Lo que ella busca es ser insustituible. Necesita que descubras algo nuevo en su persona todos los días.
Pretende que la enamores, que logres que no pueda sacarte los ojos de encima, que la seduzcas y consigas que se erice su piel cada vez que la acaricies del modo que le gusta.
Pide que la ames sin piedad, de un modo casi bestial, que la beses con rabia y que elabores un mapa de su piel con tus manos.
Ella requiere que la sujetes con fuerza de su cintura y de sus nalgas, que sientas cómo sus pechos indican que tus labios y tu lengua están en el lugar correcto, y que detectes ese momento exacto en el que su respiración cambia de ritmo.
Ella necesita enredar sus piernas con las tuyas, que la hagas sentir deseada; precisa sentir tu pecho pegado al suyo y también a su espalda, que la violentes con tus palabras hasta que la enloquezcas.
Ella ruega porque sus manos se aferren a las tuyas mientras se aproximan al clímax, que hagas que los dedos de sus pies se doblen en el instante de mayor placer, y que una vez que lleguen, la abraces, la abraces fuerte, beses su espalda y le digas que todo va a estar bien.
Lo que ella quiere, simplemente, es que la ames todos los días, sin concesiones, sin mendigar; que seas para ella, y ella te brindará absolutamente todo.
viernes, 4 de agosto de 2017
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