miércoles, 13 de junio de 2018

Tomando decisiones.

Anónima: "¿Pero vos acaso no sos contador?"
Fer: "No, soy Fernando, me recibí de contador que es diferente."

Un día como hoy pero hace quince años me recibí de esta profesión de oficinista. Saquen cuentas. Mejor no, no las saquen. O mejor sí, hagan lo que se les cante manga de inadaptados.

Alguna tía: "Vos sos bueno para los números, deberías estudiar para contador."

Sí, era bueno para los números. Aún lo soy. Hay días en que me siento Messi. Pero en esa cabecita adolescente la idea de ser contador no era la única dando vueltas.
Anoten:
Abogado: sí. La profesión más querida del mundo mundial. Esas ganas que tengo de discutirte hasta el último de tus argumentos me hizo pensar que podía ser un buen abogado. Quizás sí. Pero mejor no. Nada personal, decir que el mundillo de los letrados es una cloaca sería hipócrita. El mundo entero lo es. Amo las leyes. Pero no tanto como bancarme defender lo indefendible.
Ingeniero en sistemas: simple. Soy bueno para los números pero no los amo con locura. Next.
Psicólogo: hermoso. Pero tenía mucho miedo de cagarme de hambre.
Periodista: esa sí era buena. Muy buena. Pero no existía el cursado de esa carrera en mi provincia en esa época. Para la próxima vida.
Diseñador gráfico: me gustaba dibujar. Tenía cierto talento. Pero me terminaba aburriendo. Mejor no.
En el último año de la secundaria mi cabeza era un hervidero. Tenía mucho miedo de que me vaya mal.
Hasta que finalmente me decidí. Nos ubiquemos. Cena de egresados. El Fer que adolesce de traje. Hotel conocido frente al parque, ahora propiedad de señora casada con empresario que contamina el medio ambiente con ingenios azucareros, procesado pero que no está preso. Año 1.996. Videos en VHS, fotos que se rebelaban, cumbia de la buena. Fui con mi vieja por supuesto. Y como en el acta de nacimiento en el lugar de padre hay una rayita y no pude localizar a rayita, bueno, partimos a solas con la gringa.
Pollo relleno con papas noisette, gaseosas varias para los púberes y cerveza para los adultos. Claro. Ahora, ¿cómo contener a una horda de muchachos (y muchachas) que cargaban con una gran cantidad de horas hombre consumiendo bebidas alcohólicas, que por ejemplo, había batido el récord Guinness preparando sangría en un lavarropas semiautomático?
Imposible. Pobres mozos.
Antes de que la situación se desborde tiré unos pasos con la gringa, algunos otros pasos aún decentes con una compañera del curso y encima brindé un discurso. Porque claro, adivinen a quién miraron todos cuando dijeron que uno de nosotros tenía que subirse al escenario para hablar en público. Permiso estúpidos, ese atril es todo mio.
Di un discurso digno de la ONU. Posta. En algún VHS habrá quedado. Que seguramente le habré grabado encima algún recital de Michael Jackson. Y que encima de eso probablemente haya un recital de Nirvana.
Después del discurso y una vez que la gringa se sintió lo suficientemente orgullosa de mi y oliendo que ese orgullo estaba a punto de desaparecer se retiró a la casa de Bernarda Alba, quedando el Fer muy dispuesto a disfrutar del resto de la noche.
La cocina ya había sido declarada territorio independiente del hotel. Había sido tomada, tomada digamos, por mis compañeros a fuerza de corbatazos. Literal. Corbatazos contra los mozos. No es una escena digna pero les juro que yo no estuve involucrado. Palabra de honor.
La fiesta terminó a las 6 de la mañana y nos fuimos prácticamente todos a la casa de una compañera a desayunar. El desayuno duró hasta casi las doce. Y la casa de esta niña quedaba a una cuadra del predio donde está ubicada la Facultad de Ciencias Económicas.

Mariana (la dueña de casa): "Fer, ¿y qué vas a hacer al final, te vas a inscribir? Yo capaz me inscriba para la licenciatura en Economía."

En ese momento pensé que sería justo ir a inscribirme.

Fer: "Vamos ya."
Mariana: "¿Así?"
Fer: "Más vale."

Y así lo hicimos. Con la resaca a cuestas, con la corbata en manos de vaya uno a saber cuál de las compañeras del curso, Mariana con el vestido de fiesta y yo con lo que quedaba de mi humanidad.
Nos destacamos entre los pibes que hacían fila, no lo niego. Sin querer, mi estilo parece es no pasar desapercibido. El resto del cursado será tema de otras historias.
Pero ahí empezó a germinar el contador que terminé siendo. Perdón, sigo siendo Fernando, me recibí de contador que es diferente.

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