jueves, 27 de junio de 2019

Efímero.

Somos un suspiro.
De repente, de un momento a otro me encontraba en una camilla de un hospital, asumiendo la finitud de mi existencia. Se acababa mi vida y no presentaba objeciones al respecto. Eso era todo, finalmente tenía lo que tanto ansiaba, un corte para una existencia que hasta entonces, sabía a cenizas.
No puedo hallar a un culpable que no sea yo. Merecía la sentencia.
Somos a cada instante la respuesta a los actos y omisiones que nos preceden.
En lo que demora un chasquido de dedos, mi vida dependía de una máquina, un cóctel de medicamentos y de un "que sea lo que Dios quiera."
Después de un sueño de doce días que consumió mi cuerpo, abrí mis ojos, confundido, con ganas de todo y de nada al mismo tiempo.
Esos doce días transformaron mucho más que mi físico. En mi cabeza se inició un proceso que no hubiese nacido, paradójicamente, sin el combustible de mi muerte.
Me abrí camino con la idea de, mágicamente, ser feliz de algún modo. Eso era, un atolondrado buscador de felicidad, intentando sobrellevar un duelo interno, queriendo descubrir qué quería hacer, quién quería ser, buscando llegar a un producto final idealizado, sin comprender que no hay mejor estado que el de mutar permanentemente y que esto no implica ser hipócrita con uno mismo ni con nadie, sino un reconocimiento a aceptar que siempre podemos encontrar una mejor versión para nuestra existencia.
Acepto que durante un tiempo directa y brutalmente, no supe lo que quería. No estaba solo, las personas que no saben lo que quieren son legión, pero todos tenemos derecho en algún momento de nuestra vida a estar desorientados. El riesgo siempre será el de lastimar a otras personas, riesgo que siempre deja de ser un fantasma para transformarse en realidad, casi como una profecía autocumplida.
Somos a cada instante la respuesta a los actos y omisiones que nos preceden, los artífices exclusivos de ese suspiro que se llama presente (cada palabra que lees ahora mismo es entregada al pasado), los redactores de una agenda que escribimos con certeza absoluta mientras a veces el futuro sonríe burlonamente.
Somos efímeros ...  ¿ya elegiste qué actos y omisiones definirán tu existencia?

martes, 18 de junio de 2019

Un buen hombre.

A Lautaro le gusta usar mi calzado y decir "soy el papá". Él es un secreto con más aire caliente, baba y risas que palabras. Lau es "por favor, un ratito más".
Es de a ratos acorde de guitarra y por momentos una batería que retumba por todos los rincones.
Es amor por las empanadas y por las bombitas de papa.
Es pasión por bailar las canciones de Michael Jackson. Lau es un bollito calentito en la cama con voz de niño.
Él no sabe susurrar, su voz nació para hacerse escuchar. Tiene la fórmula para dar abrazos pequeños que son gigantes. Su risa explota y llena la casa y cuando no está, se hace sentir.
Él me da un beso y me dice que me ama hasta el fin y yo le creo. Yo le digo que es bueno y hermoso y achina sus ojos y me llena el alma.
Él me pide que lo alce y yo le doy el gusto.
Me encuentro en él muchas veces.
Lautaro cumple hoy 7 años. Mi pulga, mi príncipe, el que me hace renegar y el que me enternece.
Si, yo le creo cuando dice amarme hasta el fin. Y yo lo amo a él.
A Lau, feliz vida, que seas un buen hombre, hasta el fin.

viernes, 14 de junio de 2019

La respuesta.

Una vez caminando por el centro con mis hijos, pasamos por la vidriera de una casa que vende trofeos. Lautaro se detuvo a mirarlos y me dijo: "yo te daría todos esos trofeos, porque sos el mejor papá del mundo."

Muchas veces uno se cuestiona y los chicos resuelven todo con un gesto.

Fer: "Lu, si hay algo que yo te digo o hago y no te gusta o te duele, tenés que decirme, yo voy a darte una explicación. Para mi lo más importante es que ustedes estén bien, pero puedo equivocarme."
Lucía estaba sentada a mi lado, en la punta de mi cama. Midió sus palabras por unos segundos:
Lu: "Para mi lo más importante es que vos seas feliz. Si vos sos feliz, se nota. Y no quiero que nunca te pase nada malo. Si te pasa algo malo, yo nunca lo voy a superar."

A veces en esos pequeños gestos, en una simple pero contundente expresión, está toda la respuesta que uno busca.

A vos que como yo, sos un papá separado o divorciado y quizás te preguntes lo mismo. O quizás no estás teniendo todo el contacto que tus hijos esperan por falta de voluntad de tu parte. Vale la pena estar lo más presente posible. A vos que como yo sos un papá, muchas veces, por horas. Hacé la tarea con ellos, llevalos al pediatra, controlales la temperatura, calmales el llanto, hacé que reflexionen cuando peleen, escuchalos, hacelos dormir, dormí con ellos, sentí el olorcito de los niños, haceles el desayuno, ayudalos a bañarse, llevalos a que se midan ropa o calzado, cambiales los pañales, retalos, explicales el por qué, cantales, lee para ellos, jugá con ellos, no les entregues el celular, jugá con ellos de verdad. Somos papás por tiempo contado. Hacelo valer, invertilo bien.
El día del padre (y cada día que estés con ellos) festejalo ejerciendo el rol de papá, sé un papá para ellos. Cocinales algo rico o llevalos a comer. Compartí tiempo con ellos. Escuchalos reir. Que rían mucho. Permitiles a las mamás que extrañen a los chicos todo el día. Quizás te ganes esos pequeños grandes gestos o palabras que te juro, te juro que te llenan el alma mucho más que cualquier otra sensación que tengas.
Esa es toda la respuesta que necesitás.

La pregunta.

Todo empezó con una pregunta que le hice a mi vieja a los ocho años de edad: "ma, ¿quién es mi papá?"
Con la impunidad de la infancia hice esa pregunta en la mesa, mientras almorzábamos. Mi abuela hizo una mueca y la Gringa me llevó para atrás de la casa, a la entrada al patio, al lado de un árbol de mandarinas. Hoy ahí se levanta un pequeño hall donde juegan mis hijos.
Ella me contó todo y fue la primera vez que escuché llorar a alguien a causa de un corazón roto.
Fue la primer marca que me dejó la vida sobre qué significaba la paternidad. Luego siguieron otras; hay una especie de banderines plantados a lo largo de mi vida.
Pude conocer poco después a mi papá, por un par de horas. Él eligió dar señales de vida a mis once años, a los diecinueve y por último a los veintidós. Poco tiempo después falleció.
En cada oportunidad plantó esos banderines a los que me refiero. Y entre banderín y banderín el espacio se fue llenando con ausencias.
"No quiero ser como vos cuando sea papá" - le dije en una de las últimas charlas que mantuvimos.
"Suerte con eso, hijo" - me replicó.
He perdido la cuenta de cuántas veces me encontré parecido a él, luchando contra ese fantasma repleto de momentos no vividos.
Es curioso como alguien que estuvo casi nada en mi infancia y adolescencia, haya estado tan presente en mi juventud y adultez.
En cada decisión que involucraba al ejercicio de la paternidad mi viejo estaba presente. ¿Estaré actuando como mi viejo? Esa es la pregunta que reemplaza a la primera. La verdad es que en más de una ocasión me desilusioné a mi mismo (y seguramente a mis hijos), descubriendo que no estuve a la altura de las circunstancias.
Me puse la vara demasiado alta y hay veces que no llego. Pero sigo intentando, intento no repetir errores, y me reinvento como padre, sin duda el rol más importante en mi vida.
Papá: "Yo no tuve las bolas de jugarme por el amor de mi vida y de hacer las cosas diferentes."
El "no quiero ser como vos cuando sea papá" tomó otro significado, necesitaba una respuesta contundente.

jueves, 6 de junio de 2019

Las vueltas de la vida.

"¡Entrá chango, ya son las nueve, es hora de que te bañes!" - una mezcla de ruego y amenaza, así sonaba el grito de mi abuela cada día de mi infancia.
De un modo u otro intentaba estirar unos minutos ese límite. Era en vano. Las ramas del siempreverde que estaba en la vereda de casa le concedían a la Maga una multitud de varillas. Esa escena terminaba de convencerme para entrar.
No entendía por qué tenía que bañarme. Me parecía un evento traumático e injusto que interrumpía el juego con mis amigos.
"¿Pero por qué tengo que bañarme? ¡No quiero bañarme!" - era lo último que alcanzaba a decir antes de que el agua de la ducha caiga sobre mi cabeza.
"¡Lavate bien la cabeza! Y las rodillas, ¡mirá cómo tenés las rodillas!" - sentenciaba la Gringa. Porque la tortura era un trabajo en equipo.
Calma. Ahora disfruto de bañarme. He cambiado.

Las vueltas de la vida, cuando llega la hora del baño, mi rol es ahora el del papá que llama a sus hijos para que se bañen.
El siempreverde ya no está, y tampoco adopté el método de la Maga. Asi que ahí voy, armándome de paciencia a buscarlos para informarles que llegó la hora del baño y adivinen cuál es la respuesta que recibo, a coro: "¡No quiero bañarme! ¿Por qué me tengo que bañar?"
Empiezo con el rosario de explicaciones sobre por qué es bueno para ellos bañarse, ninguna de ellas sirve. Solo la última: "Ni locos se acuestan sucios sobre las sábanas limpias".
Una vez resuelto el acarreo de niños sigue ver quién se baña primero, asi que sabiendo que ambos desean ser el último, la pregunta correcta es: "¿Quién se quiere bañar segundo?" Se las recomiendo, funciona.
Y luego, las indicaciones surgen como un "copiar y pegar": "Se lavan bien la cabeza y esas rodillas también, que están negras."

Siempre cuestioné todo. Eso me incluye a mi mismo. E incluía por supuesto a las decisiones de mi vieja en los años de mi niñez.
"¿Pero por qué tengo que ir?" - disparaba una última pregunta estéril después de un sinfín de explicaciones que agotaban el stock de su paciencia.
"Porque sí, porque soy tu madre y lo digo yo" - cerraba todo debate la Gringa sin dejar el más mínimo espacio para un contragolpe.

Otra vez, las vueltas de la vida me ubican del otro lado de la vereda.
Lucía: "Pero papá, no quiero hacer la tarea ahora."
Fer: "Lu, es tu responsabilidad."
Lucía: "Pero yo quiero que juguemos."
Fer: "Primero la tarea, después jugamos, hay un tiempo para cada cosa."
Lucía: "¿Pero por qué?"
Fer: "Porque te lo digo yo, que SOY TU PADRE."


La vida es un viaje en el tiempo constante, una invitación permanente a conectar puntos de nuestro pasado.

¿Y vos? ¿Qué frases de tu familia usás o usaste con tus hijos/sobrinos/niños en general?

Manual para matar.

¿Cómo matar a un no muerto? Lo sé, parece una pregunta estúpida, y quizás lo sea. Jamás me agradaron los dueños de verdades y no pretendo tr...