viernes, 28 de abril de 2017

Gracias empleado.

Era el último día hábil del mes de junio de 2014. Vino una empleada de recursos humanos y me dijo: "Fer, te llama el doctor."
Entré y ya estaba todo cocinado.
Doctor: "Fernando, lamento informarte que decidimos prescindir de tus servicios. Lamentablemente los altos costos de estructura, los cuales vos conocés mejor que nadie, nos obligan a tomar esta decisión. Ocurre justamente que tu sueldo es uno de los más elevados de la organización y vamos a tener que abortar este proyecto que te pedimos que encares hace un año."
Gerente: "Acá está la escribana, te vamos a pagar todo lo que te corresponde."
Doctor: "Te conviene renunciar, no queremos generarte una complicación en tu currículum dejando una mancha de un despido."
Me había mudado hace un mes. Con contrato de alquiler nuevo, con honorarios del abogado del juicio de divorcio por pagar, con los alimentos para pasar ... con todo eso me fui de esa empresa. Era la primera vez en mi vida que era despedido. Hasta ese momento, siempre fui yo el que renunciaba.

Obviamente conocía los números de la empresa en detalle. Era yo quien los controlaba y presentaba los informes financieros. De todos modos, no vi venir el golpe. Un gerente cuyo único talento era identificar culos (y que temía que yo fuera su reemplazo) y un director que no quería resignar su vida de millonario tomaron la decisión.
La jefa administrativa, amiga mía desde los años de la facultad y que había entrado a esa empresa por recomendación mia, vino con unos lagrimones a entregarme los cheques.
Quedé abrumado. Mental y económicamente. Si bien tenía la indemnización, la situación del país no era favorable (como casi siempre en nuestra historia) y conseguir trabajo no era tarea sencilla.
Pasé casi un año en laburos donde fui ninguneado, negreado y con compañeros que me mandaron a perder en más de una oportunidad. Volví a pagar piso y también subsuelo algunas veces. Cobré dos mangos y también uno y medio. Y otras veces no cobré nada.
Mi chica, mis hijos, la familia y los amigos fueron mi sostén. Y creo que no quedó contacto sin que haya tocado en ese tiempo.
No tener laburo (o tenerlo pero sin estabilidad) es horrible. La dignidad prácticamente desaparece. Y teniendo hijos a cargo, uno acepta y calla cosas que habitualmente no haría.
Me sirvió como experiencia para domar mi temple, darme un hermoso baño de humildad y si en esos tiempos retrocedí, sepan que fue solo para tomar carrera.
Acá hay Fer para rato.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Manual para matar.

¿Cómo matar a un no muerto? Lo sé, parece una pregunta estúpida, y quizás lo sea. Jamás me agradaron los dueños de verdades y no pretendo tr...