martes, 24 de abril de 2018

El almacén.

A todos de niños nos mandaban a comprar algo al almacén del barrio. Nadie escapa a ese destino. En mi caso, mi hogar, la casa de Bernarda Alba, fue el almacén del barrio para una generación completa.
"Andá a la Consuelo y traeme lo que está en esta lista", seguramente se escuchó en más de una casa.
"Dice la Consuelo que vayas a pagar lo fiado" muy probablemente también.
Pero antes, en mi infancia, el almacén de la Consu no existía.
El almacén del barrio estaba en la manzana del frente, dando la vuelta por la avenida principal. Ahí te esperaban Don Delsastre o su esposa.
Y ahí iba yo, el Fer en versión miniatura. Ok, ya sé que no mido un metro ochenta actualmente, pero imagínenme más miniatura aún.
Iba con una bolsa de tela o y repitiendo de memoria la lista de las compras que preparaba mi abuela a diario.
Me molestaba profundamente ir al almacén. Por un lado, porque era lo primero que hacía ni bien regresaba del colegio. Y me molestaba profundamente ir al colegio. Asi que ya era demasiado.
Por otro lado, el almacenero tenía dos nietas mellizas que me presumian.
Les explico, el Fer versión miniatura era más zonzo que el Fer versión modelo 2018. Entonces hasta los diez años no entendía eso de la atracción por el sexo opuesto. Salvo por la nena de los ojitos claros del colegio. Ella era la excepción por supuesto. Todo lo que no sea ella me generaba mucha molestia.
El tema era que la de los ojitos claros no me llevaba el apunte. Asi que era un Fer miniatura y un fracaso mayúsculo a la vez.
Volvamos a la visita al almacén.
Ahí estaba Don Delsastre detrás del mostrador, viendo cómo me iba a hacer gastar de más (un esfuerzo inútil porque si para algo siempre fui muy bueno era para las matemáticas) Y ahí estaban, apareciendo de la nada como hacen los vendedores de paraguas cuando empieza a llover, las mellizas, sonriendo, sin saber qué hacer ya para que les lleve el apunte.
Hubiese sido un menage a trois consensuado pero qué iba a entender yo de francés en esa época.
Le tenía miedo a las gitanas y al hombre de la bolsa en esa época.
Chicos, nací por cesárea, ni siquiera sabía cómo nacer, qué iba a hacer con las mellizas a los siete años.
Con el tiempo el almacén cerró, abrieron otras en el barrio, entre ellas la de la Consu. Las mellizas crecieron, yo también (no mucho, pero crecí) y finalmente comprendí muy bien el francés. Por separado ambas situaciones, valga la aclaración.
Don Delsastre ya no está entre nosotros ... se mudó a España.
Era broma, se murió hace unos años. Pero forma parte de mis memorias infantiles. Él, el cortinado de tiras plásticas, la máquina de cortar fiambres, la balanza con pesitas, las listas que me memorizaba, el vuelto contado con precisión, mi cara de presagiar una desgracia mayúscula ante cada "chango, andá volando al almacén", la heladera exhibidora, las vecinas que se quedaban horas charlando ahí.
Todo eso se replicó en mi casa para otros chicos seguramente. Todo, excepto por el cortinado de tiras plásticas.
¿Qué hacen leyendo? ¿Ya fueron al almacén a hacer las compras?

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