jueves, 10 de mayo de 2018

Acá estás.

Pará la pelota.

Sobreviviste a todo. A tus malas decisiones, a la hiperinflación, al efecto tequila (también al tequila), a la alianza, al pingüinaje, a los globos amarillos y a un matrimonio. Han sobrevivido a vos también.
Ya te demoraste y te apresuraste.
Relajate, como te dijo alguien que querés mucho hace un par de días, dejá que fluya.
Ya casi te moriste, te perdiste, te lastimaron, lastimaste, perdiste, ganaste y también te perdieron.
Acá estás, recalculando, redescubriéndote.
Ya quedó muy atrás esa etapa en que no tenías ninguna fortaleza, esos tiempos en que hasta tus debilidades eran más fuertes que vos.
Basta de réquiems.
Acá estás, organizando sesiones de microcine con tus hijos y sus amigos, planificando las vacaciones del verano, las del invierno y las de dentro de tres años, tomando las riendas de una empresa hasta el último centavo, retomando el vínculo con personas de las que te habías alejado, acá estás, construyendo por enésima vez en tu mente la prehistoria de un primer beso, organizando tus tiempos para aprender dos idiomas nuevos, soñando con ese pequeño restó de tu retiro.
Para qué dudas. Por qué. A qué le tenés miedo. ¿A que te fallen? Todos nos equivocamos. Un hecho, una actitud no nos define ni como buenos ni como malos. Vos también vas a fallar. Pero sabés bien que si lo hacés, vas a hacer todo lo posible para resarcir el error.
Acá estás, que no te frene nada ni nadie. Quien quiera sumarse al tren, bienvenido, quien no, le deseo buen viento.
Acá estás, más entero que nunca, acelerado como siempre, dispuesto a dar tu corazón sin dejar reservas.
Acá estás, dejá que fluya.

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