viernes, 30 de noviembre de 2018

Tenés que ser más ordenado.

Cuando era niño, las siestas eran sagradas. Eso ya lo saben. Mientras transcurrían los minutos hasta que el reloj marcaba la llegada de las cinco de la tarde, leía, dibujaba o me entretenía con mis juguetes. Leía mares de revistas, historietas y libros. Me acostaba boca abajo y me servía de no menos de seis publicaciones para leer.
Si dibujaba era más o menos lo mismo. Pilas de papel me ayudaban a crear mundos de fábula.
Y si jugaba, volcaba la caja de cartón que contenía los soldaditos, figuritas y autitos para armar todo un universo. Conectaba el comedor con el fondo de la casa. Literal.
Y cuando finalmente llegaban las cinco de la tarde, juntaba todo a las apuradas, metía todo en la caja para salir a jugar.

"¡Esperá! ¡Acomodá bien tus cosas! ¡Tenés que ser más ordenado!" - tronaba la voz de alguna de las mujeres de la casa de Bernarda Alba.

Volvía sobre mis pasos y de mala gana acomodaba los dibujos, los lápices, las revistas o los juguetes.
Cuando era la hora de entrar a bañar y después de una ardua batalla con mi abuela para que finalmente ingrese, post amenazas varias de varillazos, desparramaba la ropa en el pasillo. Y de nuevo: "¡Tenés que ser más ordenado!"

Tantas veces me lo dijeron que me hice ordenado. No al extremo pero ... ok, sí, al extremo. Tengo todo planificado en mi trabajo. Todo. Sé qué paso se va a dar durante los doce meses siguientes en todo momento. Organizo mis tiempos de manera metódica, aún para lo trivial.

De repente me encuentro del otro lado. Tengo a dos peques que se esmeran en convertir al hogar en un lugar asolado por un huracán a cada ambiente por el que pasan.
Y mi rol es el que era el de las mujeres de casa. Marcar la cancha.
El comedor y otros ambientes de casa son un desparramo de juguetes, libros y dibujos tal como cuando yo tenía la edad de ellos.
Cuando les toca bañarse hay que recolectar la ropa.
Y cuando hay que hacer la tarea la mochila es un caos.
Entonces me sale el pedido incorporado en mi ADN: "¡Chicos, tienen que ser más ordenados!"

Hasta que vuelven a su casa el domingo por la noche.
Y cuando regreso y me encuentro con juguetes en el piso del comedor, peluches en  mi cama, zapatillas desparramadas por otras habitaciones, muñecos debajo de la ducha y dibujos esparcidos por los ambientes de casa, ahí, cuando ya de las risas, llantos y peleas no queda ni el eco, en ese preciso momento en que me suben cincuenta nudos por la garganta, prefiero no ordenar nada. Al menos no de inmediato. Elijo ir a contrapierna de mi mandato de tener todo organizado.
Lo dejo para el lunes.
De ese modo siento que ellos se quedan conmigo un ratito más.

miércoles, 21 de noviembre de 2018

Micro charlas con la gringa.

Conversar con mi vieja puede terminar desandando por caminos imprevisibles. Sobre todo si voy a compartir una comida con ella. Tengo que estar preparado para lo inesperado. El último feriado almorzamos juntos y nos pusimos a ver una serie en Netflix.

Gringa: "Mirá cómo se droga ese"
Fer: "Sí ma"
Gringa: "¿Qué está tomando?"
Fer: "Cocaína ma, que no ves que la aspira"
Gringa: "Claro ... tenés razón ... ¿vos te drogaste alguna vez?"
Fer: "..."
Gringa: "..."
Fer: "No ma, cómo se te ocurre"
Gringa: "Pero te deben haber ofrecido ... como es tan común ahora"
Fer: "Ma tampoco andan ofreciendo como el heladero que anda en la bici a los gritos, falopa, vendo falopa"
Gringa: "Claro ... claro ... mirá qué rica que parece esa cerveza que está tomando ese infeliz"
Fer: "Si ... qué se yo"
Gringa: "¿Habrá alguien que no le guste la cerveza?"
Fer: "Y sí ma"
Gringa: "Siempre hay un boludo"
Fer: "La verdad que no sé qué decirte ma"
Gringa: "Ay ... le está pegando el infeliz ... mirá esa mesita de luz ... la ha roto ... qué linda que parecía"
Fer: "Ma ... te vas a fijar en una mesita de luz ..."
Gringa: "Bueno che, me fijo en lo que quiero ... qué jodido sos, con razón tu estado civil"
Fer: "¿Y vos? ¿Adónde está tu marido?"
Gringa: "Te estoy jodiendo zonzo ... ahora no te puedo hacer una broma che"
Fer: "Claro ... claro"
Gringa: "¿Y ahora no se te dio por tomar droga?"
Fer: "Ma ... qué obsesión con la droga che"
Gringa: "¿Tomás o no tomás droga?"
Fer: "Que nooooo"
Gringa: "A mi me podes contar, soy TU MADRE"
Fer: "Que noooo ... yo soy así, raro nomás"
Gringa: "Bueno, te voy a dar un escobazo llegas a tomar"
Fer: "Dios santo ... ¿podemos ver la serie?"
Gringa: "Qué se yo ... capaz que en viejo se te dio por tomar, puede pasar"
Fer: "Viejo las pelotas ma, viejo las pelotas"
Gringa: "Bueno, en grande, ¿está bien así señor adolescente?"
Fer: "No consumo ninguna droga ma ... no sé para qué te dije que veamos Narcos"
Gringa: "¿Vas a querer postre?
Fer: "No, dame un porro, con eso estoy bien."
Gringa: "Hacete el pícaro"
Fer: "Claro, yo no puedo hacer chistes"
Gringa: "¡Ay! lo va a matar al pobre"
Fer: "Ese es el malo ma"
Gringa: "¿No es el policía bueno?"
Fer: "No ... ¿ves? no le llevás el apunte a la serie y ya no tenés idea de quién es quién"
Gringa: "¿Vos pensás que yo soy zonza?"
Fer: "No ma"
Gringa: "¿No me puedo confundir?"
Fer: "Sí podés ... pero ¿podemos ver la serie? ¿por favor?"
Gringa: "¿Cuándo aparece el chapo Guzmán?"
Fer: "¡Qué se yo ma!"
Gringa: "Pucha, ya terminó el capítulo ... me voy a acostar un rato ... ojo con drogarte vos."

Y así finalizó mi almuerzo narco.

viernes, 16 de noviembre de 2018

Pétalos.

Nunca tuve margaritas en el jardín de casa. Ni mi vieja tampoco las tuvo jamás. Ni mi abuela. Había rosas, un montón de rosas (del color que busques), todas preciosas, pero llenas de espinas. Todo un presagio de mi vida amorosa. Y de las de ellas, porque a las tres nos fue como el culo. Al menos a mi hasta ahora, no tengo mucho por qué sonreir.
Quizás si hubiese tenido margaritas sus pétalos me hubiesen ayudado a saber a tiempo si él me quería o no me quería.
Quizás así la sangre no llegaba al río. Pero no hubo caso, finalmente el río se tiñó de rojo.
Díganme si alguna vez sienten más incertudumbre que cuando se enamoran. En ese momento en el cual empiezan a sentir algo por otra persona. Y cuánto necesitan algo objetivo de qué agarrarse. Una fórmula, una receta, una guía ... una margarita.
Pero no, ahí está una, librada a la buena de Dios, margarita en mano (ya que no hay flor, bienvenido sea un poco de alcohol), rezongando que ni para eso sirvieron las matemáticas que tanto me costaron aprobar durante toda mi vida.
¿Será que también me quiere? Más que pregunta termina siendo una tortura.
Así las cosas, resultó que no me quería. O quizás sí, pero a su modo. De un mal modo. Pero no quiero hablar de eso, me hace mal.
Me cerré, me negué, me juré no volver a caer nunca más en esta farsa del amor.
Sin embargo, acá estoy, buscando una maldita margarita por todos los jardines vecinos y no tan vecinos porque me he vuelto a enamorar y necesito saber con precisión matemática si él me quiere o no me quiere.
Soy un tanto terca. Siempre mi vieja renegaba con eso. Tan terca que fui hasta un vivero y me compré una maceta con una margarita.
Veremos qué sentencia la flor. Me quiere. Todo lo que me dice, me gusta. Desde sus buenos días hasta sus buenas noches. No me quiere. Esperá un poco, me estoy sintiendo muy a gusto con mi soledad. La disfruto. A veces me empañan los ojos la nostalgia, pero en general la disfruto. Me quiere. Por otro lado, no esperaba volver a sentirme así. Parezco una colegiala emocionada. No me quiere. No nos apuremos. Me siento super madura. No tengo por qué arruinar mi mejor momento.
Me quiere. Me sonríe, me abraza y chau. Me tiene. No me quiere. Todo muy lindo pero ...ojo con el desamor. Duele. Duele el alma y el cuerpo. Dan ganas de salir corriendo y a la vez de encerrarse y gritar y a la vez callar. Me quiere. Nunca me sentí tan a gusto con alguien. Siento que hablamos el mismo idioma. A veces basta una mirada. No me quiere. Tranquila. Todo bien con él. Parece buen tipo. Pero tu ex también parecía un buen tipo y ... ya sabemos bien cómo terminó todo. Se acabaron los pétalos. La única flor de la maceta dictó sentencia.
Soy un tanto terca. Bastante terca. Pobre mi vieja. Siempre haciendo la contra a todo, hasta incluso a lo evidente.
Acabo de hallarle forma de pétalo a un brotecito del tallo.
Me quiere.
Él me hace sonreir.
Estoy lista otra vez.

viernes, 2 de noviembre de 2018

Las bendiciones en tiempos de crisis.

Los paseos con mis hijos no son siempre juegos en el parque, tomar unas achilatas viendo como las caras les quedan coloradas y pegoteadas, comer algodón de azúcar presenciando con absoluta impotencia como la ropa queda teñida de caramelo. No, a veces a los pibes hay que llevarlos a los juegos electrónicos.
En esas ocasiones, junto coraje y presupuesto para ver como en un suspiro ese presupuesto es pulverizado.
El fin de semana pasado fue una de esas ocasiones.
Acaricié unos billetes y ahí fuimos los tres. Al primer lugar que encararon fue al pelotero.

Fer: "¿Cuánto sale señorita?"
Señorita: "85 pesos la media hora"
Fer: "¿Para los dos?"
Señorita: "Por cada uno, 170 pesos en total."
Fer: "¿Por media hora?"
Señorita: "Así es señor"
Fer: "¿En serio? ¿Por cada uno?"
Señorita: "Tal cual, por cada uno."

En ese momento los miré y ellos me miraron como lo hacen las suricatas cuando salen de su refugio. Me resigné a ceder gran parte de mi presupuesto en esa media hora. Bueno, no estaba tan mal porque iba a tener media hora para descansar mientras esperaba a que salgan. Pero ...sucede que tengo un Lautaro.
Pasaron apenas diez minutos y mi Lautaro se presentó a mi lado:

Lau: "Hola papi"
Fer: "Lau, ¿qué hacés acá?"
Lau: "Me aburrí, quiero salir"

En ese momento adopté el criterio del querido humorista tucumano Miguel Martín, y puse la voz de Batman.

Fer: "Ya volvés al pelotero."
Lau: "Pero papá, me aburro"
Fer: "No me interesa, volvé"
Lau: "Pero papá ..."
Fer: "Pero papá nada chango, quedate sentado en el pelotero si querés, o sino ya nos volvemos a la casa, no me importa nada." (Ese "no me importa nada" va con énfasis y sin parpadear)
Lau: "..."
Fer: "Vaya papá, vaya" (palmadita en la espalda)


Lautaro volvió al pelotero a completar los veinte minutos restantes. Durante ese lapso cada tanto se acercaba a la puerta y me preguntaba si faltaba mucho, pero el objetivo fue logrado.
Terminó la media hora y acudimos a un juego que nos tragó el saldo de la tarjeta. Economía de guerra ... me fui como flecha para reclamar y la encargada nos devolvió el saldo.
Tuvimos tanta puntería que en el siguiente juego nos volvió a suceder lo mismo. Nuevamente me fui a reclamar.

Fer: "Señorita, nos volvió a pasar lo mismo"
Encargada: "Bien señor, ahora lo resolvemos ... a ver ... no, en este juego no va a ser posible, lo que puedo hacer es concederle otro juego distinto sin cargo, el que Ud. diga."
Fer: "¿El que yo quiera?"
Encargada: "Menos ..."
Fer: "Quiero los autitos chocadores" (dicho a toda velocidad, con desesperación y señalando)
Encargada: "Eeehhh ... está bien"

Se subieron los pibes y bueno, sucede que tengo un Lautaro.

Lau: "Pa, no llego al pedal"
Fer: "¿Puedo subir yo también sin cargo con el nene?"
Encargada: "Y bueno ... sí" (con carita de resignación)

De más está decir que nos reímos un montón chocándonos bien a lo bruto. Los juegos con las bendiciones distan de ser suaves. Es nuestro estilo, nuestra marca registrada, somos intensos.

Ahora bien, que esperen al aguinaldo para la próxima visita a los juegos.

Manual para matar.

¿Cómo matar a un no muerto? Lo sé, parece una pregunta estúpida, y quizás lo sea. Jamás me agradaron los dueños de verdades y no pretendo tr...