lunes, 9 de octubre de 2017

Té con leche.

Siempre esa mezcla me pareció una aberración. A qué trastornado se le ocurrió entreverar leche con té. Con lo simpática que es la combinación de la leche con el chocolate o con el café o simplemente sola. Y el té ... el té ya solo es suficiente castigo, por qué tanta saña buscando vaya uno a saber qué agregando leche a la misma taza.
Mis desayunos en la casa antes de ir ala escuela eran preparados por mi abuela. Variaban entre café con leche o mate cocido, dependiendo de la época del mes. Un par de tortillas y listo. Cada tanto la Maga intentaba colarme un té con leche cuando andábamos escasos de café.
Fer: "Abuela, qué asco ... encima tiene nata ... ¡voy a vomitar!"
Literalmente, me iba a vomitar.
Esa historia de desamor existió durante 35 años y 8 meses. Hasta que se me dio por entrar en coma por culpa de la gripe A y de la neumonía, historia ya contada (y referenciada) con lujo de detalles en este blog.
Una vez sacudido de mis sueños de no tan bello durmiente, y estando en la sala para los menos moribundos, estuve adaptándome a la rutina de mi nueva vida.
A las seis de la mañana me despertaba el ruido de la balanza que arrastraban por el pasillo de la sala 3. Era la hora de pesarnos para ver si le estábamos ganando la guerra a la parca.
Después de eso, llegaba la médica que hacía los controles que se repetían con una monotonía que solamente era interrumpida por su simpatía. Igual, no estaba en condiciones de hacerme el galán ... 15 kilos menos, ropa de entrecasa, y conectado a tantos tubos que me perdía intentando contarlos.
En la tercera parte de la mañana, a eso de las siete, llegaba el carrito con el desayuno.
Empleado de cocina: "¿Qué va a querer maestro? Hay mate cocido, té, TE CON LECHE, leche sola ... esto es lo que tengo anotado para usted."
Estuve a punto de pasar a mejor vida. Era hora de tomar el primer riesgo. No, no se trataba de pedirle el número de teléfono a la médica. Capaz que venía alguien a desconectarme por las noches si hacía eso.
Fer: "Bueno maestro, veamos de qué se trata eso del té con leche ... y dame dos bollitos."
Fue amor a segunda vista. Y fue la primer decisión importante que tomé después de abrir mis ojos. A algunas de las otras decisiones ya las conté. A otras no.
Ya habrá tiempo para todas.
Mientras tanto, los dejo, estoy en la oficina y llegó la hora de hacerme un té con leche para merendar.

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