que me parezco mucho más de lo que quisiera aceptar. No solo en la sonrisa. En el descaro ante algunas situaciones, la facilidad para descomprimir temas (cuando quiero), la capacidad para ir al punto, en la rapidez para guitarrear (y no me refiero al instrumento) ... siento a veces una lucha constante para tomar las decisiones correctas. Esas que él optaba alegremente por no tomarlas como si nada. Que te parió papá, me heredaste una batalla diaria en mi cabeza.
Lau: "Papá ... ¿me puedo cortar el pelo como vos?"
Fer: "Más vale chango."
Por ahora, tan solo por ahora, les gusta parecerse a mi.

miércoles, 27 de septiembre de 2017

Y colorín colorado.



No fui caballero al rescate,
tan solo fui caballo,
o quizás menos que eso,
tal vez fui mula de carga arrastrando penas,
con las alforjas llenas de problemas en mi espalda.
Más que damisela en apuros
fuiste heroína,
médica, enfermera,
sanando mi alma,
cambiando mis noches en vela
por noches en llamas.

martes, 26 de septiembre de 2017

El antihéroe.

Fer: "Lau, ¿es verdad que hay una chiquita del jardín de cuatro que se llama Lucía que te gusta a vos?"
Lau: "No seeeeee."
Fer: "Me parece que va a ir al cumpleaños de tu amiguito, ¿qué vas a decirle si la ves?"
Lau: "Fea, le voy a decir que es una fea, fea, fea."

Como verán, el tipo la tiene clarísima para seducir a una dama. Lo lleva en los genes. Así de zonzo era el pequeño Fer.
Mis primeros vínculos con el género femenino fuera de la casa de Bernarda Alba fueron con mis vecinas de al lado. Fueron mis primeras amistades además cuando yo tenía cinco años. En esos años, el castigo para el que se portaba mal en el jardín era sentarse al lado de una nena. Tremendo cómo nos martirizaba esa seño.
El primer grado no distaba mucho del jardín ... pero en segundo grado recibimos a una compañera nueva, la de los ojitos claros.
Descubrí de inmediato que tenía un serio problema. Podía ser muy locuaz con mis amigos y compañeros. Pero con la chica de los ojitos claros no. Me quedaba completamente mudo.

Ojitos claros: "¿Me prestás la regla?"
Fer: " ... "

Ojitos claros: "¿Me convidas de tu alfajor?"
Fer: " ... "

Todo eso matizado con una huída abrupta de la escena. Así de promisorio pintaba mi futuro en las relaciones. Todo un playboy.
De todos modos, fui progresando y cuando promediábamos sexto grado sí le presté una regla. Y en séptimo ella me ayudó a arreglar un plato que decoré muy mal en actividades prácticas. En ese momento pensé por un segundo que quizás yo le gustaba. Pero pensándolo bien, seguramente le dio pena ver que era el único salame con un plato con una tela mal adherida. Un plato que no iba a servir más para comer y tampoco para ser exhibido como adorno.
Pero el punto cúlmine de nuestra no relación se dio en una clase de educación física, también en séptimo grado. El profe organizó una competencia de carreras en las cuales íbamos eliminándonos entre todos. Puede que yo haya sido bastante torpe para el tacto con la de ojitos claros, pero siempre tuve cierto talento para los deportes. El yin y el yan.
La cuestión es que de repente, el niño Fer estaba en la final. Del otro lado, Miguel Prado. A esa altura la tribuna del complejo se había poblado. Prado, uno de los populares. El Fer, uno de los ... el Fer.
Cuando el profe gritó "¡Ahora!" empecé a correr como loco. Vi como le había sacado una linda ventaja a mi competidor. Dirigí mis ojos hacia la tribuna, casi todos alentando a Prado. Menos un grupito que gritaba mi nombre. Y en medio de ese grupito estaba ella, la de los ojitos claros. Volví la mirada a la pista ... y todo pasó en un segundo, me había desviado del camino lo suficiente como para llevarme puesto a un nene de tercero, derrumbar mi humanidad sobre la pista y ver como la tribuna festejaba el triunfo de Prado. Vi también como mi minúsculo grupo de fans pasó de la esperanza a la sorpresa y por último a la risa. Incluyendo a la de los ojitos claros. Todos reian, menos el nene de tercero y yo.

Fer: "Disculpame, no te vi."
Nene de tercero: "Sali pelotudo."

Me levanté, me sacudí y me fui a buscar el consuelo de mi profesor de educación física. No estaba disponible, se estaba abrazando con Prado.
Ojitos claros, me rompiste el corazón de niño con esa cruel carcajada, sabelo.

Nota del autor: la identidad de la de los ojitos claros se mantiene bajo reserva para no arruinar su reputación.

jueves, 21 de septiembre de 2017

Dame papel y lápiz.

La Gringa: "¿Qué tenés ganas de hacer?"
Fer (5 años): "Dibujar."

Fascinación tenía por dibujar y pintar. Todo lo dibujaba. Si no tenía figuritas (que era lo más probable), las dibujaba. Si no tenía historietas, las dibujaba. Si no había juguetes, los dibujaba.
En el jardín (algo conté en Kindergarten) prefería dibujar a compartir con mis compañeros. Me parecían tan aburridos. Era el único que sabía leer de corrido, contar hasta 100 y que sabía las capitales de todos los países del mundo.
¿Qué podían decirme de interesante un grupo de veinte mocosos que no podían hilvanar una frase con un mínimo de coherencia?
Sí, a mis cinco años se notaba que iba a ser un tipo insoportable.
Solamente Matías se salvaba. A él también le gustaba dibujar. Y llevaba galletitas "Merengadas". Eso lo hacía sumamente interesante al pibe, lo suficiente como para que sea mi único amigo.

Tengo facilidad para contar historias (y para crearlas también) y probablemente todo venga de ahí, de haber fomentado la creatividad desde muy chico.
Cuando terminaban los capítulos de Mazinger Z, dibujaba historias diferentes, las pintaba y al otro día las vendía en el grado por diez centavos de Austral, los cuales eran felizmente canjeados por un sánguche de mortadela y queso.
Desparramado panza abajo en el piso del living, en esas siestas eternas, me perdía en el mundo de los dibujos y al mismo tiempo escuchaba la tele. Escuchaba, porque mi vista estaba en ese mundo imaginario.
La gringa pensó que sería bueno enviarme a tomar clases de dibujo. Error. No me gustaba que me digan cómo dibujar y qué dibujar.
Sí, a mis ocho años ya no me gustaba tener jefe.

Hoy, treinta años después, sigo siendo un tipo insoportable al cual no le gusta tener jefe. Pero lo disimulo bastante bien.
Ah, y sigo teniendo una gran y fecunda creatividad.

viernes, 15 de septiembre de 2017

Como quien no quiso.

La cuestión es que entre pitos y flautas se van ocho meses publicando en el blog. Si me preguntaban a mediados de enero cuánto tiempo pensaba publicar, les contestaba que una semana. Conozco mi ciclotimia y cómo paso de que algo me guste mucho a aburrirme fenomenalmente. Pero por ahora, me hace muy feliz este ida y vuelta que se creó (mucho más grande de lo que aspiraba) entre ustedes y yo.
Gracias a los lectores de siempre, a los nuevos, a los que no volvieron y a los que llegarán.
Gracias a las más de 17.000 visitas en Google (una locura, una gran, inmensa locura), gracias a los casi 700 seguidores del face, gracias por los "me gusta", por las reacciones, por los comentarios, por los mensajes, gracias por leerme, que dediquen parte de su tiempo para brindárselo a algo escrito por mi, es ... casi casi como un sueldo, con eso te digo todo.
A los que aún no leyeron los primeros posts, de corazón les digo, háganlo. Hay mucho material del cual estoy muy orgulloso en esos primeros pasos. Lean todo che, hoy está fresco (al menos en Tucumán), ideal para acostarse a leer. Hasta gratis te salgo.
Y si les copa, compartan el blog, consiguen más fans así algún día Marck me tira un centro y puedo dejar de laburar ... es broma ... o quizás no ... ustedes hagan lo suyo, consigan más secuaces y después vemos qué sale.

Los quiero ... una banda.

jueves, 14 de septiembre de 2017

ADN.

Fer: "Lu, creo que estoy siendo poseído por el Dios del baile."
Lucía: "Papá, por favor te pido, no bailes en la calle, nos va a mirar la gente."
Fer: "Es demasiado tarde, no puedo controlar mis movimientos."

Lucía sale corriendo, llega a la puerta de la casa de mi vieja y golpea desesperadamente:

Lucía: "¡¡¡Abu, abrime, por favor rápido que el papá está bailando en la calle y me está haciendo morir de la vergüenza!!!"
Esta escena suele repetirse en alguna peatonal donde encontremos a algún bailarín callejero o cuando vemos que alguna cámara de un comercio nos filma, o cuando sea simplemente.
Al margen de esta sutil diferencia, que no es tal porque a su edad yo era tímido como ella, Lucía se empeña en encontrar similitudes entre ambos.

Lucía: "Mirá pa, tenemos las mismas manos ... somos iguales pa."

Y así ya igualó pies, dientes, la frente, la sonrisa, gustos por sabores, los equipos de fútbol ... hasta la misma enfermedad crónica padecemos.
Ella es la dueña de las preguntas existenciales ...

Lucía: "Papá, si yo soy buena, y siempre digo cosas buenas y hago cosas buenas, ¿nunca me va a pasar nada malo?"

Qué complicado explicarle que igual le van a pasar cosas feas ...

Lucía: "Papi, ¿me prometés que nunca te va a pasar nada y no me vas a dejar sola?"
Andá a hacerle entender que no depende cien por cien de mi que no me pase nada. Y andá a bancarte ese nudo en la garganta.

Tener hijos ... hay cosas que solamente vas a entender el día que tengas a alguien que tenga tu sangre, alguien con tu ADN, alguien donde te encuentres reflejado. Es una frase hecha, pero en ese preciso instante te caen mil fichas. Ahí entendés todo. Bah, no todo, pero sí mucho.
Amo ser papá y me encantaría tener vida suficiente para verlos crecer y para ser padre nuevamente. Veo un niño por la calle y se me dibuja inevitablemente una sonrisa. Tengo una empatía especial con ellos. Cuando llego a alguna reunión si hay algún niño es fija que me quedo conversando con ellos. Ni hablar de los cumpleaños infantiles, soy un nene más.
Detrás de esa sonrisa (la que aparece cuando cruzo un niño) hay nostalgia por escuchar la voz de mis hijos y el deseo de tener un bebé en brazos, esas ganas que me brotan por ser papá de nuevo.
Dios siempre sabe, Dios sabrá si habrá nuevas noches para calmar cólicos o no.
Por ahora barba, por ahora dame aire, dame salud, soplá en mis pulmones bravos a diario para que no me dejen a pata, dame esperanzas nuevas, dame vida para ... estar.

miércoles, 13 de septiembre de 2017

Sacrílego.

Practicante confeso de tu piel
desde que me bauticé en tu sudor,
venero del coro de tus gemidos,
y me empecino en invocar a Dios
en ese preciso (y precioso) instante.
Podrán tildarme de hereje,
pero persevero esperando ser digno
de entrar en tu cama cada noche,
para beber con calma de ese cáliz.

martes, 12 de septiembre de 2017

Vos.

La lámpara que jamás dejaría de frotar,
mi genio y mis tres deseos,
la varita que me eligió,
mi hechizo favorito,
mi traje de superhéroe,
mi gema del infinito,
mi espada de Arturo,
mi panacea,
mi atlántida,
mi amazona,
mi frijol mágico,
mi esmeralda encontrada,
mi utopía,
mi sueño más alocado,
mi fantasía ...
y mi realidad.

lunes, 11 de septiembre de 2017

Cruz.

Ella revela una sonrisa que disimula felicidad plena.
Pasa de un berrinche contenido, derramar un par de lágrimas redondas como uvitas jóvenes, a abrazar a esa persona que la espera en su casa, con un beso, un abrazo y ... esa sonrisa fingida.
Ella suplica por no tener que regresar, ruega al menos tener un día más, una hora al menos, lejos de su realidad.
Con sus pocos años de vida, tuvo que madurar de golpe, pasó de casi perder para siempre al hombre de su vida a tenerlo para ella sola y luego a verlo un par de horas durante la semana y un fin de semana de por medio.
Ella piensa mucho. Pasa un largo rato en silencio. Se pierde mirando televisión, duerme todo lo que puede, crea mundos de fantasía donde se refugia esperando ese llamado, esa visita, a ese hombre con el que se siente contenida, cuidada, amada. Ese hombre que cumple sus caprichos y al mismo tiempo le pone límites.
Ella carga con corazón roto y también con una cruz.
Ella se queda mirando la nada. Quizás al mismo tiempo que él lo hace.
Quizás los hermane un suspiro lanzado en sintonía.
Quizás, quizás él cargue la misma cruz y probablemente a él también le duela el pecho por los mismos motivos..
Quizás, quién sabe, quizás algún día carguen entre ambos una sola cruz, así el camino se hace menos pesado para ambos.
Amén.

Fe.

Tal vez no tenga voz para enamorarte con una serenata,
pero soy dueño de palabras tan dulces
que no te quedará otra que permitir que te abrace,
y de otras menos inocentes
que harán que te enciendas como brasa en noche de San Juan.
Tal vez no sea digno de bailar en un escenario,
pero tengo un par de manos que sabrán llegar
hasta lo más profundo de tu alma
y todo un cuerpo, ansioso de envolver al tuyo.
Tal vez no creas nada de ésto,
pero dame esta siesta y vas a ver,
vas a ser mi creyente más ferviente.

miércoles, 6 de septiembre de 2017

Ochentoso.



“¡Doña Gringaaaaaa! ¿Puede su hijo salir a jugar con nosotros?”
Así arrancaba mi vida en esos años ochentosos donde se desarrolló mi infancia, a las 17 horas en punto, hora donde se acababa la eterna siesta. Hasta eso inventaba historias con los soldaditos, historias que quedaban continuadas para la siesta siguiente, o películas ultra extendidas con los autitos donde todo el living de la casa se transformaba en gigantesca carretera o mejor aún, hacía un crossover entre ambos mundos y la plataforma era el fondo de casa, donde los canteros se convertían en islas enormes, el montículo de arena para la construcción de una piecita nueva la enorme ciudad y con los ladrillos “construía” edificios que tenía que defender del cruel y despiadado enemigo.
Mis robots transformables (que no podía faltar) eran de papel (yo los dibujaba, pegaba sobre cartón y los recortaba) y eran la última línea de defensa de la población imaginaria.
Cuando llovía, entretenerse con las figuritas era una buena alternativa. Muchas de esas figuritas eran también dibujadas, pero valían igual. Más vale que valían igual.
O tirarme panza abajo a leer la acumulación de revistas, libros e historietas que había siempre en casa. Eso nunca faltaba. Previo a salir llegaba el único dibujito que me atrapaba (y prácticamente el único que transmitían): Mazinger Z. Obviamente, todos los niños éramos Mazinger, todos teníamos puños misiles, rayos fotoatómicos, todos volábamos y a todos se nos iba un litro de saliva haciendo las onomatopeyas de los sonidos del gigantesco robot construido con la invencible aleación Z en un laboratorio secreto en Tokyo.
Una vez que se abría la puerta para ir a jugar, si podíamos invadir el terreno de la Torasso para jugar a la pelota, lo hacíamos. Cuando nos mandaban la policía para corrernos y se armaba el desparramo de pibes seguíamos el partido en la calle. El arco eran dos piedras o dos remeras y el travesaño hasta donde se estiraban las manos del arquero. Algunas veces las únicas zapatillas decentes eran las del colegio y cuando mis botines marca Sacachispas me quedaron chicos, jugar descalzo era la única alternativa. La de pisotones que me banqué. Más de una uña quedó en el camino jugando de ese modo.
A veces la pelota iba a parar al jardín de Don Caro, más conocido como … el viejo Caro. Viejo porquería que no nos devolvía la pelota o la devolvía pinchada. Otras veces caía en el jardín de Doña Antonia, también más conocida como … la vieja Antonia. Como verán, todos los enemigos eran viejos.
Mi venganza personal consistía en trepar por la tapia del fondo de mi casa, arrastrarme por el techo y ubicarme cuerpo a tierra en el borde, sostener fuerte la honda y tirarles pedradas. Delito prescripto gente.
Igual, con pelota pinchada o secuestrada, el juego seguía. Para eso estaba el arroyo, donde nos internábamos a jugar al ladrón y al policía. El arroyo era un monte que estaba a cincuenta metros del barrio desde donde nos quedaba a un paso el cañaveral donde sustraíamos cañas para chupar echados al costado de la ruta. Otro delito prescripto.
Así se iba la tarde … empezaba a caer el sol sobre esos cerros que parecían estar apenas cruzando el arroyo, se encendías las lucecitas de las casas de las cumbres, luces que veíamos todos los días pero que cada enero representaban a los reyes magos bajando para traernos algún regalo.
En ese momento las madres empezaban a llamarnos a grito pelado para que vayamos a bañarnos, alguno se animaba a pedir un ratito más y la respuesta no se hacía esperar, alguna ojota que se revoleaba o una rama de siempre verde que se agitaba en el aire, amenazando con dejarnos cuadriculados los lomos.
Ya limpios, llegaba la cena y a la cama, al otro día temprano la escuela para esperar ansioso ese llamado que nunca se hacía esperar: “¡Doña Gringaaaaaa ….!”

Manual para matar.

¿Cómo matar a un no muerto? Lo sé, parece una pregunta estúpida, y quizás lo sea. Jamás me agradaron los dueños de verdades y no pretendo tr...