miércoles, 17 de enero de 2018

Yo te bautizo.

Compartí tantas historias en mi blog y ayer me di cuenta de qué jamás conté sobre mis nombres.
Mis nombres. En plural, sí. Porque son tres. Mi familia es así, dramática y exagerada.
El tema no son mis primeros dos nombres. El problema es el tercero: Pantaleón.
Y para hacerle honor al drama, la épica historia que tiene mi vieja de por qué me llamo así es la siguiente:

La Gringa: "Mirá, pasa que cuando te tuve a mi me subió la presión y vos estuviste sin oxígeno por cinco minutos, te llevaron a una incubadora y ahí estuviste por tres días, ¡casi te moriste! Mientras tanto le rezamos a San Pantaleón y gracias a él te recuperaste."

Dos cosas ma:
Primero, ese fanatismo por casi morirme lo traigo desde el nacimiento, está claro.
Segundo, no fue gracias a los médicos y enfermeras que estudiaron mucho, no, fue gracias a San Pantaleón.

Yo tengo otra explicación, una suerte de explicación paralela: la Gringa en el fondo me odia desde chiquito.
Para mi, llegaron los médicos y le dijeron: "Señora, hicimos todo lo posible, pero el niño está vivo."

Sea como sea, lo cierto es que mi tatarabuelo, italiano fugado a España por un crimen que cometió se llamaba Pantaleón. Y mi bisabuelo, hijo del fugitivo, también se llamó Pantaleón. Y el primer hijo de mi bisabuelo varón también. Y cuando fue a reconocer al cuarto hijo también le puso Pantaleón. No era amor por el nombre, la realidad es que estaba un tanto ebrio y se había olvidado que ya tenía un hijo que se llamaba así.
Pero mi abuela tuvo puras hijas mujeres.
Conclusión, ¿quién vino a continuar la leyenda de los Pantaleones? El Fer.
¿Se imaginan lo que fue para mi el jardin de infantes? Algo sí para los que leyeron mis recuerdos de esa época. Pero en particular, escribir mi nombre. Un trámite para los Juan Carlos o las Ana María. Pero para mi ... ¡no me alcanzaba la hoja!
Llegaba al margen y tenía que escribir el apellido en el renglón de abajo.

Sobreviví a la primaria a las piñas.
Nene: "Eeehhh pantalón, se te va a caer el pantaleón"
Fer: "Estás muerto"
De ahí a la dirección. Eso era cosa de todas las semanas.

Y en la secundaria, con la carga de la saga de los Pantaleones y sin ser tan agraciado por la naturaleza, digamos que sentía que estaba destinado al fracaso. Así fue que un día le hice este planteo a la Gringa, una siesta que estábamos solos mientras ella tejía algo y yo estudiaba.

Fer: "Ma, ¿te puedo hacer una pregunta?"
La Gringa: "Sí, decime."
Fer: "¿Tu idea es que yo me muera virgen?"
La Gringa: "¿Pero por qué me decís eso?"
Fer: "¿Cómo que por qué ma? Mirame, mirame lo que soy, y encima me pusiste Pantaléon, levanto tierra nomás ma."
La Gringa: "Ay pero sos el colmo de los caraduras ¿y la chica esa con la que ibas a la pileta del club? ¿Y tu compañera del colegio, esa que venía para la casa todos los santos días? ¿Y la hija de la Yola que está como estaca, firme en la vereda del frente y hace piruetas para que la saludes? ¿Y ...?"
Fer: "Bueno ma, ya está ... un mes duré de novio con cada una ... ¿podemos hacer algo en el Registro Civil?"

No, no podíamos hacer nada. No me quedaba otra que desarrollar el sentido del humor y aprender a reirme de mi mismo. Quizás esto de ser gracioso se lo debo a San Pantaleón. ¿Y el santito? Ahí está, en una mesita en el dormitorio de mi vieja. Cuando paso por ahí emerge triunfante, regodeándose de lo que provocó en mi familia y hasta parece reirse de manera burlona de mi.

Y la saga de los Pantaleones muere en mi. Lauti, mi vida, no podría hacerte algo así a vos.

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