jueves, 26 de julio de 2018

Cosas que no.

Si me vieras ahora. He cambiado. He cambiado mucho, pero no para ser otra persona, sino para volver a ser yo. Me di cuenta que cuando estaba con vos lograste sacar lo peor de mi.
Ya no era auténtica. Me forzaba a callar o a modificar mis actos para que todo resulte de tu agrado.
Esas cosas ya no pasan.
Me reencontré conmigo misma. Soy yo, con toda mi espontaneidad y autenticidad en su mayor plenitud.
Ya no tengo que simular mis sonrisas, estimular mi imaginación para complacerte ni contar hasta cien. O hasta mil.
Esas cosas tampoco pasan.
Tampoco tengo que tolerar tus dardos hirientes. Sabías muy bien de qué maneras lastimarme. Y las usaste a todas.
Tengo muy presente el día en que pasaste de usar tus manos para acariciarme a utilizarlas para que me duela el cuerpo.
Esas cosas, ya no pasan.
Fuiste mi gran maestro. Me hice pequeña para luego crecer. Retrocedí para tomar carrera y dar un gran salto hacia adelante.
Tengo mi propia calabaza con carruaje. Y hasta me doy el lujo de elegir al principe que yo quiero. Dejé de estar presa. Ahora pues, soy la cazadora. Mujer alfa. Y respiro. Ahora finalmente tengo paz.
Hasta pequeñeces cambié ... incluso no seguí viendo esa serie que dejamos por la mitad.
Hay muchas cosas nuevas por las cuales me intereso ahora.
Y muchas otras por las cuales jamás volveré a interesarme.
Vos, por ejemplo.

viernes, 20 de julio de 2018

Friends to be friends

Mi primer amigo se llamaba Mateo. Era el único con el que conversaba en el jardín de infantes. Eramos compañeros también en el transporte que nos buscaba a diario y ahí íbamos conversando sobre temas trascendentales para la humanidad. Pero había una gran razón para que lo considere mi amigo. Todos los días él llevaba un paquete de galletas Merengadas. Recuerdo claramente que a media mañana abría el paquete y me convidaba un par de galletas y ambos simulábamos ser el gatito dibujado en el paquete. Aún paso por su casa, ubicada en un barrio de monoblocks, pero el jardín se terminó, me cambiaron de colegio y no volví a saber de él.
En el barrio mis primeras amigas fueron dos vecinas de al lado, ambas un poco mayores. Luego, a medida que fuimos creciendo, se sumaron muchos, muchos más. En verdad eramos una banda enorme en la cuadra donde vivía. El pasaje era un sinfin de gritos y corridas cada tarde (todos íbamos al colegio por la mañana) Y cuando no estábamos en la calle, estábamos en la canchita jugando a la pelota.
Se apagó mi infancia lentamente (aunque dentro mio una porción de niñez sigue viva) y empezó a forjarse la amistad con mis compañeros de la secundaria, amistad que perdura hasta el día de hoy inclusive con muchos de ellos.
Todo tiene un final, todo termina y también empezó a bajar el telón de mi adolescencia (aunque dentro mio resiste un adolescente) y conocí a mis amigos de la facultad.
Luego llegaron mis amigos de los trabajos en los que estuve y amigos de la vida que fueron apareciendo en el momento justo.
De todos los amigos que fui conociendo, no mantengo contacto con todos, pero cada uno fue muy importante en cada etapa de mi vida.
A ellos, a quienes me quieren sin juzgarme, aún contra mis fracasos, mis contradicciones, mis idas y vueltas. A quienes me quisieron incluso cuando yo no me quería.
A quienes me aman a mi y no a lo que hice o haré.
Todos ellos me ayudaron a moldearme, a construirme y a recontruirme (más de una vez)
Mis amigos fueron pilladita, escondidas, pelota de medias, pelota de cuero, salidas a la matiné, bancar para encarar a una chica, boliche, previa y after, taxi a casa, cama prestada, estudio de madrugada, apuntes, caminatas eternas, viajes haciendo dedo, vacaciones, laburo codo a codo, salud y enfermedad, dos monedas y algunos billetes, sanguche de milanesa al paso y asado en casa, incomprensión hacia nuestros padres y ahora que estamos de ese lado del mostrador, vamos entendiendo de a poco.
Mi vida fue atravesada y bendecida por grandes amigos. A todos ellos y a Walter, mi hermano de la vida, que en algún lugar de universo me espera para tomar ese dichoso fernet, gracias por tanto.
Gracias por toda la ayuda que me brindaron, aún cuando yo no sabía que la necesitaba.
Fui bendecido con la existencia de todos ellos.
Y a ustedes mis amigos lectores, gracias por estar siempre del otro lado, me alimentan el alma.

miércoles, 18 de julio de 2018

Giras.

No eran muchos los paseos que teníamos en familia cuando fui niño, pero los disfrutaba a todos.
Uno de los más lindos era ir al cine, sin duda. No fueron tantas pelis, pero tengo muy presentes algunas de Olmedo y Porcel, la de Mazinger Z, (a continuación se pone un poco blandita la cosa) Chatrán y Me enamoré de un maniquí (no, no me la como, pero salí cantando del cine "nothing gonna stop us now" ... o sea, casi) y alguna más que se me está escapando ahora.
Pero la salida al cine se completaba con una estadía en un barcito, donde religiosamente consumía un agua tónica (no, nunca fui normal) y un tostado de jamón y queso. Eso era un lujo para nosotros. La tónica era porque a nadie más le gustaba. Así no tenía que convidar. Cosas de hijo único.
Pero a veces, cuando la ida al cine era en épocas veraniegas, se reemplazaba el barcito por la heladería. Ese mundo de sabores era un festival para mi. Jamás me detuve en los sabores básicos.Yo siempre pedía los sabores más raros, esos que no pedía nadie.
Luego estaban las idas al parque, al sector de los juegos. Las mujeres llevaban de todo. Sánguches de milanesa, gaseosa, papas fritas, repasadores, manteles, servilletas, vasos. Cada vez que íbamos sentía que nos mudábamos de casa. Eramos medio gitanos. Y cuando teníamos el chevy, ese con el que mi vieja provocaba intentos de homicidio cuadra de por medio, hasta mesa y sillas cargábamos.
Por último estaba el circo. No me daban miedo los payasos. Me asustaba con los trapecistas. Me daba la sensación de que se iban a morir en cualquier momento, asi que me tapaba los ojos cuando alguien volaba por el aire. La gira cirquera se terminaba con la famosa foto que te daban dentro de una cajita minúscula que podías ver onda microscopio.
Ya de grande repetí cada uno de esos paseos con mis pibes. Ellos se harán grandes algún día (espero que vivan muchos, muchos años) y, dependiendo del camino que elijan quizás hagan lo mismo con sus propios hijos.
Ayer encontré, mientras acomodaba cosas en mi dormitorio, un llavero con una foto de la última vez que fui a un circo con mis pequeños. Me acordé que de ahí nos fuimos a la peluquería con ellos y a los juegos. Fue una linda tarde. Los hijos no se van. Sí, se hacen grandes y hacen su vida pero siguen en la mente y en el corazón de los padres. Todo el tiempo. No se van jamás. Preguntale a alguien que haya tenido que pasar por la terrible experiencia de perder a un hijo y veamos qué te dice; si ese hijo se fue o sigue presente.
Y hoy, justo hoy se cumplen cinco años de que desperté del coma. Y me acordé de todo el amor que recibí al despertar y todo el apoyo que le brindaron a mi familia mientras yo dormía, no plácidamente. Se me escapó uno que otro lagrimón, lo admito.
Bendito por despertar. Bendito por vivir. Bendito por tener cada día una chance más de hacer mejor las cosas. Sé que no hice todo bien en este tiempo de descuento, pero sigo intentando ser la mejor versión posible de mi mismo. Bendito por mi familia, por mis hijos, por mi compañera, por mis amigos de fierro. Bendito por tenerlos a ustedes del otro lado leyéndome.
Bendito por haber disfrutado de esas giras con las integrantes de la casa de Bernarda Alba y por poder hacerlo ahora con mis semillas.
Salud por las próximas giras.

viernes, 13 de julio de 2018

Uno y medio.

No soy bueno para las fechas. Pero recordé que un 14 de enero del año pasado parí BENDITO ERES. Empecé a escribir (nuevamente) porque mi realidad era caótica. Necesitaba un espacio donde poder ser auténtico.
Un año y medio es un montón para mi. Casi doscientas historias. Casi 23.000 lecturas. Casi 900 seguidores. Mucho para un blog donde tan solo comparto palabras. Acá no hay memes, gifs, mujeres en bolas, noticias de fútbol ni opiniones políticas. Tampoco digo lo que quieren leer. Escribo y comparto lo que me nace.
Después de todos esos casi, la misión está cumplida. Este espacio me ayudó a volver a ser yo mismo.
Este post se está tornando autoreferencial, pero es inevitable que lo sea. Todas las historias lo son a su modo. Hasta las ficciones, alguna dosis de mi vida tienen.
Por ahora el blog sigue siendo un cheque en blanco, no sé hasta cuando publicaré. Será hasta que mueran mis ganas. O muera yo, lo primero que suceda.
Con respecto a las ganas, aún están. A veces escribo con el corazón, otras con las tripas. Y algunas historias tienen un poco de cada cosa.
Escribo simple, al menos lo intento, y no es por subestimar al lector. A mi me gusta leer a quien escribe simple. No me agrada cuando se usan palabras pretensiosas sólo para aparentar un determinado nivel cultural. Hay mucho de elitismo en el mundillo de la literatura. Creo fervientemente que la literatura tiene que acercarse a la gente, sin caer en golpes bajos, y no alejarla.
Me gusta que viajen a su pasado y se encuentren. Me gusta dibujarles una sonrisa, lograr que se les escape alguna vez una lágrima. Me gusta dejarles sabor a noche de sábado o a tarde de domingo. Me gusta que algunos de ustedes hayan decidido leer más después de encontrarnos. Me gusta que me escriban, que me envíen sus textos, que compartan sus historias de vida o un momento que están pasando. Me enriquecen.
Tengo mucho para agradecerles, en este espacio encontré gente maravillosa. Para mi es un gran placer encontrarme con ustedes durante la semana escribiéndoles yo, y ustedes leyéndome.
Gracias a todas mis musas; mis hijos, las integrantes de la casa de Bernarda Alba y mi compañera.
Nos estamos leyendo.

martes, 10 de julio de 2018

No te creo.

El amor. El amor en mi vida es la ficción más intensa y creativa que se haya visto.
Escucho tantas historias en las que creo tan poco que prefiero ignorarlas.
Cada vez que siento algo parecido a ese cosquilleo de mierda en el estómago me siento como una nadadora novata que, asustada, se aleja de la orilla del mar.
No me pidas que te tome la mano. Mis manos tiritan porque ya conocen el frio.
No vas a comprenderme. Lo sé. Por eso me mirás con esa cara de "mujer, cómo no vas a confiar en mi".
Es que ya hubo otros que me dijeron "tranquila, conmigo está todo bien, yo soy diferente a los demás". Y mirame ahora, con mis cicatrices abiertas, sangrando ilusiones.
No, no esperes que te crea. Puedes lanzarme una enciclopedia de palabras, para mi son solo cuentos. Y con esos cuentos no creas que voy a dormirme en paz.
Soy la puerta que permanecerá cerrada. Soy la sonrisa donde mueren las promesas de amor. Soy las piernas que se abrirán solamente para que no me olvides nunca y jamás seas correspondido. Soy el corazón oscuro. Soy la roca con la que tropezarás una y otra vez. Soy daga porque me cansé de ser apuñalada.
No, no vas a cerrar mis noches de bares, serás una barra más.
No hay nada de malo en vos, sos perfecto.
Simplemente, no te creo.

viernes, 6 de julio de 2018

El día en que morí.

"Lo terrible no es la muerte, sino las vidas que la gente vive o no vive hasta su muerte"
                                                                                                            Charles Bukowsky

Shock séptico. Esas dos palabras suelen leerse en un certificado de defunción. Pero en mi caso están escritas de puño y letra en mi historia clínica el día 06/07/2013, cuando ingresé a la guardia de un hospital.
No funcionaban mis riñones ni mi pulmón derecho. Mi pulmón izquierdo apenas respondía. Mi corazón estaba al límite. Y mi conciencia iba y venía. Más iba que venía.
Definitivamente la muerte me había embrujado como a un muñeco de trapo.
Me había hecho adicto a la tristeza y agoté las reservas de mi juventud viendo como la vida me sabía a ceniza.
Debo contarles que uno a la muerte la ve venir. Uno sabe que va a morirse. Es como un encuentro cara a cara. Y en ese preciso instante no me parecía una mala idea. Todo lo contrario.
Me estaba yendo sintiendo que no era feliz. Que no era un buen padre. Y que nunca iba a saber qué se sentía ser bien querido.
Pero doce días de sueño y doce días despierto más tarde estaba listo para salir a vivir otra vez.
Empecé a vivir mi tiempo de descuento, con este par de pulmones que son una bomba de tiempo y debo admitir que no usé del todo bien ese tiempo. Me equivoqué bastante en este afán de "disfrutar la vida".
He malgastado mi tiempo en más de una oportunidad. Lo más valioso que tengo justamente. Pero opté por aprender. Y por desprenderme de lo que no me suma.
Estoy disfrutando de cada momento que me regala la vida. La risa, un beso (o varios), el sol, la lluvia, el viento, un abrazo, dormir bien, cocinar rico, escribir, hacer bien mi laburo, viajar, soñar, jugar, creer, confiar, esperar, dar. Me siento pleno. No, no soy sonrisa todo el tiempo, hay momentos donde la pena me atraviesa el pecho, donde me enojo (a veces bastante) Hay momentos en que no sé bien para dónde salir corriendo, otros donde simplemente no tengo ganas de hacer nada. Pero vuelvo a mi. Siempre vuelvo.
Hoy puedo decir que soy un hombre feliz. No sé si soy un buen padre, pero juro que trato. Y respecto a sentirse bien querido ... se siente genial.

miércoles, 4 de julio de 2018

Ella sabe.

Ella supo ayudarme a encontrar la versión más auténtica de mi mismo.
Me sucede que suelo estar con muchas personas, pero con ella no solo estoy, con ella soy.
Ella me mira y está todo bien; en sus ojos (ojos herederos del cielo) cobra sentido todo lo cursi.
Ella sabe ser naranja entera y a la vez se refugia en mis brazos y hace que valga la pena cada mal sabor de mi existencia.
Ella sabe celebrar la paz y la guerra en el momento adecuado.
Ella está ahí, mientras esculpo esta reversión de mi vida en tiempo de descuento.
Ella supo arrancarme los "te quiero" que había jurado enterrar para siempre.
La quiero, la quiero en la cama y la quiero con manchas de cocina.
La quiero recién bañada, lista para una cita y la quiero recién amanecida.
La quiero quince minutos y la quiero un día completo.
Ella hace que me ardan las manos mientras escribo estas líneas.
Ella supo cambiarme noches tempranas por desvelos con risas.
Ella sabe ser terrón de azúcar y al mismo tiempo, es (se los juro) viagra hecho mujer.
Ella descubrió mis vetas escondidas, despertó lo dormido y reverdeció lo marchito.
Sin lugar a dudas, ella sabe.

Manual para matar.

¿Cómo matar a un no muerto? Lo sé, parece una pregunta estúpida, y quizás lo sea. Jamás me agradaron los dueños de verdades y no pretendo tr...