viernes, 15 de marzo de 2019

Miedo.

Ella ya no tiene miedo.
Se cocina para si misma. O simplemente junta dos rebanadas de pan con lo que encuentre en la heladera y a eso lo convierte en un festín digno de estrellas Michelin.
La veo comer y hablar al mismo tiempo sin cuidar uno solo de sus modales y a todo eso lo convierte en arte.
Ella tiene un brillo en sus ojos que encandila, mueve sus manos como directora de orquesta mientras relata sus historias.
Ella es Eva, duerme desnuda, con la luz apagada y coge con la luz prendida.
Se levanta, abre la ventana y deja las sábanas destendidas.Intenta organizar sus cabellos en vano.
Toma mates sentada en mis piernas, vistiendo solo una camisa mia que le queda inmensa, con un par de botones a medio prender. Me lleva una porción de bizcochuelo a la boca y lo único que quiero comer son sus labios.
Asisto hipnotizado a su monólogo.
Después me lleva de la mano hasta la cama, no le importa dejar migas sobre ella mientras apoya su espalda en mi pecho y se aferra a una porción más con la mirada perdida en un punto fijo.
De repente el monólogo se transforma en calma.
Quién sabe qué cosas pasarán por su cabeza ... lo que es seguro es que ella ha perdido los miedos.
No acepta que le digan "no se puede" y mucho menos "no se debe".
Ella, justamente a ella, que luce orgullosa sus cicatrices (las externas y las otras)
Ella, a quien la tristeza le atravesó el pecho en un montón de ocasiones.
Ella es fuego o hielo, no tiene medias tintas.
Ella, que fue apuñalada tantas veces que terminó convirtiéndose en el puñal.
Ella odia que le mientan y no siempre está de buen humor.
Apoya su cabeza en mi pecho y cruza una pierna sobre las mias y les juro que en ese instante, yo también pierdo todos los miedos.

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