miércoles, 18 de julio de 2018

Giras.

No eran muchos los paseos que teníamos en familia cuando fui niño, pero los disfrutaba a todos.
Uno de los más lindos era ir al cine, sin duda. No fueron tantas pelis, pero tengo muy presentes algunas de Olmedo y Porcel, la de Mazinger Z, (a continuación se pone un poco blandita la cosa) Chatrán y Me enamoré de un maniquí (no, no me la como, pero salí cantando del cine "nothing gonna stop us now" ... o sea, casi) y alguna más que se me está escapando ahora.
Pero la salida al cine se completaba con una estadía en un barcito, donde religiosamente consumía un agua tónica (no, nunca fui normal) y un tostado de jamón y queso. Eso era un lujo para nosotros. La tónica era porque a nadie más le gustaba. Así no tenía que convidar. Cosas de hijo único.
Pero a veces, cuando la ida al cine era en épocas veraniegas, se reemplazaba el barcito por la heladería. Ese mundo de sabores era un festival para mi. Jamás me detuve en los sabores básicos.Yo siempre pedía los sabores más raros, esos que no pedía nadie.
Luego estaban las idas al parque, al sector de los juegos. Las mujeres llevaban de todo. Sánguches de milanesa, gaseosa, papas fritas, repasadores, manteles, servilletas, vasos. Cada vez que íbamos sentía que nos mudábamos de casa. Eramos medio gitanos. Y cuando teníamos el chevy, ese con el que mi vieja provocaba intentos de homicidio cuadra de por medio, hasta mesa y sillas cargábamos.
Por último estaba el circo. No me daban miedo los payasos. Me asustaba con los trapecistas. Me daba la sensación de que se iban a morir en cualquier momento, asi que me tapaba los ojos cuando alguien volaba por el aire. La gira cirquera se terminaba con la famosa foto que te daban dentro de una cajita minúscula que podías ver onda microscopio.
Ya de grande repetí cada uno de esos paseos con mis pibes. Ellos se harán grandes algún día (espero que vivan muchos, muchos años) y, dependiendo del camino que elijan quizás hagan lo mismo con sus propios hijos.
Ayer encontré, mientras acomodaba cosas en mi dormitorio, un llavero con una foto de la última vez que fui a un circo con mis pequeños. Me acordé que de ahí nos fuimos a la peluquería con ellos y a los juegos. Fue una linda tarde. Los hijos no se van. Sí, se hacen grandes y hacen su vida pero siguen en la mente y en el corazón de los padres. Todo el tiempo. No se van jamás. Preguntale a alguien que haya tenido que pasar por la terrible experiencia de perder a un hijo y veamos qué te dice; si ese hijo se fue o sigue presente.
Y hoy, justo hoy se cumplen cinco años de que desperté del coma. Y me acordé de todo el amor que recibí al despertar y todo el apoyo que le brindaron a mi familia mientras yo dormía, no plácidamente. Se me escapó uno que otro lagrimón, lo admito.
Bendito por despertar. Bendito por vivir. Bendito por tener cada día una chance más de hacer mejor las cosas. Sé que no hice todo bien en este tiempo de descuento, pero sigo intentando ser la mejor versión posible de mi mismo. Bendito por mi familia, por mis hijos, por mi compañera, por mis amigos de fierro. Bendito por tenerlos a ustedes del otro lado leyéndome.
Bendito por haber disfrutado de esas giras con las integrantes de la casa de Bernarda Alba y por poder hacerlo ahora con mis semillas.
Salud por las próximas giras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Manual para matar.

¿Cómo matar a un no muerto? Lo sé, parece una pregunta estúpida, y quizás lo sea. Jamás me agradaron los dueños de verdades y no pretendo tr...