miércoles, 11 de abril de 2018

Recalculando.

A veces un viaje sirve para aclarar la mente. Y otras para confundirla. En este viaje me pasó primero lo último. Pero finalmente ocurrió lo primero.
Sucede que todos te dicen "tenés que seguir para adelante". Pero, ¿hacia dónde es adelante? ¿Quién puede decirme eso con claridad?
Buenos Aires es una ciudad mágica. Sí, lamento haber parafraseado a Chano. Pero peor sería hacerlo con Arjona. Acéptenlo.
Ya había visitado la capital argentina pero siempre por trabajo (ya compartí con Uds. una historia sobre esos viajes)
Llegué un sábado a media mañana a Aeroparque y lo primero que hice fue desayunar. Fue el tercer desayuno del día. Bueno, yo soy así. Acéptenlo también.
Me alojé en un lindo hotel de Recoleta y el primer destino fue el cementerio de la zona. Para quienes no lo conocen, vayan. Es un destino que no puede faltar, lleno de historias extraordinarias. Se pueden tomar fotos increibles, sobre todo cuando la luz empieza a irse.
El sepulcro de Evita se lleva todas las miradas del turista extranjero. Sí, fui a verla, pero me detuve mucho más tiempo en la tumba de los ex presidentes Raúl Alfonsín y en la de Arturo Illia. Nunca hablé de política en el blog. Es un tema que evito tocar en este espacio para evitar polémicas. Pero espero sepan disculparme esta licencia, son dos figuras que admiro profundamente.
Salgamos de este tema. Tengo una idea en mente que no me la quita nadie. El mejor lugar para conocer un destino turístico es caminando. Y me tomé muy a pecho eso. Caminé entre diez y quince kilómetros por día.
Me disfracé de porteño, me puse zapatillas cómodas, cargué una mochila (me la puse hacia adelante para evitar a los amigos de lo ajeno), activé el gps y me largué a caminar.
Tengo que admitir algo. Lo de orientarme no es lo mio. Así que el primer día ya enfilé al revés de lo que indicaba el gps.
Amé cada destino al que fui. Disfruté mucho de Recoleta, Microcentro, Núñez, Puerto Madero, Once, Belgrano (en todo Buenos Aires hay perros, menos en el barrio chino, es un misterio), Palermo, San Telmo y Constitución.
Me faltaron días para ir a los lugares que también tenía agendados y lamentablemente no llegué.
Porteños, no se quejen de su ciudad. Es hermosa. Se quejan de llenos. Tienen espacios verdes fabulosos, no hay calle sin árboles, el tránsito es super ordenado. Ya sé, para ustedes es un lío pero los invito a ver el tráfico en mi Tucumán querido.
El transporte público es puntual, limpio y barato. Basta de llorar por favor.
Básicamente, en cada lugar de Buenos Aires hay algo para disfrutar.
La comida ... lamentable. Muchachos, no tienen idea. Salvo por las pizzas y las hamburguesas caseras, por lo demás, no saben cocinar NADA. Ni hablar de las empanadas porteñas. Madre querida. Una cosa espantosa del tamaño de una zapatilla talle 40 rellena de carne molida. Y esperen porque no llegué a la peor parte. Las comen con cubiertos.
¿Ya se recuperaron del soponcio? Maestro, las empanadas se comen con la mano, si sos blandito de yemas de dedos agarrás una servilleta, abrí las gambas y entrale. Ok, ésto último acaba de sonar muy porno. Pero ustedes entienden la idea. O ambas ideas.
Empanadas porteñas ... admito que las compré pero no fueron para mi. Era el domingo de Pascuas y me había llamado por teléfono mi vieja. La Gringa es muy religiosa, se puso a contarme todas sus actividades en la capilla del barrio, y ya me la imaginaba echándole agua bendita a todo el que pase cerca de ella, imponiendo sus manos sobre la frente de la gente, etc.
Invadido de ese espíritu pascual me encontré con un señor que vive en situación de calle. Uno de los muchos que lamentablemente están así en Buenos Aires. Estamos hablando de un señor que seguramente debe tener unos cincuenta años pero aparente veinte más. Era de noche y refrescaba. Al frente, un local de empanadas. Se me ablandó el corazón. Fui a comprarle cuatro empanadas de pollo y me acerqué a él. Tuve que despertarlo.

Fer: "Señor"
Señor de las empanadas: "¿Qué pasa?"
Fer: "Le traje comida" (en ese momento sentí música celestial y un halo de luz sobre mi cabeza)
Señor de las empanadas: "¿Qué es?"
Fer: "Empanadas."
Señor de las empanadas: "¿De qué son?"
Fer: "De pollo."
En ese instante hace contacto visual conmigo y una mueca de desagrado.
Fer: "¿Pasa algo con las empanadas de pollo?"
Señor de las empanadas: "¿No había de carne?"
Fer: "¿Cómo?" (a esa altura reinaba el desconcierto)
Señor de las empanadas: "¿O de atún?"
Fer: "No sé señor ... yo pensaba que ... "
Señor de las empanadas: "Hacé una cosa, cruzate y cambialas, sí te las van a cambiar"

Crucé la calle con las cuatro empanadas de pollo y con cara de "acá hay una cámara oculta" y me fui a hablar con la encargada del local, venezolana ella.

Fer: "Disculpame, pero las empanadas no eran para mi, son para el señor del frente, dice que no le gustan de pollo, ¿me las podés cambiar?"
Encargada: "¿De qué le gustan al señor del frente?" (con tonada caribeña)
Compañero de la encargada: "De carne suave" (con la misma tonada)
Así fue que crucé nuevamente la calle y me fui a hablar con el señor de las empanadas.
Fer: "Señor, acá tiene."
Señor de las empanadas: "¿De qué son?"
Fer: "De carne suave."
Señor de las empanadas: "Bueno, gracias."
Fer: "De nada."
Empecé mi caminata hacia el hotel y a los diez pasos escucho:
Señor de las empanadas: "¿De atún no había?"
Fer: "¡¡¡NOOO!!!"

Estamos todos locos.
Lo mejor de la movida gastronómica son las happy hour. Básicamente me hidraté con cerveza todos los días. Se nota en mi integridad física, se los juro.
Salgamos de la movida gastronómica y vamos a la cultural. Hay museos por todos lados y todos son fabulosos. Todos me gustaron. Pero quiero resaltar una anécdota del Centro Cultural Recoleta, donde había una exposición feminista.
Entré y de la puerta del primer salón entraba y salía mucha gente. Acá está la posta pensé. Al lado de la puerta había un cartel que decía: "Nada ha pasado, todo ha cambiado." Guau. Profundo.
Mis expectativas se elevaron al máximo, crucé la puerta y ... nada. Literalmente, no había nada. Cuatro paredes blancas, un piso blanco y un techo blanco. Nada. En un rincón unos folletos donde la artista explicaba el sentido de "la obra". Uno tenía que imaginarse qué había dentro y generar con eso un proceso de transformación interna. Tomá pa vos. Eso en Tucumán es para matar a alguien eh. Si por un recital frustrado casi incendian un estadio, imaginate que un artista conceptual venga a querer tomarnos por tontos con algo así. Acá en Tuculandia se arregla con violencia. No jodamos.
Amo Buenos Aires y voy a volver. La estadía en la gran ciudad me ayudó a entender cómo sigue la novela de mi vida. Entendí que soltar no se refiere necesariamente a otra persona. Es mucho más amplio. Uno tiene que soltar actitudes y gestos que se tienen y no son sanas. Ni para uno ni para otro. Soltar a veces implica aferrarse muy fuerte de alguien, paradójicamente.
Tengo claro qué quiero. A quién quiero. Qué busco. Y qué espero.
Volví con cara de fin de vacaciones, pero honestamente, extrañaba Tucumán. Y creo que en cierto modo, Tucumán también me extrañaba. Necesitaba volver a mis comidas agropecuarias, a mis amigos y fundamentalmente, llenar de besos y abrazos a mis hijos.
Acá estoy, ya sé para dónde es adelante. Así que por ahora, hay blog para rato.

PD: quiero manifestar mi enorme respeto a todos los inmigrantes venezolanos que están trabajando en Buenos Aires. Es impresionante. No hay negocio, ya sea un kiosco, una casa de comidas o una tienda de ropas, donde no haya hablado con alguien de ese país. Me saco el sombrero por todos esos trabajadores que dejaron todo y empiezan de cero en Argentina. Y, haciendo otra salvedad a ese principio del blog que es no hablar de política, ojalá pronto se acabe la tiranía chavista en Venezuela.

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