viernes, 22 de marzo de 2019

Añoranzas.

A veces extraño mi infancia, esa infancia privilegiada y no por haber gozado de lujos precisamente. Pero con tantas cosas terribles que viven tantos niños en el mundo, puedo sin duda considerarme un elegido.
Añoro esos días en que mi responsabilidad, mi trabajo era justamente ser tan solo un chico.

"¡Quién pudiera ser niño otra vez, para volver al tiempo que pasó; eternizar por siempre su niñez y no saber jamás lo que es dolor!"

El tango atraviesa mi pecho con los recuerdos de esos días en que nadie prejuzgaba a nadie, por ninguna razón. Ni por la clase social, ni por el color de la piel, ni por las creencias religiosas ni mucho menos por ideas políticas. Nadie pensaba en trepar, en pisarle la cabeza a alguien. Todo lo contrario, siempre había un brazo tendido, algún amigo dispuesto a hacernos "piecito".

Extraño esos desayunos a las apuradas para ir al colegio, el viaje en bondi primero con mi vieja, luego con una tía y finalmente solo. Las risas y las peleas del colegio San Carlos. A mis maestras. Pienso en el camino de vuelta para tomar el bondi a casa, que me lo aprendí de memoria porque aún no me sabía las calles. Me acuerdo de mi abuela, tantas veces presente a la salida esperándome.

Extraño esas papas fritas cortadas grande que hacía ella, esos platos rebosantes, bien exagerados, simples pero exagerados. En la sopa que tomaba obligado, en las siestas que me pasaba leyendo, dibujando o inventando historias con mis juguetes. En cómo esperaba que se hagan las cinco de la tarde (aprendí las horas rápido para saber cuánto faltaba para salir a jugar) para perderme en el campito cercano a casa a jugar a la pelota o en la cancha de piquilo, esa cancha que tenía una inclinación pronunciada y si te tocaba jugar por ese lateral, la remontada te dejaba sin aire.

Extraño esos días en que las horas pasaban volando, jugando, peleando, arreglándonos, explorando el arroyo, pescando, hablando sobre super héroes, bicicletas, jugadores de fútbol, figuritas, golosinas, dibujitos animados.

Esos días en que esperaba el momento en que empezaba un nuevo capítulo de Mazinger Z mientras devoraba la merienda. Extraño esos días donde ni por casualidad se hablaba de que alguien se drogue, robe, fume o beba.

Extraño el recreo, el kiosquito del colegio donde compraba con lo recaudado por los dibujos que vendía a mis compañeros de grado. Con esas monedas podía llegar incluso a comprarme un sanguche de mortadela con queso. Eso era lo máximo.

Extraño el ladrón y el policía, la mancha, las escondidas, las zapatillas mojadas por pisar un charco, el álbum del mundial 90 (el único que pude completar), el karting, los partidos de fútbol, las carreritas, la búsqueda de cohetes sin explotar después de las doce, presumirle a la de los ojitos claros, quedarme a dormir en lo de un amigo, esperar a los reyes magos, las carreritas, los partidos de damas, los juegos inventados, mi libro de cuentos, mis historietas, las visitas de mis primas, las cargadas, el ring raje.

Extraño que el problema más grande del mundo era cuando jugábamos en la calle a la pelota y el balón iba a parar a la casa del viejo Caro. Extraño esos pequeños desquites cuando me subía al techo de mi casa y cuerpo a tierra le tiraba pedacitos de cable con una honda improvisada y el viejo no tenía idea de dónde llegaban los proyectiles.

Extraño esa camiseta de tela del santo tucumano, ir a la cancha con mis amigos, el chori a la salida.

Extraño compartir el sánguche de mortadela, poniendo los dedos para que no se zarpen. Extraño compartir galletas, un jugo congelado, un helado de frutilla o una achilata.

Extraño las visitas de mi padrino, los paseos con él a los video juegos o al hipódromo (un día a lo que me gustaba a mi, otro día a lo que le gustaba a él)

Extraño las especialidades nocturnas de mi abuela, el bife jugoso con un huevo frito ("comelo ahora, no dejes que se enfríe. Y comelo con pan" me decía ella y yo les repito eso como loro a mis hijos), el picadillo con galletitas, el sanguchito de caballa con cebolla, los revueltos con huevo y verduras.

Extraño cuando nadie le deseaba el mal a nadie.

"Uno vuelve siempre a los viejos sitios en que amó la vida, y entonces comprende como están de ausentes las cosas queridas."

Revienta ese verso en mis entrañas.

Me gusta pensar que en algún momento todos, hasta el más basura de la historia, todos fuimos inocentes y buenos. Solo que en algún momento de la vida, el mundo se puso de cabeza.

Quizás porque extraño tanto es que a esta vida de adulto suelo agregarle la simpleza de un chico. Quizás por eso la sonrisa de un niño me llena tanto.

O quizás tan solo me puse melancólico.

viernes, 15 de marzo de 2019

Miedo.

Ella ya no tiene miedo.
Se cocina para si misma. O simplemente junta dos rebanadas de pan con lo que encuentre en la heladera y a eso lo convierte en un festín digno de estrellas Michelin.
La veo comer y hablar al mismo tiempo sin cuidar uno solo de sus modales y a todo eso lo convierte en arte.
Ella tiene un brillo en sus ojos que encandila, mueve sus manos como directora de orquesta mientras relata sus historias.
Ella es Eva, duerme desnuda, con la luz apagada y coge con la luz prendida.
Se levanta, abre la ventana y deja las sábanas destendidas.Intenta organizar sus cabellos en vano.
Toma mates sentada en mis piernas, vistiendo solo una camisa mia que le queda inmensa, con un par de botones a medio prender. Me lleva una porción de bizcochuelo a la boca y lo único que quiero comer son sus labios.
Asisto hipnotizado a su monólogo.
Después me lleva de la mano hasta la cama, no le importa dejar migas sobre ella mientras apoya su espalda en mi pecho y se aferra a una porción más con la mirada perdida en un punto fijo.
De repente el monólogo se transforma en calma.
Quién sabe qué cosas pasarán por su cabeza ... lo que es seguro es que ella ha perdido los miedos.
No acepta que le digan "no se puede" y mucho menos "no se debe".
Ella, justamente a ella, que luce orgullosa sus cicatrices (las externas y las otras)
Ella, a quien la tristeza le atravesó el pecho en un montón de ocasiones.
Ella es fuego o hielo, no tiene medias tintas.
Ella, que fue apuñalada tantas veces que terminó convirtiéndose en el puñal.
Ella odia que le mientan y no siempre está de buen humor.
Apoya su cabeza en mi pecho y cruza una pierna sobre las mias y les juro que en ese instante, yo también pierdo todos los miedos.

viernes, 8 de marzo de 2019

La caja fuerte.

Lucía, Lautaro, escribo estas líneas para ustedes, porque quiero encerrar en palabras lo que vivimos en las últimas vacaciones. En algún momento Lu, me dijiste algo respecto de los recuerdos que me hizo reflexionar. Ya lo plasmaré más adelante, pero esa fue una de las razones por las cuales decidí atesorar nuestra aventura en Buenos Aires aquí, en una especie de caja fuerte de la memoria.
Al lector, es posible que algunos recuerdos lleguen atropellando. Quizás lo rodee la nostalgia y se le escape una sonrisa. O probablemente lo invada alguna que otra pena. Quedan desde ya advertidos.

No sé quién estaba más emocionado por el viaje, si ustedes o yo. Al viaje lo vine planeando por mucho tiempo. Investigué cada lugar. Cómo llegar, cuándo ir, cuánto íbamos a gastar. Todo con precisión matemática.
Fue el primer viaje en avión de ustedes, lo cual los tenía un tanto ansiosos.

Fer: "Sólo van a sentir mucho ruido cuando estemos por despegar y cuando aterricemos. Después no van a escuchar nada. Y cuando estemos levantando vuelvo van a sentir unas cosquillas en la panza, como cuando vamos en auto y pasamos por una subida."

Nos despertamos muy temprano a pesar de que las valijas ya estaban listas desde la noche anterior. También nos acostamos un poco tarde la noche anterior. Entre los tres acordamos que en el viaje de ida Lau iba a viajar del lado de la ventanilla y a la vuelta Lu iba a disfrutar de la vista. Yo siempre estuve en medio.
Llegamos al aeropuerto, su mamá fue a despedirlos y pasamos a la sala de espera. En ese momento la ansiedad estaba en su punto máximo.
Finalmente apareció nuestro avión y luego de unos minutos llegó un auxiliar que nos hizo pasar. Ya estábamos caminando hacia nuestro vuelo. Subimos, nos ubicamos y todo era nuevo para ustedes. Las azafatas, la bandeja, la bolsita, la revista, las luces.
Despegamos. Vos Lu me agarraste fuerte la mano, mientras que vos Lau ibas relatando el paisaje y todo era fascinación cuando llegamos a estar por encima de las nubes.
El viaje fue tranquilo, pero nunca en silencio. Hablamos hasta por los codos. Y nos reimos mucho.
Luego de poco menos de dos horas ya estábamos en Aeroparque. Fuimos directo a tomar un taxi que nos lleve al departamento que alquilamos. Entramos y nos sentimos como en casa desde el primer momento. Dejamos las valijas y partimos a almorzar. Teníamos hambre. Fuimos disparados a una casa de comidas rápidas donde les regalaron un par de coronas.
Volvimos al departamento solo para volver a salir; ya teníamos que ir a una obra de teatro sobre princesas, un mago y Mary Poppins. Nos divertimos bastante a pesar de que vos Lau no le tenías mucha fe.
Paseamos un rato más y volvimos al departamento, estábamos contentos pero cansados. Descubrimos un super chino a una cuadra, un lavadero cerca y dos verdulerías. Teníamos todo. Entramos al departamento y:

Fer: "Vamos juntos al chino."
Lu: "No papi, yo me quedo a cuidar a Lau, andá tranquilo."
Lau: "Sí, yo me quedo con mi hermana."

De repente ustedes eran autosuficientes. En qué momento pasó todo.
Los días que siguieron estuvimos más afuera que adentro del departamento. En San Telmo, el paseo de la historieta, el museo de los niños, el estadio de River, el barrio chino, el jardín japonés, el ateneo grand splendid, el cementerio de Recoleta, el centro cultural, Puerto Madero, el Luna Park, Plaza de Mayo, el Parque de la Costa, Temaiken, la Casa Rosada, el museo de Ciencias Naturales, el Planetario y los bosques de Palermo vivimos momentos soñados. Y nos quedaron unos cuantos pendientes.
Durante esos días la convivencia entre ustedes fue fabulosa, se pelearon muy poco, casi nada. Compartieron un montón. Compartimos un montón. Películas en Netflix, videos en YouTube, historias, juegos, comidas. Una noche mientras veíamos ParaNorman empezaron un debate sobre el personaje principal.

Lau: "El chico está triste porque nadie le cree."
Lu: "A mi lo que me pondría muy triste papá es si a vos te pasa algo. Jamás voy a acepar que te pase algo."

Por las noches compartíamos la cama de dos plazas y media, a pesar de que teníamos más camas. Pero no, iba yo al medio y ustedes a cada lado. Yo relataba una historia. Las primeras noches eran inventadas, por lo general aventuras sobre dos hermanos pero después ya me pedían cuentos "de verdad".
Una de esas noches les conté, una vez más, sobre el día en que nacieron. Lau, vos te dormiste en cuanto terminé con tu parte.
Lu, vos y yo nos quedamos charlando un rato más. Me preguntaste sobre cosas de mi infancia.

Lu: "Papi, cuando vos eras chico, ¿dejabas desparramados los juguetes como nosotros?"
Fer: "Sí, lo hacía ... pero al final terminaba juntando todo en una caja grande. Esa caja era una ensalada de juguetes."
Lu: "¿Vos te acordás de todo de cuando eras chico?"
Fer: "No, hay cosas que olvidé ... el recuerdo más lejano que tengo de mi niñez es de cuando yo tenía unos dos años. Yo caminaba por el pasillo que va hacia donde ahora está mi dormitorio y en la entrada había dos tíos abuelos mios. Ellos me hacían jugar."
Lu: "Me gusta."
Fer: "¿Y vos? ¿Cuál es tu recuerdo más lejano?"
Lu: "Mmm ..."
Fer: "Pensá tranquila"
Lu: " ... "
Fer: "No te apures, no apures a los recuerdos."
Lu: "A veces me pasa que cuando quiero acordarme de algo, no me acuerdo, y cuando no estoy buscando acordarme de una cosa, me termino acordando."
Fer: "Pasa seguido eso amor."
Lu: "Los recuerdos son caprichosos."
Fer: "Muy caprichosos."
Lu: "El recuerdo más lejano que tengo es de una vez que yo iba en el andador de un lado al otro de la casa. Y vos levantabas juguetes y otras cosas para que yo no las choque."
En ese momento te quebraste. Yo también lo hice y nos abrazamos fuerte. Sequé tus lágrimas y te dormiste. Es probable que hayamos comprendido ambos que el tiempo suele curar muchas cosas, pero otras quedan definitivamente rotas.

Al día siguiente continuamos con nuestras aventuras. Las lágrimas quedaban atrás y llegaban las risas los "un ratito más", "una vuelta más".
Otra noche, mientras preparaba la cena y escuchaba música, ustedes veían una película. Empezó a sonar "Chau" de NTVG en mi celular. Ustedes la reconocieron casi de inmediato. Era una de las canciones con las que se dormían de chicos. Probablemente la canción favorita para irnos a dormir. La terminamos cantando los tres juntos. Vos Lau, inventaste algunas palabras. Lu y yo nos reíamos de eso pero a vos te parecía divertido. Perdón vecinos, fue un momento de show familiar.
A vos Lau te gustaba mostrarme los pasos de baile que ibas aprendiendo mirando videos de Michael Jackson. No importaba si estábamos en el departamento, en la calle, en el aeropuerto o en el subte. Tu cuerpo necesitaba expresarse.
Una noche que salí de bañarme me acosté un ratito mientras ustedes veían una peli. Cerré mis ojos y ustedes pensaban que yo dormía. Vos Lau te acostaste un momento a mi lado, me abrazaste y me estampaste un beso. Me dejaste un "te quiero mucho" de postre y te fuiste corriendo.

Los tres coincidimos en que el mejor día lo pasamos en el Parque de la Costa. Llegamos a las once de la mañana y nos fuimos a las siete de la tarde. Todo ese tiempo en el agua, salvo por el momento en que salimos a comer.
Cuando nos fuimos estabamos rendidos, pero plenos. La foto que nos tomamos a la salida lo refleja perfectamente.

La penúltima noche Lu nos cocinó. Hiciste una ensalada de garbanzos, panchos y unos huevos que adornaste en forma de ratoncitos con pedacitos de vegetales.
Lu: "Quiero que descanses, hiciste un montón. Ayudame solamente con las hornallas."

El último día también nos despertamos muy temprano y antes de salir los tres nos despedimos del departamento.
En Aeroparque hicimos los últimos juegos en los carritos, almorzamos y subimos al avión. Dormimos casi todo el vuelo. Y en el taxi que nos llevaba a casa nos invadió el silencio. Sonaba nuevamente "Chau" de NTVG. La cantamos en voz baja, casi susurrando.

La felicidad son momentos, y durante esos diez días, nos llenamos de momentos felices. Me di una panzada con sus risas, con sus ojos grandes de sorpresa.

Sí, puede que haya cosas que permanecerán rotas, pero otras no se van a romper por nada del mundo.
Hasta la próxima aventura.

Manual para matar.

¿Cómo matar a un no muerto? Lo sé, parece una pregunta estúpida, y quizás lo sea. Jamás me agradaron los dueños de verdades y no pretendo tr...