lunes, 22 de enero de 2018

Mi hora.

Cierro mi puño con todas mis fuerzas, lo hago para agarrar el lápiz con el que escribo estas líneas, pretendiendo que mis ideas no se fuguen.
Cierro mi puño para apretar con fuerza mi corazón (lo que queda de él) y golpear al olvido, ese olvido que me resulta esquivo hasta hoy.
Voy a cerrar todas y cada una de mis heridas. Las cicatrizaré con todos los puntos y aparte que sean necesarios.
Renaceré, ya me verás. Haré fuego de mis lágrimas y no podrás sostener mi mirada.
Ahora que la espada de Damocles ya no pende de un hilo y atravesó mi alma, ahora que te sientes victorioso, es hora de que sepas que no ganaste nada.
Debes saber que fuiste puñalada por la espalda, fuiste infarto y disparo en la cien.
Pero te juro que no, no serás mi funeral.
Mi hora no llegó; estoy en una pieza como verás, quizás un poco titubeante al hablar pero estoy viva.
Respiro, mi corazón (lo que queda de él) late. Pero ya no late por vos. Late por (y para) mi.
No, no ganaste nada, acá estoy, casi de pie, mis mariposas están listas para volar nuevamente. Tengo miles de amaneceres por delante, y ninguno de ellos será junto a vos.
Es hora de abrir mi puño para soltar el lápiz ... del mismo modo que te suelto a vos.
Es tu hora.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Manual para matar.

¿Cómo matar a un no muerto? Lo sé, parece una pregunta estúpida, y quizás lo sea. Jamás me agradaron los dueños de verdades y no pretendo tr...