domingo, 30 de abril de 2017

Adónde te trajimos.

Lucía se paró de frente, tomando con sus manos el manubrio de la bicicleta del vecinito y le lanzó un bramido:
Lucía: "Eh, vos, dejá de chocarlo a mi hermano o te la vas a ver conmigo."
La llamé para tranquilizarla y vino a la casa hecha una furia.
La enana es un huracán, tiene carácter y está claro que no le van a pasar por encima tan fácilmente.
Es de encarar a un grupo de niños que no conoce con total desparpajo: "Hola, me llamo Lucía, ¿puedo jugar con ustedes?"
Pero debajo de esa dureza, se quiebra fácil. A veces puedo pedir permiso en mi trabajo para asistir a algún acto del colegio. En uno de los últimos al que fui tenía que ayudar con el cambio de ropa de Lautaro. Cuando terminó el acto fui volando con el enano al baño para cambiarlo. No había tenido tiempo de despedirme de Lucía y cuando salí el salón estaba desierto a pesar de que lo vestí a toda velocidad a Lau.
Solamente estaba ella, paradita en la escalera, buscando con su mirada.
Fer: "¡Lucía! ¡Vení rápido enana!
Bajó corriendo, me abrazó y lanzó unos lagrimones, gruesos como uvitas como suelen ser los suyos.
Lucía: "Pensaba que te habías ido papi."
Fer: "No mi amor, no me iba a ir sin darte un beso."
Está claro que estoy enamorado de mi hija, ¿no?
Me hace feliz, pero se va haciendo más grande y sinceramente, sufro. Es mujer. ¿A qué la traje? ¿Adónde?
Ya tuvimos la charla sobre que "su cuerpo es de ella y nadie tiene derecho a tocarlo", y sobre "no te vayas nunca con un desconocido." Ya le enseñé a defenderse y ya tuvo la oportunidad de usar sus puños con un compañero ... intenso.
Si está jugando en la vereda, yo me siento en la puerta.
No dejo que entre a la casa de un vecino. Y tampoco me quedo tranquilo si está con un familiar. Pero, como les dije antes, está creciendo.
No voy a poder estar siempre. Ahora mismo no lo estoy.
Va a empezar a maquillarse. Va a usar un top, un short corto, una mini o un jean ajustado.
No falta mucho. Unos años pasan en un abrir y cerrar de ojos. Ayer la dormía sobre mi pecho. Mañana me va a estar pidiendo permiso para ir a una fiesta. A UNA FIESTA. De sólo pensarlo me enfermo.
No, no falta mucho para que le empiecen a decir groserías por la calle, para que se le peguen intentando forzar una charla, para que le manden fotos del pene por el face o por whatsapp, para que le toquen el trasero en un boliche o para que intenten emborracharla para llevarla a la cama.
Serán muchas noches con el Jesús en la boca, esperándola a la salida de tus fiestas. Muchas veces la veré, hermosa, con un vestido escotado, embobado, pero a la vez angustiado.
Adónde te trajimos, enana. No voy a estar siempre y esa idea me aterra.
Sólo espero que pueda dejarle ... lo que mejor pueda brindarle. Y que no tengas la mala suerte de cruzarte con alguno de estos animales que abundan en este mundo (y que no deberían haber nacido)
Será cuestión de respirar hondo hijita nomás.
Ayer eras un porotito. Hoy sos una niña con piernas largas, cabellos super lacios y con mucha actitud.
Mañana, mañana será otro día.
Otro día en este mundo al que te trajimos.

viernes, 28 de abril de 2017

Gracias empleado.

Era el último día hábil del mes de junio de 2014. Vino una empleada de recursos humanos y me dijo: "Fer, te llama el doctor."
Entré y ya estaba todo cocinado.
Doctor: "Fernando, lamento informarte que decidimos prescindir de tus servicios. Lamentablemente los altos costos de estructura, los cuales vos conocés mejor que nadie, nos obligan a tomar esta decisión. Ocurre justamente que tu sueldo es uno de los más elevados de la organización y vamos a tener que abortar este proyecto que te pedimos que encares hace un año."
Gerente: "Acá está la escribana, te vamos a pagar todo lo que te corresponde."
Doctor: "Te conviene renunciar, no queremos generarte una complicación en tu currículum dejando una mancha de un despido."
Me había mudado hace un mes. Con contrato de alquiler nuevo, con honorarios del abogado del juicio de divorcio por pagar, con los alimentos para pasar ... con todo eso me fui de esa empresa. Era la primera vez en mi vida que era despedido. Hasta ese momento, siempre fui yo el que renunciaba.

Obviamente conocía los números de la empresa en detalle. Era yo quien los controlaba y presentaba los informes financieros. De todos modos, no vi venir el golpe. Un gerente cuyo único talento era identificar culos (y que temía que yo fuera su reemplazo) y un director que no quería resignar su vida de millonario tomaron la decisión.
La jefa administrativa, amiga mía desde los años de la facultad y que había entrado a esa empresa por recomendación mia, vino con unos lagrimones a entregarme los cheques.
Quedé abrumado. Mental y económicamente. Si bien tenía la indemnización, la situación del país no era favorable (como casi siempre en nuestra historia) y conseguir trabajo no era tarea sencilla.
Pasé casi un año en laburos donde fui ninguneado, negreado y con compañeros que me mandaron a perder en más de una oportunidad. Volví a pagar piso y también subsuelo algunas veces. Cobré dos mangos y también uno y medio. Y otras veces no cobré nada.
Mi chica, mis hijos, la familia y los amigos fueron mi sostén. Y creo que no quedó contacto sin que haya tocado en ese tiempo.
No tener laburo (o tenerlo pero sin estabilidad) es horrible. La dignidad prácticamente desaparece. Y teniendo hijos a cargo, uno acepta y calla cosas que habitualmente no haría.
Me sirvió como experiencia para domar mi temple, darme un hermoso baño de humildad y si en esos tiempos retrocedí, sepan que fue solo para tomar carrera.
Acá hay Fer para rato.

jueves, 27 de abril de 2017

Lo admito.

Lo admito, no soy perfecto.
Me quedo callado sin razón a menudo, mi mirada puede perderse en la nada por unos instantes.
Soy desordenado, desafino y a pesar de eso canto en voz alta, y puedo cansarte con una maratón de una serie.
Suelo dejar mis zapatos en cualquier lado y me tienta la flojera para guardarlos.
Es probable que mi humor cambie de manera drástica por motivos que son más bien excusas que razones.
Y quizás sea bastante más distraído de lo que pueda llegar a admitir.
Lo admito, sí, no soy perfecto.
Pero te amo con locura.

martes, 25 de abril de 2017

Manjares (simples)

Cada casa en el barrio tenía un aroma. A desodorante, a tierra, a patas (?), a humedad ... en la casa de mi familia siempre había olor a comida.
Mi abuela arrancaba temprano, ni bien se acababa el desayuno, con los preparativos para la sopa. Había sopa tooooodos los días, lo cual era una tortura para mi (ahora las disfruto un montón) salvo cuando se mandaba una sopa crema casera.
Después empezaba a cocinar el almuerzo. Así que había una mezcla de aromas a verduras y carnes siempre.
Habitualmente comíamos guisos, estofados, pucheros, carnes diversas, ensaladas. Los pucheros eran una fiesta particularmente. En mi plato hacía un puré con todas las verduras que me servían, mezclaba todo, les agregaba un toque de mayonesa y simulaba un pastel. Manjar.
Compartía algunos gustos con mi abuela, herencia de ella por supuesto. Untar el caracú en una rodaja de pan, sal y pimienta y al buche. Mezclar el picadillo con ajo picado bien chiquito. Rico pero mortal a la vez. Hígado y panza de pollo rehogados. El juguito de la cocción de un bife sobre un pancito. Y unas albondiguitas en salsa picante que tenían vida propia dentro del cuerpo de uno.
Aaahhh y los sanguchitos de caballa con cebolla ... eran la cara visible de la felicidad ... y del mal aliento sin duda también por unas horas. No había pasta dental que lo remonte.
Choclos asados, queso criollo calentado en la hornalla, pepinos cortados a lo largo, aderezados con aceite, sal y pimienta negra, todo era un festival de sabores con la vieja.
La abuela me enseñó con esos bocados simples que la felicidad está ahí, en una lata de picadillo y un paquete de galletas.
Simple.
Qué manera de complicarme a veces, hasta casi el punto de hervor del masoquismo.
Cómo quisiera ... sentir por un rato al menos, esa paz que sentía apoyando un plato sobre ese mantel de hule.
Qué ganas tengo de que las cosas sean más simples. O al menos, que yo solito deje de complicarlas tanto.

lunes, 24 de abril de 2017

Cuatrojos.





Aquí, casual, sospechando. Y probando el nuevo aumento. No, no veo nada sin los anteojos. No sé si sos vos o tu hermana. So what?

Juguetes.

¿A qué velocidad late el corazón de un niño cuando le van a regalar un juguete? ¿Te acordás de tus juguetes más queridos? Eran cosas inertes, pero cobraban vida en las manos. Y en la mente, sobre todo en la mente.
Éramos una familia de clase media, tirando a baja, asi que no nos dábamos grandes gustos. Y ahí caían en la volteada los juguetes.
Mis juguetes fueron en gran medida los libros y revistas, pero también tuve de los "normales".
El primero que recuerdo era una pelota de goma, de esas pesadas que cuando se mojaban se transformaban en un arma letal. Con esa pelota jugaba en en la galería de casa, quebrando cada tanto alguna rosa y provocando los alaridos de mi abuela, advirtiéndome que le iba a causar un infarto por tanto maltrato al jardín.
Amaba los soldaditos. Esos nunca faltaban, eran la salida económica para ser regalados y yo construía un mundo. Literalmente ocupaba todo el comedor. Sillas, mesa, piso, la máquina de coser. Y hasta el fondo de casa llegaba ese mundo virtual. Todo servía para completar ese universo. Hebillas, botones, cepillos viejos ... todo tenía un sentido y todo cobraba sentido para mi.
Tuve cuatro regalos bomba, de eses juguetes que era muy copados y que amé con todo mi corazón.
El primero de ellos era un fuerte, un lugar donde hacían base los soldados buenos para defenderse de los soldados malos. ¿Saben los novelones que me armé con ese fuerte y todos los pesonajes?
También tuve autitos, varios y había carreras por montontes. Rápido y Furioso estuvo inspirada en mis siestas con los autos, te lo firmo ya. Era tirarme panza abajo, emitiendo sonidos de motores, choques y explosiones.
El segundo regalo bomba fue una carpa de tela, donde podía jugar con mis amigos a ser un indio. Pobre carpa, la hacíamos de goma.
El tercer regaldo copado fue el Mazinger Z que lanzaba puños. Ahí se la jugó mi vieja. Adónde sea que estés Mazinger, te amo hasta el infinito y más allá.
El cuarto y último fue un karting que me regaló mi padrino. Tenía forma de auto antiguo, con techo y todo. Manejando ese karting pude saber que jamás me darían licencia para conducir.
En medio de esos presentes, había furor por las figuritas de equipos de fútbol y empezaban a hacerse famosos los transformers. No había disponible para comprar tanto asi que yo me hacía mis propias figuritas. En planchas de papel dibujaba y pintaba camisetas y robots, que hasta se transformaban y todo eh? Posta, era todo un ingeniero el niño Fer.
A mi vieja se ve que le dio pena asi que me compró un robot que se transformaba en ... autoelevador. ¿A quién puede intimidar un autoelevador, mamá? ¿Viste a la velocidad a la que andan en los pasillos del Mako? Lautaro le gana al trote. Igual, te rebanco vieja, sé que tu intención era buena.
Todos los juguetes iban a parar a una caja de cartón. Cada siesta la caja se volcaba para desparrarmarlos y empezar un capítulo nuevo en mis historias.
Con el tiempo los juguetes fueron regalados por mi vieja a primos míos que los destrozaron por completo. Sepan primos que los odio con todo mi corazón por eso.
Y vos ma, media pila, recuperame el karting por lo menos.

viernes, 21 de abril de 2017

Luz, cámara y acción.

La primera vez que actué fue en el jardín de infantes. Fue para un acto de un 25 de mayo y mi papel era el de un negrito. Justamente yo, blanco a más no poder, tenía que hacer de negro.
En ese momento conocí el poder abrasivo de un carbón siendo frotado con mucho empeño sobre mi rostro.
Me vistieron con una camisa blanca, un chaleco de tela negro, pantalón negro y zapatos. Era un esclavo con la cara veteada. Un esclavo en versión artesanal rústico, digamos.
Para que salga ese carbón pude apreciar también las cariñosas refregadas del jabón "La Mariposa" sobre mi carita.
La siguiente vez que me tocó participar fue para un día de la tradición en la primaria. Debo haber tenido ocho o nueve años, y lo mejor de la ropa era el cinto. Era de cuero y tenía adheridas muchas monedas de diferentes orígenes. Era el gaucho más moderno del salón de actos.
Me veo en las fotos y me viene tanta nostalgia. Ese pibe no tenía idea de lo que se le venía de grande.
Era bonito de pequeño, después me descompuse. O quizás me cambiaron y me hicieron un lavado de cerebro. Con mucha lavandina.
En fin, volamos al hilo conductor del relato.
Fui creciendo y se me fue yendo el entusiasmo por participar de los actos. Menos si tenía que actuar. Lo máximo a lo que llegaba (y por que no me quedaba otra) era a formar parte de la fiesta de la educación física.
Consistían en la secundaria en armar pseudo coreografías de púberes caminando, trotando, corriendo, saltando, con aros, sin aros,al ritmo de "eye of the tiger". Tristísimo.
La última vez que participé, estaba formando fila, frente a todo el público y de repente empecé a sentirme mal. Me desmayé encima del flaco que estaba parando adelante.
Sí, en frente de toda la humanidad me desparramé. Mientras tanto siguió sonando el Himno Nacional y cuando un par de compañeros quisieron acercarse, sonó la voz de "alto, déjenlo" del profe de gimnasia. Lógicamente tenía preferencia que no se rompa la coreo. Que se muera el flaco que estaba tirado.
Pensando en retrospectiva. quizás el hecho de haberme hecho el canchero y pasar de largo sin almorzar hasta las 20 horas hizo efecto. O quizás simplemente yo sea muy zonzo. Misterios del universo.
Lo bueno es que me regalaron un pancho y una coca de la cantina.Y caramelos.
Después, ya de "grande", actué en un video que hicimos con un amigo para un día del padre.
Yo actué, ¿están leyendo? Yo. Evidentemente de grande me hice muy cara dura. Ese video anda en el youtube. Y ni en pedo les paso el link. Al menos por ahora.
En fin, Sebastián Estevanez, te salvaste de flor de competencia.

jueves, 20 de abril de 2017

Por qué.

¿Por qué empecé a escribir? Empecemos con que esta no es mi primer experiencia.
Empecé por leer ... muchísimo. Desde los 4 años leo sin parar. Leí diarios, revistas, historietas, libros de ficción y no ficción, manuales, atlas, enciclopedias y diccionarios. Todo, de la temática que se haya presentado, todo fue material de lectura.
A los ocho años generé mi primer producción: una redacción sobre mi perro, Batuque. No sé dónde estará ese valioso manuscrito actualmente y tampoco recuerdo exactamente qué escribí, pero sí les puedo decir que era una historia de amor. Amaba a ese perro. Era un perro recuperado de la calle, que me lo había regalado una tía abuela. Petiso, de color tostado claro y malhumorado a más no poder.
Tenía un permitido, salir a la calle por 15 minutos cuando las mujeres se despertaban de la siesta. Su felicidad consistía en eso: salir muy relajado, mearle la casilla de gas del vecino, ladrarle a los perros que estaban encerrados y echarse en la vereda. Eso era todo.
Un buen día sin embargo llegó una vecina con un cachorro aduciendo que era producto del amor entre Batuque y la perra de ella. El perrito no se le parecía ni en el blanco del ojo. Sabedor Batuque del engaño, jamás lo aceptó como hijo.
Pero dejemos de desvirtuar el post.
Ese intento de escribir quedó en suspenso. Me dio vergüenza. Ya sabía que yo no era ... tan normal. Me sabía todas las capitales y banderas del mundo, conocía la situación política y económica ... me gustaba saber y a menudo me aburría en las charlas con mis amigos. Mi humor no era entendido generalmente. Y los chistes habituales no me parecian graciosos; simulaba mis risas.
Escribir era demasiado raro. No, mejor lo dejemos para otro momento.
Ese otro momento llegó a mis 25 años aproximadamente. Armé un blog, escribía lo que me venía a la cabeza, literalmente ese blog no tenía sentido alguno. Lo cerré. Me duró un mes.
Un año más tarde armé otro blog, el anecdotario. Tampoco tenía un hilo conductor claro, pero iba queriendo. Ese blog tuvo sus momentos (de hecho me duró casi cuatro años) Pero finalmente, como casi todo, me terminé aburriendo.
Volvamos al por qué. Por qué armé esos blogs. El primero, por qué evidentemente venía acumulando algo en la mente y necesitaba volcarlo. No fue bueno el producto, casi que me convencí que era malo, muy malo escribiendo. Sin embargo, y también como casi todo en mi vida, fui por una revancha. Debo reconocer que el anecdotario estaba bastante bueno. Cuando lo empecé la gente que supuestamente me quería se rió (en el sentido burlón)
Pero yo ya no tenía ocho años. Había aprendido a que había cosas que tenían que chuparme un huevo.
De todos modos terminé cerrando el blog cuando sentí que mi creatividad no daba para más. Había llegado a una meseta y no pude salir de ahí.
Después de eso, habrán pasado unos cinco años y volví a escribir, pero en privado. A veces lo publicaba en mi face, pero no pasaba de ahí.
Uno y otro amigo y también mi novia me alentaban a que vuelva a escribir. Ya lo estaba haciendo pero se referían a algo más serio lógicamente.
Bueno, junté coraje y salió esto que tienen frente a sus ojos.
¿Y por qué? Necesitaba un cable a tierra. Uno más. Y me vino muy bien. A veces mi mente trabaja demasiado, a veces ... siempre en realidad, soy muy complicado, o quizás yo complico todo. Lo simple me resulta insoportable. Pensar en mil variantes de cómo hacer cada cosa es inevitable.
Y me agoté. Escribir me revitalizó, pero creo que lo que mejor me hizo sentir fue la respuesta que obtuve. Primero que todos aquellos que me insistían a que haga algo con mis creaciones se alegraron y me felicitaron.
Pero también encontré gente a la que le gustó bastante lo que escribo (mucha más de la que originalmente pensé) y eso sinceramente, un poquito orgulloso me hace sentir.
Es lindo saber que uno es bueno en algo. Ya lo sé, no soy García Márquez y probablemente nunca alcance su nivel, pero amo escribir. Amar no basta dirán algunos y es cierto; comparto.
Pero la base está, y las ganas de hacerlo, siguen.
Perdonen que siga un poco con la línea del autobombo de la celebración de las 7.000 visitas, pero necesitaba explayarme un poco más en el agradecimiento hacia todos ustedes, los que me conocían de antes y los que me registran ahora.
Les vengo contando mi vida, comparto con ustedes cuentos que escribo a partir de alguna historia ajena, o propia, o por haber escuchado o leído alguna frase que actuó como disparador.
Todas, ya sean reales o de ficción, son historias simples. Escribo como hablo, simple, sin grises y de corrido.
Gracias por darme su tiempo gente, nos estamos leyendo.

martes, 18 de abril de 2017

Siete Mil.

Siete mil clics. Ustedes están locos.
Gracias por darme lo más valioso que tienen: su tiempo.

Pesadillas.

Les temo, a pesar de que son tan predecibles.
Una sombra, el sonido de una puerta, de unos pasos detrás, un grito repentino. No es para menos, a cualquiera le sobresalta una situación así.
Pero las peores pesadillas son esas que surgen de manera inesperada. No las ves venir. Ni siquiera sospechas que te acechan.
Algunas pesadillas comienzan con una sonrisa.

Él me sonrió y fui suya. Él lo supo desde el primer momento.
Hizo que amara las heridas que me provocaba, dándole un sentido aún más perverso al significado del masoquismo.
Me robó hasta la última gota de dignidad.
Logró que gire alrededor suyo. Que suplique por una respuesta a un mensaje, que sea feliz al recibir un gesto de limosna, que mi corazón se acelera con un "te amo" falso, el cual yo sabía que era falso, pero no había caso, tenía que creerlo verdadero.
Me alejé de todos los que me advertían que me equivocaba, que sólo estaba lastimándome cada día más.
No quería entender que el amor verdadero te hace querer ser mejor persona. Estaba ciega y sorda.
Todo el daño que me causó, yo se lo facilité. Yo le di el cuchillo para que lo hunda en mi pecho.
Dejen el puñal ahí, no lo saquen, es mi muerte, no la de ustedes.
Yo ya no soy; ustedes, ustedes témanle a esa pesadilla vestida de sonrisa.

sábado, 15 de abril de 2017

Algo nos pasó.

Cuando era niño, los lugares donde pasaba más tiempo jugando con mis amigos eran la calle (a la altura de mi casa), el terreno de la Torasso donde nos colábamos para jugar a la pelota y el arroyo.
El arroyo es un curso de agua que corría en un monte que estaba (y sigue estando) a 100 metros de casa, pasando el dichoso terreno. Al final del arroyo había un cañaveral. Cortar unas cañas para chuparlas al costado era glorioso.
En ese monte jugábamos al ladrón y al policía, pescábamos bagres y mojarras o simplemente, pasábamos el rato.
Los mayores temores que tenían las viejas eran que nos caigamos en la parte profunda y no podamos salir, o que nos muerda una serpiente o nos piquen los guanqueros.
En cuanto a nosotros, los miedos eran más filosóficos. El duende, el hombre de la bolsa, la llorona o el perro familiar nos aterraban. Y ni hablar del cuidador del cañaveral. Tenía un látigo y unos doberman que asustaban. Pero lo peor de todo, la suma de todos los miedos eran las gitanas.
Qué tiempos aquellos. Ojalá esos miedos sigan siendo los mismos.
Algo nos pasó.
Hoy es imposible que mis hijos puedan jugar en ese lugar. O que vayan solos a la vuelta de la manzana. O que entren a jugar a la casa de cualquier vecino.
No hay chance. Hoy las noticias dan terror. Y sinceramente, prefiero no leer los detalles. Con que digan que asesinaron o abusaron de una criatura ya me vienen náuseas.
No me cabe en la cabeza tanta maldad. No entiendo cómo se puede llegar a eso.
A nuestros niños les estamos robando una parte importante de la infancia. Algo nos pasó, en algún lugar se perdieron los valores, que nos obligamos a quitarles la inocencia antes de tiempo a nuestros hijos.
Algo nos pasó, y no voy a entrar en discusiones políticas. Todos, en mayor o menor medida, pusimos nuestro granito de arena. Y algunos, "camionadas" de arena.
Eso, lo que sea que nos haya pasado, tiene que terminar y ... no sé si algún día remontaremos la historia. Esto que nos sucede es un fenómeno mundial. Es la humanidad la que está agonizando por dentro.
Ésto, lo que sea que nos esté pasando, tiene que acabar. Y creo que hay que empezar por nosotros mismos, para que luego nuestros hijos sean mucho mejores que los que ya estuvimos.

viernes, 14 de abril de 2017

Tres al hilo.

Tres meses me va durando el blog. ¿Y cuánto dura un blog? Dura lo que dura dura, dirán ustedes. No sé, les diré yo.
Quiero agradecerles por seguir leyéndome (denotan cierta tendencia masoquista), 6.000 visitas en google es poco para la web pero para mi es una locura recibir tantos clics.
Muchas gracias nuevamente por leerme, por los comentarios, por los mp, por compartir las publicaciones en sus muros (los que no lo hayan hecho aún, lo hacen ahora o mueren), por el boca a boca con alguna amistad que les cae mal así también se jode entrando al blog.
Gracias por compartir las emociones, por reírse, lagrimear, enamorarse y enojarse conmigo.
Muchas gracias por entender mi locura. A este ritmo, sepan que van a terminar peor que yo.
GRACIAS, VUELVAN PRONTO.

Ahorita les escribo.


miércoles, 12 de abril de 2017

El anormal.

Ayer Lucía y Lautaro fueron al recital de "Soy Luna". Los llevó la madre. Cuando Lucía tenía tres años la llevé al recital de "Topa y Muni". Muni estaba buenísima. Perdón, pero tenía que decirlo.
Es increíble la oferta de espectáculos para niños que hay actualmente.
Cuando yo era niño, mi primer recital fue uno de la "mona" Jiménez en la cancha de Atlético Concepción, una noche de febrero, pleno carnaval. Ocho años creo que tenía yo.
Pero nada fue normal en mi vida. Lo anormal era la regla.
Y cuando quise ser normal tuve una charla con el "barba" y me mandó de nuevo a seguir penando en el ámbito terrenal.
Evidentemente tenía trabajo para hacer. Educar a mis hijos, encontrar a mi chica, y seguir mandándome una macana detrás de la otra, porque está en mi ADN.
Paradójicamente pierdo mi eje cuando intento darle "normalidad" a mi vida.
Tengo un par de sueños a cumplir, a veces están difusos y a veces el panorama se aclara.
Soy estructurado y al mismo tiempo super cambiante. Cambio sobre la marcha sin piedad.
Escribo, para pesar de ustedes que se sacrifican leyéndome, cocino (muy rico según los que pudieron degustar mis creaciones) y ahora empecé a entrenar para competir en maratones. A la vejez, viruela dirán ustedes. De acá, diré yo.
Es así amigos, este ser humano, este Adonis con problemas de nutrición, empezó a entrenar hace un mes y en algún momento haré mi debut en las pistas.
Ya me verán en la sección de Deportes de La Gaceta. O quizás, en las notas bizarras de Contexto, eso sería más afin a mi anormalidad.

lunes, 10 de abril de 2017

El púber.

Fer: "¿Querés ser mi novia?"
Tenía 13 años la primera vez que lancé esa pregunta. Íbamos con la pobre chica en la última fila del 9. No nos mirábamos a los ojos y me contestó que lo iba a pensar.
Al rato cae a la casa y me dice "sí". Una semana me duró. Dos meses estuve yendo a su casa, con desalojo de su padre escopeta en mano incluida para que me dure un suspiro. Al menos la chapé. Ella aún extrañaba al ex. TRECE años tenía ella también. No hay caso, la juventud está perdida.
Ese verano pintaba para pasar sin pena ni gloria para este confuso proyecto de ser humano que era yo.
Hasta que al liberarme de una siesta:
Cabezón: "Chango, llegó una prima de Buenos Aires a la casa de la Andrea. Está hermosa la mina. Ya me la estoy chamuyando."
Fer: "Ok."
Bueno, la cuestión es que le icardié la mina al cabezón. Pero convengamos que no fue icardiada completa. Entre ellos no había nada. Una semana también me duró el romance. Evidentemente yo venía con fecha de vencimiento. Al séptimo día ya era un bajón chapar conmigo.
De todos modos me quedé con sentimientos de culpa con el cabezón. Y él no me habló por un mes. Nos amigamos y empezamos a ir a la pileta de Atlético. No porque me simpatice ese club, simplemente me quedaba cerca de casa.
Eramos un grupito de tres los que íbamos con cierta regularidad a la pileta esas vacaciones. Y nos hicimos amigos de dos chicas. Una de ellas, un año más grande que nosotros, lo dejó impactado al cabezón.
Me había jurado no volver a meterme en las ilusiones del cabezón.
Una semana me duró el juramento. El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Esta vez la novia me duró un mes. Ya fuimos mejorando el registro.
A todo ésto, yo no era "el" encarador. Lo mío era el laburo fino, el perfil bajo, rozando la timidez. Sinceramente no entiendo por qué me llevaban el apunte.
Hoy el cabezón está casado y se fue a vivir a otra provincia. Por las dudas quizás.
Cabeza, quedate tranquilo hermano, ya maduré (?)

sábado, 8 de abril de 2017

Ya no.

Estaban en la habitación de él. La escena era la habitual de los últimos días.
Ella: "Estoy rota. Y me gustaría culpar a alguien. Y a la vez tener el coraje de hacerme cargo. Me siento a mitad de camino de todo. El principio y el final del camino ... los dos extremos los siento muy lejos. Lejos y tarde para volver a empezar y para llegar a no sé dónde."
Él: "Sé exactamente cómo te sentís."
Ella: "No puedo creer que sigas aquí. Te miro y no sé si sentirme bien o sentir piedad por vos por seguir remando este barco que ... no va a llegar a ningún lado ... sinceramente, ¿no sentís que perdés el tiempo conmigo?"
Él: "Cuando estoy con vos, siento que el tiempo corre a mi favor. Siento que puedo manipularlo. Cuando te beso, todo se detiene. Cuando sonreís, todo pasa muy lento a mi alrededor. Con vos nunca pierdo el tiempo. Con vos mi amor, es todo lo contrario, no hay tiempo que perder."
Ella sonrió y corrió una lágrima rebelde.
Ella: "¿Siempre vas a tener palabras nuevas para mi?"
Él: "Todos los días. Pero no vengo solamente a traerte palabras. Estoy aquí para borrar todas tus inseguridades. Para amarte cuando sos dulce y también cuando te pones brava. Vengo para estar para vos. Para que me extrañes cuando no esté. Pero fundamentalmente, porque desde que me dejaste entrar a tu vida, soy una mejor versión de mi mismo. Sucede que creo que eso es estar enamorado. Querer ser mejor por y para alguien. Y vos sos la razón por la cual quiero ser una mejor persona. Te amo."
Ella lo miró con ojos de "te quiero en mi vida" y él la abrazó con ganas.
Eran ella y él. Eran todo lo que necesitaban.

Deja ya de joder con la pelota.

Amigos: "Doña Gringa, ¿que puede ir su hijo a jugar a la pelota con nosotros?"
Así empezaba cada tarde. A los gritos desde la vereda. Había que buscar al cabezón, al negro, a Machi, al gordo, a Seba, al anteojudo, etcétera y la banda estaba completa.
Al ratito nomás ya teníamos armados los dos equipos. Primero los partidos se armaban en plena calle. Era un pasaje y el poco tráfico ayudaba. El arco se armaba con piedras o remeras y si la pelota iba más alto que las manos del arquero de turno, no era gol. Se iba por arriba del travesaño imaginario.
El tradicional "pan y queso" definía la elección de los jugadores. Casi siempre me tocaba ser uno de los electores. Para los que nunca lo hicieron se trataba de colocarse en frente del otro, a una distancia de más o menos tres metros e ir avanzando paso a paso, con pies pegados; un paso era el "pan" y el otro era el "queso". En determinado momento uno de los dos podía pedir "saltito con carrera". Y si llegabas hasta el otro extremo, empezabas eligiendo. Los dos mejores siempre terminaban juntos. Y a mi me tocaba ... el resto. No me importaba, la verdad que disfrutaba esa idea de remontarla desde abajo y pelearle a la contra que tenía todo a favor. Otra vez, casi una premonición de mi vida.
Después los partidos se mudaron al terreno de la Torasso que está a media cuadra de la casa de Bernarda Alba. Hicimos un agujero en la tela metálica y nos colábamos por ahí. De un lado la calle, del otro "el arroyo", un monte por el cual corría un curso de agua, que era como nuestro patio de juegos.
Lógicamente, como era terreno ajeno, cada tanto venía la policía a desalojarnos. Para eso, el arquero que estaba del lado de la fábrica tenía que estar atento. Y cuando escuchábamos "¡¡¡la cana!!!"", uno agarraba la pelota y todos corríamos. Un despelote de changos, algunos por la tela, otros hacia el arroyo. Ninguna baja en acción. En tu cara policía tucumana.
Unos años después nos mudamos a la "cancha de piquilo". Piquilo era un vecino, un señor cuya casa lindaba con un terreno que tenía un formidable desnivel hacia el arroyo. Pero de todos modos, intentó nivelarlo (algo) y le puso dos arcos. De los verdaderos. Un lujo. Ahí se armaban los partidos con "los de la otra punta del barrio". Eran partidos de hacha y tiza. Y yo, que de tranquilo tengo 0,1% en mi genética, seguido terminaba en pelea.
Me gustaba encarar con la pelota. Amaba jugar a la pelota. Si metía un gol era de gritarlo con el alma. Era de putear. Mucho. De alentar todo el tiempo. Me gustaba formar parte del equipo que era el punto y terminar siendo la banca.
Terminaba embarrado hasta los ojos. No me importaba caerme de cabeza en un charco. Llegó entonces un día "piquilo" y me dijo: "chango, vas a jugar en el equipo del barrio". Eso para mi era como jugar en el Barcelona.
Me tiró la número tres y me pidió que suba y baje todo el tiempo por el lateral izquierdo.
Debutamos usando la camiseta del Santo. Nos habían donado unas camisetas de tela, usadas, con los números pegados y con tantos agujeros que había más perforaciones que tela. No todos teníamos botines. Salimos a la cancha contra los chicos de "La Estrella". Cinco goles nos comimos.
Lloramos como niñas. Nos reunió "piquilo" y nos dijo que no pasó nada. Un mes después jugamos con el Barrio SMATA. Arrancamos perdiendo dos a cero. Y lo terminamos ganando seis a dos y yo metí dos goles.
"Piquilo" tenía algunos contactos y nos metió en un cuadrangular con San Martín, Atlético y Central Córdoba.
Era mi sueño. Si jugaba bien podía quedar en el Santo. Debutamos contra CC. Cero a cero. Jugamos después con Atlético. Ganamos dos a cero. Un gol fue mío.
Cerrábamos con el ciruja. Ganamos uno a cero con un golazo que me mandé. Pero el DT de San Martín no me prestó atención nunca.
El que sí vino a buscarme fue el DT de Atlético. Le dije que no. El tipo me conocía de vista, vivía cerca de casa. Y yo me quedé sin jugar en San Martín.
Con el tiempo ese equipo se desarmó. Ya nos estábamos haciendo grandes y empezamos a descuidar el deporte. Las malas juntas, la birra, las chicas ... todo suma. Y resta.
La cuestión es que, teniendo ya edad adulta me lo crucé al DT de Atlético en el centro. Nos abrazamos y empecé a contarle un resumen de mi vida. Noté que me miraba pero no estaba prestándome atención.
DT: "Chango, disculpame, pero me estaba acordando de cuando me dijiste que no. Qué chango zonzo, ahora hubieras sido millonario, hubieses estado rodeado de botineras."
Nos reímos juntos.
Me lo dijo mitad en broma pero mitad en serio. pero imagínense, si ya soy un desastre con una economía marginal, ¿me imaginan con mucho dinero? Sería el apocalipsis caminando.
En fin, de ese changuito que jugaba a la pelota quedó un temperamento muy importante.
Y las ganas de remarla muy lejos. Este partido aún no terminó.

martes, 4 de abril de 2017

El independiente.

Hijo único. En la casa de Bernarda Alba. Implicaba que el nene señalaba algo y ya tenía tres pares de manos alcanzándole lo que quería.
No caminé hasta cumplir el año porque todas tenían miedo de que me golpee. Mis primeros pasos los di en el consultorio de un pediatra.
Médico: "El chico necesita independencia."
Independencia las pelotas pensaron todas porque siguieron haciendo lo que se les cantó.
Pañales hasta los tres (de los de tela, olvidate, los descartables eran un lujo), mamadera hasta los cinco, baño con asistencia hasta los seis y ayuda para vestirme hasta los siete.
El baño. Capítulo aparte. Conseguirme para el baño era un desafío para mi abuela. A duras penas, rondando las nueve de la noche y bien a las puteadas el nene entraba a sacarse las costras de barro que se había ganado jugando a la pelota en el terreno de la Torasso.
Mi abuela o mi vieja me alcanzaban la botella de un litro del shampoo Plusbelle manzana. y yo, juro, me refregaba los cabellos con la ilusión de quedar rubio. Medio que de costado me miraba y hasta podía ver cómo se me iba aclarando el pelo. Pavadas mías obviamente. Rubio, ¿para qué? Los cabellos rubios afectan las neuronas. En el mientras tanto del baño yo le explicaba a mi asistente de turno cómo habían sido mis goles. Era un Mariano Closs en miniatura y en bolas.
La cena, como cada comida del día, servida en la mesa. Ni hablar de levantar la vajilla. Si yo hubiese sido mi padre, me hubiese castigado todos los días. Era insoportablemente odioso.
Comer era otra lucha. No me gustaba el pimiento, pero sí la cebolla; no me gustaba la remolacha, pero sí el ajo. La sopa era el anticristo. Y dormir la siesta era un viaje al infierno.
...
Lucía: "Papá, ¿vos cuando eras chico dormías la siesta?"
Fer: "La verdad que no amor, no me gustaba nada."
Lucía: "A mi tampoco me gusta. Yo me hago la dormida papi ... somos iguales, ¿viste?"
Fer: "Sí mi amor, cada vez más iguales."
...
Lautaro: "Papi, ¿verdad que cuando vos eras chiquitito no te gustaba el pimiento?"
Fer: "Es verdad amor, pero después me empezó a gustar. Con vos va a ser igual:"
Lautaro: "Nunca me va a gustar. Es un asco."
...
Del otro lado del mostrador, ojalá yo hubiese tenido el 10% de la dulzura de mis hijos. Y ... joder que cuesta dejarlos volar.
El fin de semana pasado Lautaro manejó por primera vez un karting. Creo que hice fuerza desde afuera como si estuviese pariendo. Miedo a que choque, miedo a que llore ... miedo a que lo secuestre un extraterrestre ... mejor Fer te quedas callado y lo alentás desde afuera.
Fer: "Vamos enano, dale que vos podés."
Lautaro me miró. Y chocó.
Fer: "Enano, la vista adelante, no dejes de mirar la pista, dale papi."
No volvió a chocar y terminó de girar con una sensación de felicidad tan grande que la sentí propia. Porque la felicidad de ellos es la de uno, viste.
Lautaro: "Cuando cumpla cinco voy a manejar mejor papi."
Como cada primera vez de ellos, se trató de respirar hondo, y estar.
Ellas estuvieron.
Y yo, el tiempo que tenga para ellos, será para darles alas. Y para que no sean tan zonzos como yo.

Ciegos.

Ciego. Hasta que vi tus ojos.
Quiero gritar tu nombre para que finalmente me veas.
Quiero que te dejes amar, pero de verdad,
de la manera que te mereces (y aún no sabes)
Quiero amarte imperfecta, enojona, egoísta,
tímida, impulsiva, cambiante, loca.
Quizás suene un tanto masoquista,
pero elijo quedarme aquí.
Hasta que veas mis ojos.

lunes, 3 de abril de 2017

Qué querés ser cuando seas grande.

Lo primero que quise ser de grande fue médico. Para trabajar con mi mamá. Ella era enfermera. Evidentemente tenía una expectativa de vida laboral muy alta respecto de mi vieja.
Me gustaba recorrer los pasillos del hospital donde ella trabajaba, jugar a ser jefe en su oficina, sentirme dueño de esas escaleras ... y que los pacientes sean curados. Aún no tenía una conciencia plena de la muerte.
No fue así. Mi vieja se jubiló en 1.991 por un régimen de trabajo insalubre y yo en ese año terminaba recién la primaria. Está bien que era inteligente, pero tampoco la pavada. Médico a esa edad .. de qué me estás hablando bro!
Siguiendo con mi infancia, "la salida" era que me lleven al cine. Sucedía dos veces al año quizás, porque no era barato y aparte la oferta de películas infantiles tampoco era muy variada. Me llevaban a ver la saga de los bañeros más locos del mundo, alguna de olmedo atp, Chatrán (gato de mierda, me hizo llorar) y Mannequin. No salí puto de esa sala de pedo. Me fui cantando la música de la película. Lo juro.
La salida se cerraba con una gaseosa y un tostado en un barcito. Pedía una tónica para no convidar, porque era un pendejo mezquino, obvio.
Ahí fue donde una vez alguien me preguntó qué quería estudiar. Y contesté: quiero ser mozo. Todos rieron menos yo.
Tampoco me recibí de mozo amigos.
Cuando empecé la secundaria una de mis tías abrió un almacén en casa. Yo la reemplazaba cuando ella almorzaba y en cualquier otro momento en que ella no estaba. Ahí empezó a picarme el bichito de los números. Asi que finalmente me inscribí en la carrera de contador público nacional. Me fui a anotarme el día después de la cena de egresados. Desvelado, un poco ebrio (debo admitirlo) y un tanto besado.
Empecé la carrera sobrándola. Porque lógicamente yo me las sabía todas. Así me fue. Una de tres metí. Y en el segundo semestre, dos de tres. El segundo año, cuesta arriba, le metí pata y empecé palo y a la bolsa hasta finalmente recibirme en el plazo de la carrera. Carrera que para serles sincero ... no le encontré mucho el gusto hasta el penúltimo año. Y quizás aún no me esté dando todas las satisfacciones que esperaba. Y quizás sea porque todo va de la mano de todo.
En fin, ya voy a encontrar qué quiero ser cuando sea grande y les voy a contar al toque.

Manual para matar.

¿Cómo matar a un no muerto? Lo sé, parece una pregunta estúpida, y quizás lo sea. Jamás me agradaron los dueños de verdades y no pretendo tr...