jueves, 17 de mayo de 2018

Inviernos.

Inviernos eran los de antes. No puedo decir estas palabras sin sentirme Enrique el antiguo. Lo decía mi abuela y me contaba una y otra vez la misma historia sobre los inviernos de su niñez en el interior del interior. Que el frio congelaba hasta los huesos, que cuando llegaba "la helada" no había nada que hacer con los cultivos, etc.
Pero no voy a remontarme a sus años mozos, sino a los mios.
En la casa de Bernarda Alba había dos jugadoras que tejían. Conclusión, casi todos mis pulóveres eran made in house.
Qué ternura dirán ustedes. Pero ustedes no saben que había un problema. Los pulóveres eran horribles. Todos.
Desde dibujos de venados en el pecho (una visionaria la Chicha) a que me queden cortos, pasando por colores impensados.
A quién se le ocurre vestir a un niño con un pulover con la cara de un cachorro sonriente que abarca todo el frente de la prenda. Todo el frente.
No podía decirles que no.
Las iba a hacer sentir mal.
Estoico el Fer, afrontaba los comentarios burlones de los pibes del barrio y del colegio.
Era imposible disimular un pulover que me quedaba corto.

Agarrarme del pasamanos del techo del micro, escribir en el pizarrón, saludar, subir una escalera, subir al micro, abrazar, correr, caminar rápido, respirar fuerte, mirar con intensidad, todo eso provocaba que el pulover me quede como pupera.
Lógicamente nunca logré salir intacto de esa situación, asi que por un tiempo me gané el apodo de "buzo pequeño". Putos.
Pasemos al pulover con el venado. Siempre que me encontraba con alguna amistad de mi vieja, siempre escuchaba lo siguiente:

Fulano/a: "Ay qué lindo el pulover, ¿qué es lo que tiene dibujado en el frente?"

Ya cuando tenés que explicar qué es el dibujo es un hecho que es un espanto.

Fer adolescente: "Es un venado señora".

Dicho con cara de "ojalá me muera en este instante".
Pero lo peor no había llegado. Mis amigos dentro de todo me tenían piedad. Lo peor era ver llegar a la chica que me gustaba, ella con toda su gracia y yo, con un ser indefinido, seguramente hermafrodita, bordado en todo el frente de mi pulover.
Díganme ustedes, cómo podía ser yo el macho alfa con ese espanto en mi cuerpo.
Irremontable.
Les pido un favor, NO LE HAGAN ESO A SUS HIJOS. Después uno tiene que despacharse con estas cosas con el psicólogo.

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