martes, 30 de enero de 2018

Qué me pongo.

Ya hablamos en más de una oportunidad de que los hombres somos simples, básicos y elementales. Sí, también unos tarados muy importantes a veces, lo admito. Pero no viene al caso. Al menos no para esta historia. O quizás sí, ustedes lo decidirán.
Un rasgo fundamental de esa dichosa simpleza es la ropa que tenemos en nuestro placard.
Qué les sucede a las mujeres. Nunca tienen nada para ponerse. Qué nos sucede a nosotros. Siempre nos ponemos lo mismo. Y sentimos adoración por esa remera vieja de los Avengers y por esa de Homero Simpson. Ni hablar de ese boxer viejo que tiene sistema de ventilación propia.
En mi caso, oh casualidad, tengo una remera de los Thundercats, síntoma claro de que soy bastante nerd. Sí, también tengo las otras cosas.
Después tengo la ropa para salir y la ropa para salir bien facha. Ok, la ropa es la generadora de facha y es cierto, algo me compone. Así de buena es esa ropa. A esa ropa la uso para salir en citas y ... cuando tengo que ir al médico. Esto último viene de familia. Desde pequeño me llenaron la cabeza que para ir al médico había que ir elegante.
Así que cuando era chiquito me ponían los zapatos negros pero no los del colegio. Otros. Esos bien feos que me compraban para no comprarme zapatillas para jugar a la pelota. Eran para ir al médico y para ir a misa. Una bermuda gris que me llegaba a las rodillas, camisa blanca, tiradores al tono. Me peinaban con raya a un costado y listo. Qué lindo nene era. No sé qué me sucedió después.
Pasó mucho tiempo y el chip sigue instalado. Ya no uso bermudas con tiradores y tampoco me peino con raya a un costado. No me peino directamente dado que la cantidad de cabello está queriendo escasear.
¿Hasta acá todo bien? Bueno, sí, tengo esa ropa, pero ustedes vieron cómo somos los hombres, tenemos un problema para combinar la vestimenta. Para eso están ustedes mujeres, para decirnos qué medias usar, qué zapatos, qué camisa, qué pantalón, cuál boxer, cómo respirar, qué podemos mirar, etcétera. Cosa que a ustedes las angustia tremendamente porque no pueden entender cómo es que llegamos con vida hasta encontrarlas. Y nos convertimos en un proyecto de fashion emergency. Un reality show personalizado.
Pero cuando estamos solitarios ... y no contamos con ese asesoramiento ... somos una caja de sorpresas.
Hoy tenía que ir al dentista y eché mano al sector vip del placard. Busqué el boxer sano. Era improbable que el odontólogo me pida que me baje los pantalones pero uno nunca sabe, más cuando están jorobando con la anestesia. Si va a estar en riesgo mi dignidad, que no se pierda por completo.
Logré, creo, vestirme de manera apropiada.
Llegué al centro médico y me dijeron que el nombre del dentista era Einat. A mi me sonaba a profeta del antiguo testamento. Pero no, era una odontóloga joven y muy simpática.
Empezó a revisar pieza por pieza para ver qué iba a necesitar para la vtv de mi dentadura y empezó a anotar: una extracción, revisar dos arreglos y limpieza.
La charla transcurrió sobre mis antecedentes médicos, los cuales no sé cómo pudo haber entendido mientras mi boca estaba abierta. Pero los dentistas tienen un don, y no me refiero a arrancarnos la cabeza con los honorarios, sino a que pueden conversar con los pacientes mientras ellos no pueden modular con decencia debido a que no podemos cerrar la boca y la saliva tiende a fugarse.
Me retiré del consultorio sintiéndome un campeón. Me había vestido bien, por mis propios medios y la odontóloga no era un profeta en túnica sosteniendo una tabla, amenazándome con ir al infierno por mi conducta. Me fui hasta la recepción para concretar la siguiente visita con la simpatiquísima Einat pero la recepcionista me derrumbó al decirme:

Recepcionista: "Señor, mañana tiene turno para la extracción con el Dr. Ramirez."
Fer: "No puede ser. Debe ser un error. Recién salgo de estar con Einat."
Recepcionista: "Acá trabajamos así señor, depende de la especialidad, el Dr. Ramirez se ocupa de las cirugías."
Fer: "Es que yo pensaba ... como ella me dijo ..."
Recepcionista: "No señor, ya no va a volver a tener otro turno con Einat, más adelante para la limpieza lo atenderá otro odontólogo."
Fer: "Bueno ... está bien."
Recepcionista: (en voz baja) "Señor, venga, acérquese."
Fer: (en modo top secret) "Siiiii ... qué paaasaaa."
Recepcionista: "Tiene el cierre del pantalón bajado."

Bajé mi mirada y efectivamente ahí estaba mi boxer sano, asomándose al mundo. Me acompañó a la intemperie en el viaje en el bondi, en la caminata al laburo, en la caminata al consultorio, en la silla de Einat y en el pasillo hasta la recepción.
Sí, es probable que además de simple, básico y elemental tengo esos raptos de taradez. Pero todo eso forma parte de mi encanto.
De todos modos no era cuestión de seguir así como si nada. Subíe el cierre, le agradecí en voz baja a la recepcionista y me retiré arrastrando la poca dignidad que me quedaba.
Mañana volveré y la recepcionista no tendrá necesidad de buscar mi ficha. Soy el del cierre bajado y el del boxer de los avengers al aire.

jueves, 25 de enero de 2018

El sueño en el tiempo.

De niño dormir era una de mis actividades favoritas. No disfrutaba particularmente de ir a dormir. Pero una vez convencido (obligado) a hacerlo, si al otro día no tenía que ir a la escuela, disfrutaba enormemente de dormir hasta el mediodía. Pero lo que más me gustaba era hacerme el muerto cuando mi abuela iba a buscarme.
Había descubierto que podía contener la respiración por mucho tiempo y mi actuación como cadáver iba perfeccionándose al punto de que empezaba a reir a carcajadas recién cuando mi abuela estaba al borde del colapso. No se escandalicen tanto. Su talento era administrar con eficacia las varillas del árbol de siempre verde que estaba en la vereda de casa.
Sin embargo nunca tuve problemas para despertarme temprano para ir al colegio. Y hasta el día de hoy no me cuesta en absoluto despertarme temprano para ir a trabajar. Salir de la cama es otro cantar, ¿ok? Remolonear en la cama es un plus. Más aún cuando hay buena compañía. Pero no nos vayamos del tema, ya saben que tengo un gran talento para irme por las ramas. Chocolate en rama. Qué bueno sería comer una pieza en este instante.
En fin, fui creciendo y de adolescente y también en mi juventud podía pasarme un fin de semana completo sin dormir como si nada. En más de una ocasión fui a la facultad o a trabajar sin haber dormido absolutamente nada. Y era feliz así.
Hoy, en mi adultez (adultez dije, no madurez, admito mi derrota en ese caso) ... hoy la situación cambió radicalmente.
Uno de los dramas más enormes de mi vida ocurre cuando al poner la alarma el celular me dice que faltan dos horas y treinta minutos para que suene.
En ese preciso instante se me cruzan por la cabeza diferentes opciones: morirme, llamar al trabajo y decir que "estoy enfermo" o ver a qué familiar lejano puedo hacer morir.
Por favor no se hagan los inocentes, casi todos la hicieron al menos enfermar gravemente a la abuelita.
Pobre abuela ... primero me hacía yo el muerto y después la hacía morir.
Todo lo que disfruté antes de acostarme se transforma en puro cuestionamiento. Empiezo insultándome a mi mismo para terminar calculando cuánto tiempo más podré dormir si salgo sin desayunar. O eligiendo ropa fácil de planchar. ¿Por qué no planché la ropa anoche? Todos los minutos suman. Y así llegamos a que me quedan tres horas de sueño. Nada. Me haría feliz al menos contar con seis horas. No una media hora miserable más.
La vida continúa dirían los de salida fácil pero no, no es fácil continuar la vida. Mi cerebro queda en piloto automático, mis ojeras se hacen notar con mucha insistencia y no entiendo absolutamente nada de lo que la gente me dice. Achino los ojos como para simular atención y muevo la cabeza como esos perritos que ponen en las lunetas de los autos diciendo "mmm ... todo un tema".
Me maldigo por haberme desvelado y me juro no volver a hacerlo.
Me engaño a mi mismo en realidad, como lo hago con más de un tema. Tengo tantos "no lo vuelvo a hacer" que si me hubiesen pagado por ello no compraría un telekino cada viernes.
Aunque a algunos de esos "no lo vuelvo a hacer" juro que no los estoy haciendo nuevamente. Pero, otra vez estoy yéndome por las ramas.
¿Alguno de ustedes tiene chocolate en rama? Yo llevo el café.

lunes, 22 de enero de 2018

Mi hora.

Cierro mi puño con todas mis fuerzas, lo hago para agarrar el lápiz con el que escribo estas líneas, pretendiendo que mis ideas no se fuguen.
Cierro mi puño para apretar con fuerza mi corazón (lo que queda de él) y golpear al olvido, ese olvido que me resulta esquivo hasta hoy.
Voy a cerrar todas y cada una de mis heridas. Las cicatrizaré con todos los puntos y aparte que sean necesarios.
Renaceré, ya me verás. Haré fuego de mis lágrimas y no podrás sostener mi mirada.
Ahora que la espada de Damocles ya no pende de un hilo y atravesó mi alma, ahora que te sientes victorioso, es hora de que sepas que no ganaste nada.
Debes saber que fuiste puñalada por la espalda, fuiste infarto y disparo en la cien.
Pero te juro que no, no serás mi funeral.
Mi hora no llegó; estoy en una pieza como verás, quizás un poco titubeante al hablar pero estoy viva.
Respiro, mi corazón (lo que queda de él) late. Pero ya no late por vos. Late por (y para) mi.
No, no ganaste nada, acá estoy, casi de pie, mis mariposas están listas para volar nuevamente. Tengo miles de amaneceres por delante, y ninguno de ellos será junto a vos.
Es hora de abrir mi puño para soltar el lápiz ... del mismo modo que te suelto a vos.
Es tu hora.

miércoles, 17 de enero de 2018

Yo te bautizo.

Compartí tantas historias en mi blog y ayer me di cuenta de qué jamás conté sobre mis nombres.
Mis nombres. En plural, sí. Porque son tres. Mi familia es así, dramática y exagerada.
El tema no son mis primeros dos nombres. El problema es el tercero: Pantaleón.
Y para hacerle honor al drama, la épica historia que tiene mi vieja de por qué me llamo así es la siguiente:

La Gringa: "Mirá, pasa que cuando te tuve a mi me subió la presión y vos estuviste sin oxígeno por cinco minutos, te llevaron a una incubadora y ahí estuviste por tres días, ¡casi te moriste! Mientras tanto le rezamos a San Pantaleón y gracias a él te recuperaste."

Dos cosas ma:
Primero, ese fanatismo por casi morirme lo traigo desde el nacimiento, está claro.
Segundo, no fue gracias a los médicos y enfermeras que estudiaron mucho, no, fue gracias a San Pantaleón.

Yo tengo otra explicación, una suerte de explicación paralela: la Gringa en el fondo me odia desde chiquito.
Para mi, llegaron los médicos y le dijeron: "Señora, hicimos todo lo posible, pero el niño está vivo."

Sea como sea, lo cierto es que mi tatarabuelo, italiano fugado a España por un crimen que cometió se llamaba Pantaleón. Y mi bisabuelo, hijo del fugitivo, también se llamó Pantaleón. Y el primer hijo de mi bisabuelo varón también. Y cuando fue a reconocer al cuarto hijo también le puso Pantaleón. No era amor por el nombre, la realidad es que estaba un tanto ebrio y se había olvidado que ya tenía un hijo que se llamaba así.
Pero mi abuela tuvo puras hijas mujeres.
Conclusión, ¿quién vino a continuar la leyenda de los Pantaleones? El Fer.
¿Se imaginan lo que fue para mi el jardin de infantes? Algo sí para los que leyeron mis recuerdos de esa época. Pero en particular, escribir mi nombre. Un trámite para los Juan Carlos o las Ana María. Pero para mi ... ¡no me alcanzaba la hoja!
Llegaba al margen y tenía que escribir el apellido en el renglón de abajo.

Sobreviví a la primaria a las piñas.
Nene: "Eeehhh pantalón, se te va a caer el pantaleón"
Fer: "Estás muerto"
De ahí a la dirección. Eso era cosa de todas las semanas.

Y en la secundaria, con la carga de la saga de los Pantaleones y sin ser tan agraciado por la naturaleza, digamos que sentía que estaba destinado al fracaso. Así fue que un día le hice este planteo a la Gringa, una siesta que estábamos solos mientras ella tejía algo y yo estudiaba.

Fer: "Ma, ¿te puedo hacer una pregunta?"
La Gringa: "Sí, decime."
Fer: "¿Tu idea es que yo me muera virgen?"
La Gringa: "¿Pero por qué me decís eso?"
Fer: "¿Cómo que por qué ma? Mirame, mirame lo que soy, y encima me pusiste Pantaléon, levanto tierra nomás ma."
La Gringa: "Ay pero sos el colmo de los caraduras ¿y la chica esa con la que ibas a la pileta del club? ¿Y tu compañera del colegio, esa que venía para la casa todos los santos días? ¿Y la hija de la Yola que está como estaca, firme en la vereda del frente y hace piruetas para que la saludes? ¿Y ...?"
Fer: "Bueno ma, ya está ... un mes duré de novio con cada una ... ¿podemos hacer algo en el Registro Civil?"

No, no podíamos hacer nada. No me quedaba otra que desarrollar el sentido del humor y aprender a reirme de mi mismo. Quizás esto de ser gracioso se lo debo a San Pantaleón. ¿Y el santito? Ahí está, en una mesita en el dormitorio de mi vieja. Cuando paso por ahí emerge triunfante, regodeándose de lo que provocó en mi familia y hasta parece reirse de manera burlona de mi.

Y la saga de los Pantaleones muere en mi. Lauti, mi vida, no podría hacerte algo así a vos.

martes, 16 de enero de 2018

Vida.

De repente amanece un domingo,
de golpe te llega el olor a tierra aún húmeda por la lluvia,
te saluda ese vecino que canta en la vereda de su casa,
llegan el olor a facturas desde la panadería,
y el canto de los pájaros que anidan
en los árboles del fondo de casa,
se llamen como se llamen esas dichosas aves.
De repente llega una brisa que arranca sonrisas desde los cerros.
De repente alguien te mira con ojos nuevos,
arquea una de sus cejas y penetra en tu alma
con ojos marrones, tan comunes,
pero tan especiales a la vez.
Como si la vida te hablara,
y te dijera al oído,
aquí estoy, estás vivo.
Vuelve a intentarlo.

lunes, 15 de enero de 2018

Regalo.

Lucía: "Papi, ¿qué es ese edificio?"
Fer: "Es la facultad de Artes mi vida."
Lucía: "¿Qué se estudia ahí?"
Fer: "Ahí van los chicos cuando terminan la secudaria para estudiar pintura, escultura, y otras expresiones artísticas."
Lucía: "Ahí quiero estudiar entonces yo cuando termine la secundaria."

Lucía cumplió 9 años ayer. Nueve años atrás una enfermera estaba a los gritos en un sanatorio de la ciudad de San Miguel de Tucumán, "¡Pérez!" reclamaba una y otra vez. Salí corriendo y cuando pude desentrañar el laberinto de escaleras llegué hasta la puerta de la sala, ahí estaba ella en las manos de esa enfermera. Chiquitita. La recibí en mis brazos, amagó con llorar y le dije "no llores mi amor, soy tu papi y te amo para toda la vida." Se calmó y la llevé a la habitación donde estábamos. Al rato le cambié su primer pañal. El primero de no sé cuántos. Yo no caia. Estaba caminando entre las nubes. Era papá. Y tenía una niña hermosa en mis manos.

Nueve años más tarde, después de haber atravesado muchas cosas (todas compartidas con ustedes en este espacio) tenía que comprarle un regalo apropiado.
Le compré una valija con acuarelas, crayones, marcadores, pinceles, lápices y un montón de cosas par que vuelque esa creatividad que empuja para salir. También le di un diario. Ella quiere escribir. Decidió dejarlo en mi casa.
Me pidió que le escriba algo en la primer página. En ese momento, me salió ésto, y para después de que las lean, chau, nos vemos en el siguiente post:

"En cada estrella fugaz que veo,
en cada tren que cruzo,
en cada vela que soplo,
en cada "panadero" que atrapo,
en cada deseo que pido, estás vos.
Me arrancas un suspiro de angustia
cuando te veo más grande que antes,
y me resulta inevitable recordar
que un día cabías en mi antebrazo
y que no había mejor colchón para tu descanso
que mi pecho.
Lucía, mi hija, mi semilla,
la de los lagrimones gordos como uvitas,
y la de la risa que estalla.
La que ata nudos en la garganta,
y las que los desata.
Te amo hasta mucho, mucho más allá de lo imperdonable.
Felices nueve años mi amor."

UNO

Hace exactamente un año publicaba la primer historia, presentándome de una manera bastante particular, mencionando a cada uno de los integrantes de mi vida. Desde entonces ellos (en general ellas, ya que el blog no se llama como se llama porque sí) formaron parte de las historias que publiqué. También empecé a compartir con Uds. poesía, algunos cuentos y otros posteos que se transformaron en una suerte de testimonio de lo que me pasaba en ese momento.
Hace exactamente un año mi cabeza hervía. El blog fue cable a tierra. Me aferré a ese cable con las pocas fuerzas que tenía. No esperaba gran cosa, que sea leido por unas cien personas para mi era un éxito.
Casi 20.000 lecturas y casi 800 seguidores se pueden contar hoy. No es guau comparado con otros espacios. Pero para mi es el cielo. Todo lo que tengo para ofrecerles son palabras. Y que se encuentren en ellas. Que viajen en el tiempo para acordarse de que les pasó lo mismo. Que se rian de mi. Y de ustedes. Que lloren, se enojen, se conmuevan, que les duela, que sientan alivio, que se enamoren y se exciten. Historias simples, comunes, contadas de un modo peculiar. No me gustan las palabras rebuscadas ni que los textos queden demasiado pretensiosos.
Quizás sea un poco egoísta ... algo de eso hay en un escritor. Sí, eso soy, un escritor. Todos los escritores pretendemos que otro nos regale su tiempo para leernos.
Hace exactamente un año empecé un blog con fecha de inicio y con fecha abierta para el cierre. Y ese cierre no será hoy. No sé cuándo ocurrirá. Por ahora necesito seguir escribiendo y conociéndolos. Respecto de eso, todos ustedes están muy locos. Tienen que saberlo. Pero los locos son los mejores seres. Gracias por compartir las historias, por megustearlas, por comentar y sobre todo, por los mensajes que me enviaron. Tienen que saber que les respondí a todos.
He conversado con muchos de ustedes y me enriquecieron. Me alimentaron el alma.
Hace exactamente un año no sabía muy bien para dónde salir corriendo. Hoy lo tengo un poco más claro. Hay luz al final del camino. Soy un eterno buscador de la felicidad y siempre la espero a la vuelta de la esquina. Voy por ella.
Espero poder seguir regalándoles más historias para que se encuentren. Esas historias simples, escritas por un tipo simple, que lo único que busca es ser feliz y tener PAZ. Gracias a Uds. por ser parte de esa felicidad.

PD: quizás, en una de esas, pronto arme algún sorteo de vaya uno a saber qué.

lunes, 8 de enero de 2018

Enredados.

He soñado mil veces con éste amanecer. Y acá estoy, atado a vos, sintiendo tus pechos en mis manos mientras te abrazo por la espalda.
Juro que vi cables de auriculares y luces de Navidad menos enredados que nosotros. Pero vos y yo sonamos y brillamos mucho mejor.
No podría ya estar si sentir el roce de tus cabellos en mi cara y no me molestan para nada las cosquillas ... ¡No quiero salir de éstas sábanas!
Ese espacio infinito entre tu pelo y mi nariz empezó a convertirse en mi universo favorito.

miércoles, 3 de enero de 2018

Invasión.

Volvamos hacia mi tierna infancia. Hijo único. Bendito eres entre todas las mujeres, reinas de la casa de Bernarda Alba. Todo giraba alrededor mio.
Ahora nos ubiquemos en el tiempo y el espacio. Las mujeres de la casa venían del interior de Tucumán, eran la parte despreciada de la familia, las hijas pobres de una mujer separada y pobre. Nadie les dio una mano cuando la necesitaban. Y de repente las tipas eran propietarias de una casa en la capital tucumana. En sus caras tías abuelas.
Pero como las damas sí eran buena gente la casa del barrio se transformó en hotel para todo el mundo. Si se enfermaba un pariente, venían a mi casa. Si estaban haciendo algún trámite, venían a mi casa. Si no tenían nada para hacer en sus casas, venían a mi casa. Y adivinen la cama de quién ocupaban. La de este cristiano que les escribe.
El niño Fer iba a dormir en el sillón del living. Ocupaban mi cama, mi lugar en la mesa, mi piletita de lona en el verano. Mi vida entera. No veia las  horas de que me llame el vientre para encerrarme en el baño, mi vida era una total y absoluta miseria.
Una vez que se les antojaba irse, volvía todo a la normalidad. El niño Fer era otra vez el amo y señor de la casa.
Pero lo más terrible era cuando un familiar enfermo que estuvo estacionado en casa finalmente fallecía. El finado había dormido en mi cama. Y así como si nada venía la Gringa, tendía mi cama y me decía:

Gringa: "Acostate, ya es hora de dormir."
Fer: "Ma, ahí dormía el tío Paco."
Gringa: "¿Y?" (Ella, toda cariñosa)
Fer: "Me da miedo ma, mirá si se me aparece a la noche."
Gringa: "El tío Paco está en el cielo, mirá si va a tener tiempo de venir a bromear con vos."
Fer: "Pero má, ¿que puedo dormir con vos?"
Gringa: "No, ya sos grande, sos un hombre, tenés OCHO AÑOS."
Fer: "Ma, por favor, me da miedo, ¿puedo dormir en el sofá entonces?"
Gringa: "No, el sofá no es para dormir."

Hagamos un alto acá, claramente la Gringa había entrado en una zona de contradicción con ella misma pero yo no tenía la autoridad para hacérselo ver. Si me atrevía a decírselo, capaz que me mandaba a dormir en el mausoleo con el tío Paco, Dios lo tenga en la gloria y que brille para él la luz que no tiene fin.

Fer: "Maaaaaa ... daaaaleeee ... no seas mala ... el tío Paco no me quería ...."
Gringa: "Más vale que no te va a querer, si el pobre quería dormir y vos estabas meta darle a la pelota en el pasillo."
Fer: "Ves ma que sos malaaaaa ... daaaaleeee ... era malo el tío Paco ..."
Gringa: "Nada, nada, nada, y ojo con que vea la luz de la habitación encendida porque sale cara la luz"

Ahí iba el niño Fer, directo a la casa de los espíritus. Mi vieja salía de mi habitación, apagaba la luz y cerraba la puerta. Y yo no tenía con qué alumbrarme, no había celular, ni lamparita en la mesa de luz, ni mesa de luz tenía. Si abría la ventana, capaz el tío Paco entraba desde el fondo para hacerme vaya uno a saber qué.
Estaba rodeado, podía salir del ropero, de abajo de la cama ... estaba perdido. Esa sin duda iba a ser mi última noche en la Tierra. Y me iba a ir al infierno porque seguro el tío Paco estaba ahí y me iba a querer llevar a arder con él.
Pero no, sobreviví amigos. Fui al colegio al otro día desvelado porque no pegué un ojo. Todos los ruidos que escuchaba eran del tío Paco que venía a comerme, descuartizarme, o vaya uno a saber cuál otra mala intención tendría conmigo.

Hoy, hoy los tiempos son diferentes. Mis hijos para dormir tienen que ver la luz del baño encendida y ante el menor evento se cruzan de cama. En tu cara Tio Paco.

Manual para matar.

¿Cómo matar a un no muerto? Lo sé, parece una pregunta estúpida, y quizás lo sea. Jamás me agradaron los dueños de verdades y no pretendo tr...