martes, 26 de septiembre de 2017

El antihéroe.

Fer: "Lau, ¿es verdad que hay una chiquita del jardín de cuatro que se llama Lucía que te gusta a vos?"
Lau: "No seeeeee."
Fer: "Me parece que va a ir al cumpleaños de tu amiguito, ¿qué vas a decirle si la ves?"
Lau: "Fea, le voy a decir que es una fea, fea, fea."

Como verán, el tipo la tiene clarísima para seducir a una dama. Lo lleva en los genes. Así de zonzo era el pequeño Fer.
Mis primeros vínculos con el género femenino fuera de la casa de Bernarda Alba fueron con mis vecinas de al lado. Fueron mis primeras amistades además cuando yo tenía cinco años. En esos años, el castigo para el que se portaba mal en el jardín era sentarse al lado de una nena. Tremendo cómo nos martirizaba esa seño.
El primer grado no distaba mucho del jardín ... pero en segundo grado recibimos a una compañera nueva, la de los ojitos claros.
Descubrí de inmediato que tenía un serio problema. Podía ser muy locuaz con mis amigos y compañeros. Pero con la chica de los ojitos claros no. Me quedaba completamente mudo.

Ojitos claros: "¿Me prestás la regla?"
Fer: " ... "

Ojitos claros: "¿Me convidas de tu alfajor?"
Fer: " ... "

Todo eso matizado con una huída abrupta de la escena. Así de promisorio pintaba mi futuro en las relaciones. Todo un playboy.
De todos modos, fui progresando y cuando promediábamos sexto grado sí le presté una regla. Y en séptimo ella me ayudó a arreglar un plato que decoré muy mal en actividades prácticas. En ese momento pensé por un segundo que quizás yo le gustaba. Pero pensándolo bien, seguramente le dio pena ver que era el único salame con un plato con una tela mal adherida. Un plato que no iba a servir más para comer y tampoco para ser exhibido como adorno.
Pero el punto cúlmine de nuestra no relación se dio en una clase de educación física, también en séptimo grado. El profe organizó una competencia de carreras en las cuales íbamos eliminándonos entre todos. Puede que yo haya sido bastante torpe para el tacto con la de ojitos claros, pero siempre tuve cierto talento para los deportes. El yin y el yan.
La cuestión es que de repente, el niño Fer estaba en la final. Del otro lado, Miguel Prado. A esa altura la tribuna del complejo se había poblado. Prado, uno de los populares. El Fer, uno de los ... el Fer.
Cuando el profe gritó "¡Ahora!" empecé a correr como loco. Vi como le había sacado una linda ventaja a mi competidor. Dirigí mis ojos hacia la tribuna, casi todos alentando a Prado. Menos un grupito que gritaba mi nombre. Y en medio de ese grupito estaba ella, la de los ojitos claros. Volví la mirada a la pista ... y todo pasó en un segundo, me había desviado del camino lo suficiente como para llevarme puesto a un nene de tercero, derrumbar mi humanidad sobre la pista y ver como la tribuna festejaba el triunfo de Prado. Vi también como mi minúsculo grupo de fans pasó de la esperanza a la sorpresa y por último a la risa. Incluyendo a la de los ojitos claros. Todos reian, menos el nene de tercero y yo.

Fer: "Disculpame, no te vi."
Nene de tercero: "Sali pelotudo."

Me levanté, me sacudí y me fui a buscar el consuelo de mi profesor de educación física. No estaba disponible, se estaba abrazando con Prado.
Ojitos claros, me rompiste el corazón de niño con esa cruel carcajada, sabelo.

Nota del autor: la identidad de la de los ojitos claros se mantiene bajo reserva para no arruinar su reputación.

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