miércoles, 27 de diciembre de 2017

Defectos.

Tengo dos defectos. En realidad tengo unos cuantos más y quizás alguno de los que omita en este post sean más severos y seguramente la cantidad definitiva dependa de a quién le pregunten. Pero hoy voy a contarles sobre dos de ellos.
El primero es que siempre me olvido los paraguas. Y el segundo es que suelo irme por las ramas cuando estoy contando algo. Asi que por favor me avisan cuando esté sucediendo lo segundo.
Lo de los paraguas me ocurre desde que tengo memoria. Mi primer paraguas no era uno personalizado. No existían los paraguas infantiles. Y en la casa de Bernarda Alba, todo tenía flores. Manteles, sábanas, cubrecamas, cortinas de baño y los paraguas no iban a ser la excepción. Así las cosas, mi primer paraguas fue uno descartado por mi vieja, la gringa. Morado con flores blancas. Les confieso algo, a ese paraguas me lo olvidé a propósito. Y quizás ahí le di nacimiento a una maldición. Pero, cualquiera de ustedes hubiese hecho lo mismo. Imaginen al niño Fer, protegiendo su pequeña hombría con ese paraguas. Elegiría una y mil veces ser arrastrado por un canal. La cosa fue así, estábamos en una heladería con la Consuelo y unos primos mios y yo pedí uno de kinotos al whisky. Pedí ese sabor para no convidarle a nadie, mismo motivo por el cual desde pequeño me gusta la Paso de los Toros tónica. Pero, ya estoy cometiendo el segundo de mis defectos. Aproveché que mi tía estaba ocupada viendo que no se maten mis primos y arrojé ese paraguas en un canastito de basura.
Al último de mis paraguas lo perdí hace dos meses y habrá sido por lo menos el paraguas número veinte en ser extraviado. No exagero. Y si no es cierto, que ya les caiga un rayo encima. Es broma che, jamás querría que mueran mis lectores.
Al último paraguas que perdí lo dejé en un taxi en el que venía con mis hijos, el bolso de Lucía, la mochila de Lautaro, mi mochila y .. ta tan ta tan ... el paraguas. Y el rebelde accesorio se quedó en el auto. Mi preocupación era que no me falte ningún hijo. Desde ese momento me juré no usar nunca más un paraguas. En ese interín me empapé un par de veces, pero vaya que sabe rico ser un rebelde. Era un acto de justicia. Justicia. Eso pensé que hacía falta cuando vi durante medio cursado del cuarto año de la secundaria un compañero le hacía bullying a otro. Las agresiones físicas y verbales eran diarias. Pensé que algo tenía que hacer y recordé que en algún rincón de mi dormitorio aún tenía pirotecnia guardada. La llevé al otro día, esperé al primer recreo y fui el primero en subir las escaleras hasta mi curso. Ubiqué las cañitas voladoras y petardos dentro de sus carpetas y las encendí a todas. Ok, debo admitir algo más. Hubo un error de cálculo y lo que estimé que iba a ser un poco de humo y quizás un cachitito de fuego localizado se extendió por el curso completo. Hubo que abrir ventanas y echar agua. Un compañero me delató y la llamaron a mi vieja para mostrarle las consecuencias del incendiario Fer. Quince amonestaciones me costó hacer que termine el bullying. Y lo volvería a hacer con mucho gusto. Pero, otra vez me fui por las ramas ... por favor, la próxima me detienen.
He perdido paraguas en ómnibus, casas ajenas, el colegio, la facultad, taxis, bancos, tiendas de ropa, etc.. No hay rubro que no haya marcado con algún paraguas. Los tuve de todo tipo, simples, reforzados, automáticos tipo robot transformer ... no hay caso. Todos van a parar a otras manos gracias a mi generoso olvido.
Supe olvidar algún paraguas también en verdulerías y carnicerías. Carnicería ... eso me recuerda a cuando en la secundaria nos pedían que llevemos algún órgano de la vaca para ... explorarlo.
En mi grupo nos fuimos turnando. A mi me tocó el corazón, a otro un riñón, a otro una parte del hígado y al cuarto integrante ... ese cuarto integrante faltaba a cada reunión del grupo. Asi que para la siguiente clase pensé que era necesario otro acto de justicia. Le dije que la profesora había pedido los dos pulmones. Y la traquea.
Al día siguiente lo vi bajar del auto de su mamá cargando dos bolsas negras, de esas para poner la basura pero de las más grande, goteando sangre a su paso. Feliz el tipo me lanzó un "no sabés lo que me costó pero acá están los pulmones con la traquea".
Hasta el día de hoy lo veo y me rio media hora antes de decirle "hola, cómo estás".
Aprendió el pibe pero otra vez me fui por las ramas ... en fin, dos meses les dije que anduve sin paraguas hasta que finalmente esta semana y después de haber sido amenazado de sufrir una muerte espantosa de parte de mi novia, me compré uno. Y mi vieja me regaló otro por las dudas.
En definitiva, si ven un paraguas negro, cortito, con funda con manija y que hay que apretar un botón para que se cierre, es mio, me mandan un mensajito y voy a buscarlo.
Gracias por entender.

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