lunes, 10 de abril de 2017

El púber.

Fer: "¿Querés ser mi novia?"
Tenía 13 años la primera vez que lancé esa pregunta. Íbamos con la pobre chica en la última fila del 9. No nos mirábamos a los ojos y me contestó que lo iba a pensar.
Al rato cae a la casa y me dice "sí". Una semana me duró. Dos meses estuve yendo a su casa, con desalojo de su padre escopeta en mano incluida para que me dure un suspiro. Al menos la chapé. Ella aún extrañaba al ex. TRECE años tenía ella también. No hay caso, la juventud está perdida.
Ese verano pintaba para pasar sin pena ni gloria para este confuso proyecto de ser humano que era yo.
Hasta que al liberarme de una siesta:
Cabezón: "Chango, llegó una prima de Buenos Aires a la casa de la Andrea. Está hermosa la mina. Ya me la estoy chamuyando."
Fer: "Ok."
Bueno, la cuestión es que le icardié la mina al cabezón. Pero convengamos que no fue icardiada completa. Entre ellos no había nada. Una semana también me duró el romance. Evidentemente yo venía con fecha de vencimiento. Al séptimo día ya era un bajón chapar conmigo.
De todos modos me quedé con sentimientos de culpa con el cabezón. Y él no me habló por un mes. Nos amigamos y empezamos a ir a la pileta de Atlético. No porque me simpatice ese club, simplemente me quedaba cerca de casa.
Eramos un grupito de tres los que íbamos con cierta regularidad a la pileta esas vacaciones. Y nos hicimos amigos de dos chicas. Una de ellas, un año más grande que nosotros, lo dejó impactado al cabezón.
Me había jurado no volver a meterme en las ilusiones del cabezón.
Una semana me duró el juramento. El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Esta vez la novia me duró un mes. Ya fuimos mejorando el registro.
A todo ésto, yo no era "el" encarador. Lo mío era el laburo fino, el perfil bajo, rozando la timidez. Sinceramente no entiendo por qué me llevaban el apunte.
Hoy el cabezón está casado y se fue a vivir a otra provincia. Por las dudas quizás.
Cabeza, quedate tranquilo hermano, ya maduré (?)

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