jueves, 19 de abril de 2018

Decime por qué.

Vuelo hacia lo más profundo de mi memoria y mis recuerdos están asociados a alguna de las mujeres integrantes de la casa de Bernarda Alba leyéndome algo.
Había llegado a un punto en que si bien aún no sabía leer, me sabía de memoria todo asi que era imposible que se salteen una página para terminar más rápido.
Mis viejas no veian la hora de que empiece a leer asi se libraban de ese calvario. Ilusas. Empecé a leer y atado a eso, empezaron los por qué. Cada párrafo que leia me traia un mundo que necesitaba comprender del todo.
Por qué, por qué, por qué y por qué.
Empecé la escuela y las mujeres me endosaron a las maestras de grado. Allí fui con mis por qué a cuestas.
Fer: "Señorita"
Señorita Teresita: "Diga niño"
Fer: "Si estamos aprendiendo a separar en sílabas, ¿por qué hay palabras que no las separa?"
Señorita Teresita: "Por lo que acabo de explicar, son palabras monosílabas."
Fer: "Pero seño, si nos está enseñando justamente a separar en sílabas, es contradictorio que no separe todas las palabras."

Contradictorio le dije. Siete años tenía.

Señorita Teresita: "¿Y cómo pretende separar Ud. una palabra como pan?"
Fer: "Fácil, pa-n"
Risas generalizadas pero mi cerebro cuestionador se apoderó de mi ser y me negué a los monosílabos.
Nota a mi vieja mediante el cuaderno de comunicaciones, charla con mi vieja ... tuve que resignar posiciones.
Por qué tengo que aprender esto en manualidades.
Por qué tengo que dibujar lo que Ud. me pide.
Por qué tengo que hacer estos ejercicios en educación física.
Por qué tengo que leer este libro.
Por qué tenemos que aprender religión.
Por qué, por qué y por qué. Y cada por qué iba acompañado de una hermosa nota en el cuaderno de comunicaciones. O de una reunión con mi vieja.
Era buen alumno, ya les conté eso, pero no era dócil precisamente.
Nunca fui fácil de llevar.
Llevé mis por qué a la secundaria donde esos cuestionamientos tomaron otro cariz ... por qué no avisa que hay prueba, por qué no le gusto, por qué le gusto, por qué mi vida es tan miserable, por qué no les caigo bien, por qué les caigo bien, por qué tenemos que estudiar ésto, por qué no puedo faltar cuando quiera, por qué tengo que estudiar para diez si estudiando para seis igual apruebo, por qué tenemos que estudiar química y física, por qué tengo que usar uniforme, por qué tengo que usar estos zapatos, por qué no puedo dejarme el pelo largo.
La cuestión es que finalmente dejé de cuestionar.
En algún momento en el camino me crei suficientemente sabedor de muchas respuestas.
Y me domestiqué.
Neutralicé mi instinto cuestionador convenciéndome de que todo estaba bien.
Me hice fácil de llevar (de las narices) ¿Por qué? Hay algunos porqué para los cuales no tengo respuesta.
Estaba bien no ser yo mismo.
Lógicamente me transformé en una bomba de tiempo.
El tic tac hizo su juego hasta que detonó.
Primero en forma de enfermedad mortal y luego en forma de crisis.
Y acá estoy, silvestre, ya detonado y ... para no perder la costumbre, en crisis de tanto en tanto. Pero vivo. Consciente de qué cosas me hacen sentir precisamente vivo. Vaya paradoja esa de tener que morir para darse cuenta.
Escribir es una de esas cosas que me hacen sentir vivo.
Me hace tan bien saber que están del otro lado, que muchas veces me pregunto, ¿por qué me leen?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Manual para matar.

¿Cómo matar a un no muerto? Lo sé, parece una pregunta estúpida, y quizás lo sea. Jamás me agradaron los dueños de verdades y no pretendo tr...