jueves, 6 de junio de 2019

Las vueltas de la vida.

"¡Entrá chango, ya son las nueve, es hora de que te bañes!" - una mezcla de ruego y amenaza, así sonaba el grito de mi abuela cada día de mi infancia.
De un modo u otro intentaba estirar unos minutos ese límite. Era en vano. Las ramas del siempreverde que estaba en la vereda de casa le concedían a la Maga una multitud de varillas. Esa escena terminaba de convencerme para entrar.
No entendía por qué tenía que bañarme. Me parecía un evento traumático e injusto que interrumpía el juego con mis amigos.
"¿Pero por qué tengo que bañarme? ¡No quiero bañarme!" - era lo último que alcanzaba a decir antes de que el agua de la ducha caiga sobre mi cabeza.
"¡Lavate bien la cabeza! Y las rodillas, ¡mirá cómo tenés las rodillas!" - sentenciaba la Gringa. Porque la tortura era un trabajo en equipo.
Calma. Ahora disfruto de bañarme. He cambiado.

Las vueltas de la vida, cuando llega la hora del baño, mi rol es ahora el del papá que llama a sus hijos para que se bañen.
El siempreverde ya no está, y tampoco adopté el método de la Maga. Asi que ahí voy, armándome de paciencia a buscarlos para informarles que llegó la hora del baño y adivinen cuál es la respuesta que recibo, a coro: "¡No quiero bañarme! ¿Por qué me tengo que bañar?"
Empiezo con el rosario de explicaciones sobre por qué es bueno para ellos bañarse, ninguna de ellas sirve. Solo la última: "Ni locos se acuestan sucios sobre las sábanas limpias".
Una vez resuelto el acarreo de niños sigue ver quién se baña primero, asi que sabiendo que ambos desean ser el último, la pregunta correcta es: "¿Quién se quiere bañar segundo?" Se las recomiendo, funciona.
Y luego, las indicaciones surgen como un "copiar y pegar": "Se lavan bien la cabeza y esas rodillas también, que están negras."

Siempre cuestioné todo. Eso me incluye a mi mismo. E incluía por supuesto a las decisiones de mi vieja en los años de mi niñez.
"¿Pero por qué tengo que ir?" - disparaba una última pregunta estéril después de un sinfín de explicaciones que agotaban el stock de su paciencia.
"Porque sí, porque soy tu madre y lo digo yo" - cerraba todo debate la Gringa sin dejar el más mínimo espacio para un contragolpe.

Otra vez, las vueltas de la vida me ubican del otro lado de la vereda.
Lucía: "Pero papá, no quiero hacer la tarea ahora."
Fer: "Lu, es tu responsabilidad."
Lucía: "Pero yo quiero que juguemos."
Fer: "Primero la tarea, después jugamos, hay un tiempo para cada cosa."
Lucía: "¿Pero por qué?"
Fer: "Porque te lo digo yo, que SOY TU PADRE."


La vida es un viaje en el tiempo constante, una invitación permanente a conectar puntos de nuestro pasado.

¿Y vos? ¿Qué frases de tu familia usás o usaste con tus hijos/sobrinos/niños en general?

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