Por alguna razón la proximidad de
fin de año me pone reflexiva. Nada fuera de lo común, le pasa a muchas
personas. Es para entonces que las tardes de domingo potencian su nostalgia.
Será quizás por eso que me
desperté de la siesta buscándolo. Casi que puedo asegurarles que hasta su
perfume pude sentir. Mi pecho se llenó de angustia con los acordes de Enrique
Cadícamo, ese talentoso que exclamaba “quiero emborrachar mi corazón”. Eso
quiero Enrique, ¿cómo lo supiste? Ahora mismo voy a descorchar ese malbec.
Él me amó. Fue la única vez que
me sentí amada de verdad. Hasta su llegada, cuando todo acababa, los hombres
simplemente desaparecían. Él en cambio buscaba aferrarse a mi después de
hacerme el amor, si era posible hasta el otro día. Aspiraba mi aroma de muy
buen sexo y se perdía en mi espalda. Los hombres son binarios hasta para eso,
hasta para saber si te quieren de verdad o no. Todo es blanco o negro. Básicos,
simples y elementales. No lo digo como crítica. Realmente admiro su simpleza.
Muchas veces deseé ser más
básica, no encontrar tantos matices. Me hubiese gustado poder pensar en nada. Y
sin dudas, hubiese querido morderme antes de lanzar esa pregunta inútil “¿en
qué estás pensando?” ¡Qué te importa Mabel, qué te importa, qué metida sos por
favor! Son los pensamientos del otro, qué manía de querer adueñarme de todas
las revelaciones.
He pasado por casi todo. Pasé por
peleas de amor que no deberían llamarse de ese modo. Si no quedaba ni un rastro
de amor …
No comprendo aún porqué las
parejas no saben separarse a tiempo. Pasé por mentiras más grandes que un
cartel de caja rápida o que ofertas de black Friday. Mi corazón se rompió
tantas veces que aprendió a repararse solo.
Pero un buen día lo encontré. Me sonrió
y supe que era bueno. Yo le sonreí y él me confió que yo estaba buena. Los hombres,
en fin, hombres son.
Pero me amó. Recuerdo sus manías,
sus arrebatos, su risa escandalosa, su sarcasmo, sus silencios, cada canción
que le gustaba y hasta la cantidad exacta de posiciones en la que me hizo suya.
Lo extraño. Este tango triste y
mal herido me está haciendo mal. O bien, no sé. Para variar estoy encontrando
demasiados matices a esta noche de domingo.
Por suerte la canción ya se
termina. Pero él en mi no; él está acá, en los papeles que escribió con
dedicatorias para mi y que dejaba por los rincones de la casa. Está en su
perfume que aún guardo y cada tanto hecho un poquito en las sábanas para
simular que me hundo en su pecho y así poder sentirme pequeña en sus brazos.
Definitivamente me perdí en la
letra de esta canción. Mejor cambio la música. Voy a poner esa de los Rolling
que tanto le gustaba mientras termino mi copa de vino.
A tu salud mi amor.
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