miércoles, 3 de enero de 2018

Invasión.

Volvamos hacia mi tierna infancia. Hijo único. Bendito eres entre todas las mujeres, reinas de la casa de Bernarda Alba. Todo giraba alrededor mio.
Ahora nos ubiquemos en el tiempo y el espacio. Las mujeres de la casa venían del interior de Tucumán, eran la parte despreciada de la familia, las hijas pobres de una mujer separada y pobre. Nadie les dio una mano cuando la necesitaban. Y de repente las tipas eran propietarias de una casa en la capital tucumana. En sus caras tías abuelas.
Pero como las damas sí eran buena gente la casa del barrio se transformó en hotel para todo el mundo. Si se enfermaba un pariente, venían a mi casa. Si estaban haciendo algún trámite, venían a mi casa. Si no tenían nada para hacer en sus casas, venían a mi casa. Y adivinen la cama de quién ocupaban. La de este cristiano que les escribe.
El niño Fer iba a dormir en el sillón del living. Ocupaban mi cama, mi lugar en la mesa, mi piletita de lona en el verano. Mi vida entera. No veia las  horas de que me llame el vientre para encerrarme en el baño, mi vida era una total y absoluta miseria.
Una vez que se les antojaba irse, volvía todo a la normalidad. El niño Fer era otra vez el amo y señor de la casa.
Pero lo más terrible era cuando un familiar enfermo que estuvo estacionado en casa finalmente fallecía. El finado había dormido en mi cama. Y así como si nada venía la Gringa, tendía mi cama y me decía:

Gringa: "Acostate, ya es hora de dormir."
Fer: "Ma, ahí dormía el tío Paco."
Gringa: "¿Y?" (Ella, toda cariñosa)
Fer: "Me da miedo ma, mirá si se me aparece a la noche."
Gringa: "El tío Paco está en el cielo, mirá si va a tener tiempo de venir a bromear con vos."
Fer: "Pero má, ¿que puedo dormir con vos?"
Gringa: "No, ya sos grande, sos un hombre, tenés OCHO AÑOS."
Fer: "Ma, por favor, me da miedo, ¿puedo dormir en el sofá entonces?"
Gringa: "No, el sofá no es para dormir."

Hagamos un alto acá, claramente la Gringa había entrado en una zona de contradicción con ella misma pero yo no tenía la autoridad para hacérselo ver. Si me atrevía a decírselo, capaz que me mandaba a dormir en el mausoleo con el tío Paco, Dios lo tenga en la gloria y que brille para él la luz que no tiene fin.

Fer: "Maaaaaa ... daaaaleeee ... no seas mala ... el tío Paco no me quería ...."
Gringa: "Más vale que no te va a querer, si el pobre quería dormir y vos estabas meta darle a la pelota en el pasillo."
Fer: "Ves ma que sos malaaaaa ... daaaaleeee ... era malo el tío Paco ..."
Gringa: "Nada, nada, nada, y ojo con que vea la luz de la habitación encendida porque sale cara la luz"

Ahí iba el niño Fer, directo a la casa de los espíritus. Mi vieja salía de mi habitación, apagaba la luz y cerraba la puerta. Y yo no tenía con qué alumbrarme, no había celular, ni lamparita en la mesa de luz, ni mesa de luz tenía. Si abría la ventana, capaz el tío Paco entraba desde el fondo para hacerme vaya uno a saber qué.
Estaba rodeado, podía salir del ropero, de abajo de la cama ... estaba perdido. Esa sin duda iba a ser mi última noche en la Tierra. Y me iba a ir al infierno porque seguro el tío Paco estaba ahí y me iba a querer llevar a arder con él.
Pero no, sobreviví amigos. Fui al colegio al otro día desvelado porque no pegué un ojo. Todos los ruidos que escuchaba eran del tío Paco que venía a comerme, descuartizarme, o vaya uno a saber cuál otra mala intención tendría conmigo.

Hoy, hoy los tiempos son diferentes. Mis hijos para dormir tienen que ver la luz del baño encendida y ante el menor evento se cruzan de cama. En tu cara Tio Paco.

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