viernes, 27 de octubre de 2017

El ermitaño.

Por lo general soy extremadamente sociable. Me gusta charlar. Salvo cuando me empezás a caer mal. En ese instante prefiero llamarme a silencio. Con el silencio tengo una buena relación. No nos hablamos. Pero nos respetamos. Lo necesito cada tanto. Ese cada tanto quizás lo tenga este fin de semana. Les aviso, es probable que lo aproveche para escribir el prólogo de un libro de BENDITO ERES. Este es el momento en que ustedes aplauden.
Pero volvamos a lo importante. Volvamos al silencio, esos momentos de silencio de los que les hablé en "Vivo". Tan necesarios como probablemente difíciles de comprender o aceptar para los demás.
Aislarme me recarga, me ayuda a pensar con claridad.
Ermitaño en medio de la ciudad. Es un estado en el cual caigo de la nada.
Así estaba hace unos quince días. Era mi cumpleaños. Me subí al colectivo que me lleva a la ciudad donde viven mis hijos, tenía que buscarlos para que festejen conmigo. El odioso chofer, que parecía olfatear mi irritabilidad, decidió parar unos metros más adelante obligándome a correr para alcanzarlo. En mis manos llevaba unas velas para poner en la torta.
Me senté en la penúltima fila de asientos de pares. Del otro lado del pasillo, una chica hippie me miraba al punto de hacer brotar mi estado de aislamiento:

Chica hippie: "Disculpa, el colectivo para donde se detuvo, no donde vos estabas."
Creo que todos vamos a estar de acuerdo con ... ¿quién te consultó a vos hermana? Pero no, no contesto así.
Fer:  "No, para donde yo estaba."
Chica hippie: "No, para donde se detuvo."
Fer: "Flaca, no voy a discutir, es un sin sentido."

El viaje siguió, yo iba contestando mensajes saludándome por hacerme un poco más viejo y se me cae la vela.
En ese instante veo que la chica hippie abre una especie de bolsa madre de la cual saca un puñado de bolsas.
Chica hippie: "¿Querés una bolsa?"
Fer: "No, te agradezco."
Chica hippie: "¿Vas a un cumpleaños infantil?"
Fer: (con la utópica idea de darle un cierre a la charla) "Sí, es un cumpleaños infantil."
Chica hippie: "¡¡¡Eeehhh qué bueno!!!, yo soy animadora infantil, dame permiso, me siento con vos y te cuento qué cosas hago."
Fer: "Flaca, no, dejá, te hice una broma, no es un cumpleaños infantil, es mi cumpleaños."
Chica hippie: "¿Es de verdad tu cumpleaños hoy?"
Fer: "Sí, así es."
Chica hippie: "¡¡¡Eeeehhh feliz cumpleeeee amigooooo!!!"
Y se puso a cantarme el feliz cumpleaños. En medio del colectivo. A mi. Con mi estado ermitaño a flor de piel.
Fer: "Gracias flaca, gracias."
De repente se llamó a silencio el resto del viaje, como si por un momento hubiese sido poseída por el espíritu de Xuxa.

Así se me fue ese instante precioso que tenía para mi. Gracias niña hippie.
Mañana sábado por la tarde, les voy avisando, será mi momento ermitaño. Están todos avisados. Vos también chica hippie.

miércoles, 25 de octubre de 2017

Deseos.

Cuando era niño tenía ciertos gestos comunes a todos los niños del mundo. Pasaba un avión y saludaba, "¡chau avión!". Pasaba un helicóptero y le gribaba "¡llevame!". Pasaba el heladero a la tarde y salía disparado como bala por detrás de su bicicleta. Tomaba agua de alguna manguera cuando terminaba de jugar al fútbol. A los volantines (o cometas) los lanzaba al aire lo máximo posible y me lanzaba a correr por el terreno de la Torasso hasta que el piolín se ponga tenso. Era lo más cerca que podía estar del cielo. Hablando del cielo, daba vueltas hasta marearme y caerme y ver cómo las nubes corrían tan rápido como mis ganas de vivir. Y cuando atrapaba un panadero (no al vendedor de pan, no sean zonzos, me refiero a esas florcitas blancas que lleva el viento) pedía un deseo.
Me peleaba a los empujones con mis amigos para cazar un panadero al vuelo.
Mis sueños ... iban desde ganarle al equipo de fútbol de la cuadra que casi siempre nos ganaba, hasta aprobar un examen, pasando por una señal de "la de ojitos claros" que indique que algo le gustaba, por conseguir que mi vieja pueda comprarme ese juguete que tanto quería, por poder ganarle una pelea al grandote del barrio, o por conducir a un Mazinger Z en la vida real.
Uno a uno algunos de esos sueños se fueron yendo, cumplidos o evaporados. Alguna vez les ganamos a "los mejores" jugando a la pelota cargándome el equipo al hombro. Los exámenes jamás fueron un problema, modestia aparte. "La de ojitos claros" en cambio, jamás me brindó esa señal. Los juguetes ... ustedes ya saben cómo terminó esa historia. El grandote del barrio terminó con un ojo morado. Y yo con el labio inferior partido. Pero gané por puntos. Y el Mazinger Z de la vida real jamás apareció.

Fer: "¡Hijos! ¡Vamos! ¡Se tienen que bañar!"
Lucía: "Esperá papá."
Fer: "¡Dale hija, no tengo todo el día!"
Lucía: "Esperá que tengo que agarrar ese panadero ... esperame que tengo que pedir un deseo."
Fer: "Enano, mirá, acá hay otro ... tomá, agarralo y pedí un deseo vos también."
Lautaro: "Gracias papi."
Fer: "Bueno, ahora sí, a bañarnos."

Eso cambia drásticamente cuando sos papá. Que todos los panaderos son para ellos.

viernes, 20 de octubre de 2017

Maratón.

Las escuelas y colegios suelen organizar actividades que involuran a los padres de los niños. Muchas veces con una dosis de fantasía insólita. Quizás asuman que ya me gané el telekino y el tiempo me sobra. O quizás simplemente la directora simplemente viva en una burbuja.
Así es que surgen sesiones de música, deportivas, actos en general en días y horarios insólitos por las razones más descabelladas que se les ocurran.
De ese modo, un buen día la directora del colegio al que asisten mis hijos se levantó pensando "cómo puedo arruinarles el sábado a la mañana a los padres", y seguramente le pareció adecuado organizar una maratón y una exhibición de zumba.
A las 8:30 estuve presente con mis hijos. OCHO Y TREINTA DE LA MAÑANA DE UN SABADO.
Me encontré con dos maestras, cinco madres, un padre y menos de diez niños. Faltaba que pase girando uno de esos rollos de arbustos secos que se ven en las películas del lejano oeste.
A las nueve de la mañana llegó una camioneta con el escenario para armar.
Hasta eso estuve haciendo sociales con los amigos de mis hijos.

Lauti: "Papi, él es mi amigo."
Fer: "Hola, ¿cómo te llamás?"
Nene: "Eloy."
Fer: "¡¡¡Eloy!!!, ¿y cómo se llama tu papá? ¿Elayer? ¿Y cuando tengas un hijo, cómo le vas a poner? ¿Elmañana?"
Nene: "Está loco tu papá."
Por suerte no me trató de pelotudo. Vamos progresando.

Lucía: "Vicky, vení, él es mi papá."
Fer: "Hola Vicky, ¿cómo estás? ¿vos sabías que yo sé bailar como Michael Jackson?"
Lucía: "Papá por favor comportate ... vamos Vicky para allá."

De ese modo me quedé solo hasta la hora de la largada (no me caen simpáticos los otros padres, shhh, no digan nada), a eso de las diez de la mañana. Una hora y media después de lo indicado por el colegio.

Fer. "Lucía, vos vas a salir primero, Lauti, vos vas a correr conmigo, escuchá enano, arrancamos despacio, leeeeento, y cuando vayamos por la mitad, le metemos velocidad y ganamos, ¿entendiste?"
Lauti: "Sí papá."
Dos vueltas a la manzana era la "maratón" ... y dieron la voz de largada:

Lauti: "¡¡¡Eeeeloooooyyyyy te voy a ganaaaaar!!!"
Fer: "¡¡¡Enanooo, pará locoooo, la planificación, acordateeee!!!"

Allí se fue al carajo toda la planificación, con mi hija corriendo adelante, con mi hijo corriendo un poco más atrás y yo tratando de no perder de vista a ninguno de los dos.
Faltando una cuadra para la meta se me fundió el hijo más chico.

Lauti: "Papá, alzame."
Fer: "Bueno enano, vení, subí."
Lauti: "¡Pero corré papá! ¡Estamos perdiendo!"

Empecé a correr a todo lo que daba con el enano siendo revoleado en mis hombros para recuperar el terreno perdido y diez metros antes de llegar:

Lauti: "Papá, bajame acá asi no me ven que vos me alzas."

Directo al corazón. En fin, terminamos en medio del montón. Después de eso hicieron un sorteo y adivinen quién fue el niño cantor. Sí, mi hijo el mudo.
Después de esos sorteos (de los que no sacamos absolutamente nada) llegó la exhibición de zumba y traten de acertar, quiénes quedaron en primera fija. Sí, el trío galleta.
De los tres, Lautaro es el único con swing. Lucía y yo ... amamos bailar, pero nuestros cuerpos no se enteraron. Somos un par de masas descoordinadas que parecen estar convulsionando al ritmo de la zumba.
A las doce terminó la tortura.

Señora directora, Ud. es diabólica. Y como el resto de los padres, tampoco me cae bien.

domingo, 15 de octubre de 2017

Treinta y nueve.

Amanece y repito esa cifra, esperando que eso me diga algo, que me traiga una respuesta y ... nada. Treinta y nueve.
Amanezco solo, con ganas de escribir éstas líneas. Más tarde tengo que ir a buscar a mis hijos y luego esperar a mi novia para que ir a festejar mi cumpleaños en la casa de Bernarda Alba.
Fue un lunes como hoy, pero a las cuatro de la tarde (quizás por eso disfruto tanto de las siestas) y transcurría el año 1978.
Eso quedó asentado en mi acta de nacimiento: la fecha y los datos de mis padres, mi mamá y rayita. Sí, como mi viejo no se dignó en congratularnos con su presencia soy hijo de rayita. Así que si vos también sos hijo de rayita en una de esas somos hermanos y no nos conocemos. Parece que rayita anduvo haciendo estragos ...
Sin embargo tengo otra acta de nacimiento, que es la historia clínica de mi salida del hospital de hace cuatro años y pico. Shock séptico dice. Por lo general esas palabritas mágicas aparecen en un certificado de defunción. Pero en mi caso es la prueba de que yerba mala ... no, ni la neumonía con la gripe a juntas la matan.
Eso convierte definitivamente a ese papel en mi segunda acta de nacimiento.
A ver, la cantidad de veces que muté desde entonces ... sinceramente perdí la cuenta. Tanto que me perdí lógicamente. Y ahora estamos en el proceso de volver a encontrarnos. No sé por qué les hablo en plural, como si tuviese una numerosa cantidad de personalidades ... callate loco, se van a dar cuenta de que estamos locos.
En medio de todas esas mutaciones nació BENDITO ERES, producto del cual estoy muy orgulloso de poder haber llegado a todos ustedes aunque sea por unos minutos a la semana.
Tengo mucho,
Tengo dos hijos que me vuelven loco. Que no los tengo conmigo pero están siempre. Están cuando cruzo los canales de dibujos animados, cuando veo niños por la calle, cuando me voy a dormir, cuando despierto, cuando sueño, cuando respiro.
Tengo una compañera que alivia mis cargas ... que me ama. Y no es poca cosa.
Tengo a mi familia, las integrantes de la casa de Bernarda Alba, que están siempre al pie del cañón.
Tengo trabajo, salud y ganas de vivir. Muchas. Pero, soy ambicioso, quiero más.
Quiero:
1. Aprender la coreo de Thriller.
2. Conocer Praga, Lima y México DF
3. Aprender a cocinar recetas nuevas.
4. Correr una media maratón. Loco, no llego a los 42 kilómetros, no hay chance.
5. Ganar el telekino. Ok, éste punto no depende taaaaanto de mi. Pero Diosito, si te copa tirarme un centro, no me voy a quejar.
6. Lanzarme en paracaídas.
7. Hacer nuevos amigos. No es que los actuales no me gusten, no se pongan celosos.
8. Casarme
9. Agrandar la familia
10. Ser mejor persona cada día de lo que reste de mi vida.
A los que están conmigo, gracias, gracias por amarme, por soportarme, por cuidarme.
Se los agradece este ser de carcajadas explosivas, de humor sarcástico, ciclotímico, indeciso, charlatán hasta el hartazgo y mudo hasta el cansancio, que le resulta imposible hablar en voz baja, protector, peleador, super apasionado en todo lo que me gusta, cocinero de alma, rápido y prolijo con los números ajenos y un desastre con los propios, un atrevido de la literatura, amante del buen vino,  soñador, llorón, puteador compulsivo, fuerte, frágil, testarudo, rencoroso ... gracias por aceptarme con tantas cosas no tan buenas que tengo (pero que trabajo para mejorar)

PD: A quienes me escriban para saludarme: les voy a responder a todos. Palabra de honor.

jueves, 12 de octubre de 2017

Un parto.

Fue por estos días pero en el mes de enero que publiqué mi primer post (Hola, soy Fernando) Fue como parir (no quiero exagerar mujeres) y casualmente estoy llegando a los nueve meses publicando.
En esos días mi cabeza hervía. Escribir fue un desahogo y a la vez un intento desesperado por llenar algo. Un algo.
Charlando con una amiga esta semana, ella me recordó un par de cosas.
Primero, este blog nació con fecha de vencimiento. Conociéndome, sé que soy de aburrirme fácil y busco constantemente algo nuevo. Detesto con todo mi corazón la rutina. Por otro lado pensaba que probablemente mi ingenio no me dure demasiado.
Todo eso cambió. Hoy el blog es un cheque en blanco. La fecha de vencimiento se dará cuando deba darse. Y punto. Me sentí muy dictador al escribir ese "y punto".
En cuanto a mi ingenio ... creo que después de nueve meses publicando con una frecuencia de al menos una vez a la semana podemos concluir que por ahora no viene fallando (crucemos los dedos por favor)
Empecé este blog contando de a tramos mi historia, yendo y viniendo en el tiempo. Luego le agregué cuentos, poemas, fotos. Este blog va y viene. En el tiempo y en la temática.
Me gusta escribir, me gusta llegarles a ustedes, me fascina que me escriban, por favor no dejen de hacerlo. Los que lo hicieron saben que respondí cada uno de sus mensajes. Me gusta (y mucho) saber que con palabras e historias simples muchos de ustedes se sienten identificados.
Haber llegado a contar con casi 700 seguidores en la página del face, y a lograr más de 17.000 clics en google fue mucho más de lo esperado.
Y hablando de cosas inesperadas, lograr una conexión con gente que no conozco fue de lo más lindo que sucedió.
No podría nombrarlos a todos porque temo olvidar algún nombre pero, gracias por leer cada historia, por comentar ... gracias por estar.
Y a los anónimos que siempre dicen presente, también muchas gracias por supuesto.
Nos estamos leyendo.

miércoles, 11 de octubre de 2017

Quizás.

No quiero obsesionarme con el tema, pero estoy a punto de cumplir 32 años y no tuve lo que se llama "suerte con los hombres". Como si se tratase de una cuestión de azar, de meter la mano en un tazón, sacar un papelito con un nombre que diga "Joaquín" y listo, él es el indicado. O no.
Lamentablemente es mucho más complejo que eso. Quizás yo no sea la indicada para nadie. ¿Y si soy un error de la matrix?
Encima mi instinto no me ayuda.
Sentido común, ¿quién te llamaría la atención a vos, a cualquier mujer en cualquier reunión? El hombre lindo, divertido, el que parece interesante de un solo golpe de vista. No nos engañemos, todo entra por los ojos.
Será porque vengo herida, no sé, pero termino interesándome en el tipo de anteojos, peinado con raya a un costado, con nulo gusto para vestirse, con un vaso en la mano, que está parado solo al lado de una lámpara moviendose con total y completa descoordinación sin pegar un solo paso de la música de fondo.
Ese, que seguramente está divorciado por segunda vez, que tiene dos hijos de cada matrimonio, que por lo menos una de las ex está loca y muy probablemente viva con sus padres porque no tiene un mango.
Una suerte la mía ...
Quizás la culpa haya sido de Hugo. Cada vez que escuchaba de alguna amiga que se involucraba con un tipo casado me indignaba. Cómo podían ser tan estúpidas.
Pues bien, acá tienen a una estúpida más. Hugo era mi jefe, me trataba increíble. Un caballero hecho y derecho. Buenmozo, super atento, buen padre, simpático ... era todo lo que una podía pedir. La cuestión es que me enamoré. O él me enamoró, lo dejemos así para transmitirle algo de responsabilidad a Hugo.
El tema es que no pasó mucho tiempo desde que noté cómo me miraba cada vez que me acercaba a la fotocopiadora hasta pasar las siestas en el hotel más cercano al trabajo.
Horas extras se llamaban.
Empecé a sentir culpa. Celos. Amaba a Hugo pero lo quería para mi. ¿Está mal? ¿Está mal reclamar lo que es mio en los hechos? Me consta que mi ropa le estorbaba a sus pensamientos.
Pero para Hugo yo no era lo que yo pensaba. Yo no era su amor. Era tan solo la mina del trabajo que le gustaba. Y que se dió el gusto de llevarla a una cama. Y al piso. Y a la ducha. Y a la cama otra vez.
Llegaron las consabidas promesas de dejar a su mujer, que yo era el amor de su vida, que con su esposa las cosas estaban mal, pero que le daban pena los niños ... en fin. Viví la eterna espera durante tres años y pico. Tres años viviendo a la sombra de otra mujer. ¿Viviendo dije? Qué vergüenza llamar vivir a una etapa tan oscura.
Y ahí está Hugo, feliz como una perdiz en su foto de perfil de facebook con su mujer y sus hijos. Una familia perfecta. Los Ingalls son aprendices al lado de ellos.
Y acá estoy yo en mi foto de perfil, abrazando una maceta con un cáctus.
Maldita sea yo por haberme enamorado de ese tipo.
Finalmente renuncié a ese trabajo. Y a Hugo.
Todo para caer rendida a los pies de Diego. Qué decirles de Diego. Era el tipo perfecto. Soltero, sin hijos, profesional, joven, con proyectos. Era todo.
Dos veces les dije "era" desde que empecé a contarles sobre Diego, ¿se dieron cuenta?
Diego era genial, nunca teníamos un desencuentro. Un compañero ideal. Nunca vi venir la tormenta.
En enero pasado íbamos a irnos de vacaciones a Brasil. Empecé a armar las valijas y no terminaba más. Ropa por si hacía calor, mucho calor, ropa de media estación, ropa por si hacía frío, por si había auroras boreales, arco iris, tsunamis, invasiones alienígenas ... no terminaba más.
De repente .... de repente, como si se tratase de una broma de pésimo gusto Diego ya no me amaba. Así como leen, me plantó en el aeropuerto y tan sólo tuvo coraje para mandarme un mensaje avisándome que había cancelado todo porque estaba enamorado de otra mujer, con la que quería casarse.
Evidentemente hoy en día los hombres tienen los testículos demasiado pequeños para hablar las cosas importantes cara a cara.
En fin, acá estoy, en el cumpleaños de un amigo, a punto de irme al departamento de Joaquín. Así se llama el extraño descoordinado que estaba solo en un rincón. Resulta que no tiene dos ex. Tiene una sola (que sí, está bastante loca) Y tiene un par de pequeños, de quienes me mostró unas cuantas fotos en su celular y le brillan los ojos cuando habla de ellos. Joaquín vive solo. Y parece ser un buen tipo que no tuvo lo que se llama "suerte con las mujeres".
Quizás pueda darle una mano con la estética, tan solo necesita aprender a combinar la ropa. Y un mejor corte de pelo. Y clases de baile. Y una primera noche de amor.
Quizás yo también esté necesitando lo último.

lunes, 9 de octubre de 2017

Té con leche.

Siempre esa mezcla me pareció una aberración. A qué trastornado se le ocurrió entreverar leche con té. Con lo simpática que es la combinación de la leche con el chocolate o con el café o simplemente sola. Y el té ... el té ya solo es suficiente castigo, por qué tanta saña buscando vaya uno a saber qué agregando leche a la misma taza.
Mis desayunos en la casa antes de ir ala escuela eran preparados por mi abuela. Variaban entre café con leche o mate cocido, dependiendo de la época del mes. Un par de tortillas y listo. Cada tanto la Maga intentaba colarme un té con leche cuando andábamos escasos de café.
Fer: "Abuela, qué asco ... encima tiene nata ... ¡voy a vomitar!"
Literalmente, me iba a vomitar.
Esa historia de desamor existió durante 35 años y 8 meses. Hasta que se me dio por entrar en coma por culpa de la gripe A y de la neumonía, historia ya contada (y referenciada) con lujo de detalles en este blog.
Una vez sacudido de mis sueños de no tan bello durmiente, y estando en la sala para los menos moribundos, estuve adaptándome a la rutina de mi nueva vida.
A las seis de la mañana me despertaba el ruido de la balanza que arrastraban por el pasillo de la sala 3. Era la hora de pesarnos para ver si le estábamos ganando la guerra a la parca.
Después de eso, llegaba la médica que hacía los controles que se repetían con una monotonía que solamente era interrumpida por su simpatía. Igual, no estaba en condiciones de hacerme el galán ... 15 kilos menos, ropa de entrecasa, y conectado a tantos tubos que me perdía intentando contarlos.
En la tercera parte de la mañana, a eso de las siete, llegaba el carrito con el desayuno.
Empleado de cocina: "¿Qué va a querer maestro? Hay mate cocido, té, TE CON LECHE, leche sola ... esto es lo que tengo anotado para usted."
Estuve a punto de pasar a mejor vida. Era hora de tomar el primer riesgo. No, no se trataba de pedirle el número de teléfono a la médica. Capaz que venía alguien a desconectarme por las noches si hacía eso.
Fer: "Bueno maestro, veamos de qué se trata eso del té con leche ... y dame dos bollitos."
Fue amor a segunda vista. Y fue la primer decisión importante que tomé después de abrir mis ojos. A algunas de las otras decisiones ya las conté. A otras no.
Ya habrá tiempo para todas.
Mientras tanto, los dejo, estoy en la oficina y llegó la hora de hacerme un té con leche para merendar.

miércoles, 4 de octubre de 2017

Reminiscencias (*)

(*) Lo que sobrevive de una cosa y sirve para recordarla.

En algún momento en la casa de Bernarda Alba vivió un tío abuelo. Fernando se llamaba también. Falleció cuando yo tenía dos años, y mis recuerdos más viejos justamente le pertenecen.
Recuerdo ir caminando por el pasillo de la casa, yendo al fondo donde él construyó una habitación y él estaba sentado junto a un hermano, fumando.
"Venga varón" me decía y yo me iba hacia él.
Cuando salía a "jugar" a la vereda, él me cuidaba sentado en la puerta. Me recuerdo llorando (para variar) "No llore varón, usted es un hombre."
Quizás algo de ésto se me pegó sin querer, porque cuando Lautaro se cae, que sucede muuuuy seguido, y le veo la cara con los lagrimales a punto caramelo, me sale automáticamente un:
Fer: "No pasa nada mi amor, vamos, sacudite las rodillas y seguí caminando."
Por lo general funciona.

Mi abuela, la Maga, es quien me inspiró los hábitos de cocinero. Los que leen las historias desde el principio lo saben bien. Sin embargo, a la hora de comer sus preferencias no eran de mi simpatía. Ella se quedaba con lo que usualmente yo descartaría. La excusa era que a ella le gustaba eso. Patas de gallinas en la sopa se ponía (a modo de ejemplo) Yo casi me descomponía de la impresión. Y así con todo. La porción de carne con más grasa, la que tenía más hueso, etc. Y siempre lo mismo. "A mi me gusta."
No era cierto. La estrechez económica la había hecho así. Dejaba lo mejor para sus tres hijas y ella comía las sobras. O no comía.
Lucía: "Papá, ¿por qué comés esa milanesa que está quemadita?"
Fer: "A mi me gusta así mi vida."

Fer: "Papá, lo único que quiero en la vida es no parecerme a vos."
Papá: "Suerte con eso hijo."
Los lectores más viejitos leyeron "La sonrisa de papá". Al resto se la resumo. Casi no lo conocí. Listo.
La cuestión es que me parezco mucho más de lo que quisiera aceptar. No solo en la sonrisa. En el descaro ante algunas situaciones, la facilidad para descomprimir temas (cuando quiero), la capacidad para ir al punto, en la rapidez para guitarrear (y no me refiero al instrumento) ... siento a veces una lucha constante para tomar las decisiones correctas. Esas que él optaba alegremente por no tomarlas como si nada. Que te parió papá, me heredaste una batalla diaria en mi cabeza.
Lau: "Papá ... ¿me puedo cortar el pelo como vos?"
Fer: "Más vale chango."
Por ahora, tan solo por ahora, les gusta parecerse a mi.

Manual para matar.

¿Cómo matar a un no muerto? Lo sé, parece una pregunta estúpida, y quizás lo sea. Jamás me agradaron los dueños de verdades y no pretendo tr...