jueves, 17 de octubre de 2019

Cómo te atreves.

No me llames así. No me digas corazón. No se comprende que me dirijas la palabra. Y tampoco entiendo a qué viniste. Te diría que me recordaste a "Zamba para olvidar" pero no mereces semejante justicia, es excesiva para vos, es demasiado arte y vos de arte no tenés ni una gota de inspiración. La única justicia que mereces es la del olvido definitivo.
No, no me digas corazón. Ya no tengo esa cosa. En su lugar quedó una piedra, dura, helada, que me niego rotundamente a que reciba calor ... ¿para qué? ¿para sentir cómo me hundo en mis miserias una vez más?
No te quedó derecho alguno siquiera a sostenerme la mirada, ¿de dónde sacaste coraje para hablarme?
De tu paso por mi vida no quedó nada bueno. Ni un solo color diferente al gris. Ni una nota musical que difiera a la de un tango triste y mal interpretado.
¿No te das cuenta de que soy muy diferente a la persona que arrancaste de tu vida? Mirame bien, ahora sí, mirame a los ojos ... no hay nada que puedas pedirme que te brinde, porque ya me robaste todo.
Lo único que tengo para regalarte son mis verdades, que creeme, te van a aplastar.
Te brindé todo, siempre vulnerable, siempre incapaz de romper ese lazo de esclavitud emocional que me ataba a vos.
Me humillaste. Una y otra vez. Te burlaste de mi de todas las formas posibles. Te jactabas de que yo era prácticamente descartable. Y lo creí. Me moldeaste. Me transformé en una criatura bizarra, incapaz de valorarse.
Pero un día abrí los ojos. Me di cuenta de que yo no era esa construcción surrealista que hiciste de mi. Era mucho más. Y mucho más que vos. Pero no hay mérito en ser más que vos. Cualquiera es más que la nada.
Eso fuiste, una piedra con la que tropecé hasta el hartazgo. Bastó que arroje esa piedra lejos, bien lejos para darme cuenta de que puedo seguir adelante sin vos.
He reemplazado esa piedra por otra que está hundida en mi pecho, de donde no la arrancará nadie.
Todo de mi te quedó grande. Hasta ese beso de despedida estuvo de más. No lo merecías. Asi que no, no me digas corazón, porque lo hiciste mierda y lo poco que quedó de el te lo llevaste.
Retirate y llevate esas sobras, no las quiero; hacé con ellas lo que puedas, hundite en la oscuridad de tus perversidades y perdete en lo más profundo de mis memorias.
Acá quedan varias cicatrices que penosamente dejaste en mi y poco a poco las voy sanando.

Estuve en el último subsuelo de la autoestima, he visto lo peor de mi y me odié y te odié por haberme convertido en un fantasma de lo que alguna vez supe ser.
Pero desde tan abajo me he levantado, estoy de pie y no voy a dudar ni un segundo en arrollarte con mis palabras.
Hasta acá llegó tu atrevimiento, este es el réquiem que nunca tuviste, y al mismo tiempo, resucito sobre tus cenizas, esas cenizas que no arderán nunca más porque las he barrido a todas.

martes, 8 de octubre de 2019

Discusiones conmigo mismo.

A veces, muchas veces las emociones te van a dominar. Vas a bailar al ritmo que te imponen. Como una marioneta.
Te va a costar aprender que esperar vale la pena. Que el tiempo no cura todo. Que lo que pasó no vuelve, al menos nunca del mismo modo.
Vas a querer herir a alguien con tus palabras. Lo vas a lograr. Pero ahí radica la diferencia entre las buenas y las malas personas. Tuviste éxito, lastimaste. ¿Te sentís bien con eso? Si te regodeas, si lo disfrutás, si lo justificás, entonces has fallado. Vas a intentar redimirte, vas a reinventarte. Vas a mutar una y otra vez. Una y otra vez.
Te convertirás en más de una oportunidad en el monstruo de tus pesadillas.
Te vas a resignar. Vas a desear morir. Tanto que casi lo consigues. Vas a volver a vivir, solo para descubrir nuevas formas de estar muerto.
Vas a revolver tus entrañas expulsando palabras que estaban empujándose. Escribir te va a salvar. Vas a sentirte vivo una vez más.
Vas a cuestionar cada vez más todo. Incluso a vos mismo. Vas a cambiar de opinión tantas veces que el concepto de contradicción se hace difuso.
Vas a apreciar los sabores. Un malbec. Una carne cocinada por horas. Unas pastas amasadas con amor. Unas papas, unas simples papas, crocantes y suaves a la vez.
Cocinar para alguien te va a rescatar de a ratos.
En la soledad vas a encontrar tu lugar en el mundo. Pero a la vez, deseas con todo tu corazón leer para alguien mientras comparten unos mates.
Vas a volver a enamorarte de las mascotas. Aprenderás a querer a los gatos.
Llorarás habitualmente. Esa cruz que te pesa, de a ratos sobre la espalda, de a ratos sobre tu pecho, te costará cargarla. No, no habrá alivio.
Habrás perdido todo. Económicamente hablando y no. Todo. Y lo vas a reconstruir. Te vas a reconstruir.
Entenderás que la vida no es una puesta de sol en el Mediterráneo de manera permanente. Hay (y bastantes) momentos de mucha oscuridad, donde la tristeza atraviesa el corazón.
En esos instantes donde todo sabe amargo, donde se atoran un nudo en la garganta detrás de otro, donde no encontrás un poco de paz, cuando más esquiva se hace la brújula, hallarás siempre un modo de salvarte.
Vas a dibujar una sonrisa en otras personas.
Vas a ayudar a muchos, pero serán muchos menos de lo que en realidad desearías.
Verás crecer a tus hijos, y no serás un mero espectador. Serás protagonista.
Te vas a enamorar (otra vez)
Vas a cocinar para tu familia y será una fiesta.
Vas a conocer a personas que no están cerca, pero se siente como si lo estuvieran.
Vas a emborracharte con amigos, a hablar de trivialidades y a compartir temas muy profundos.
Vas a sentirte un niño otra vez.
Vas a recuperar abrazos que habías perdido.
La cruz quizás no sea tan pesada después de todo.

Manual para matar.

¿Cómo matar a un no muerto? Lo sé, parece una pregunta estúpida, y quizás lo sea. Jamás me agradaron los dueños de verdades y no pretendo tr...