lunes, 17 de septiembre de 2018

Pequeños sucesos que me llenan el corazón.

Despertarme en medio de la noche y ver que falta mucho para que suene la alarma.
Desayunar mientras leo las noticias.
Abrir el ventanal que da al fondo de casa y respirar profundo.
La vista a los cerros que tengo desde casa.
Llegar a tomar el bondi a tiempo.
Sentarme solo en el bondi.
Ser el primero en llegar al trabajo.
Organizar el resto del día antes de que lleguen mis compañeros de oficina.
Tomar mates.
Saber que di lo mejor de mi en el trabajo.
Caminar mucho.
Que un niño me sonría.
Recibir un mensaje con palabras lindas.
Que ratifiquen esas palabras con hechos.
Jugar con mis hijos.
Ayudarlos a hacer la tarea.
Ayudarlos a elegir la ropa que se van a poner.
Dormir con ellos, sentir su aroma.
Despertar y abrazarlos.
Sentirlos conmigo ...en este instante.
Cocinar para las personas que quiero.
Cocinarme para mi solo.
Escribir algo y que me guste cómo quedó.
Conectar con las personas.
Conocer gente.
Descubrir canciones.
Aprender algo nuevo.
Verla. Quince minutos, pero verla.
El perfume a azahar que inunda San Miguel de Tucumán cuando se aproxima la primavera.
Saborear un buen vino.
Saber que pude ayudar a alguien.
Contestar bien las preguntas de los programas de la tele antes que los participantes.
Encontrar plata en un bolsillo.
Que el chófer del bondi me abra la puerta en un semáforo.
Reir. Reír fuerte.
La risa con ojos chinos de mi hijo.
Los abrazos con suspiros de mi hija.
El sarcasmo de mi vieja (sí, lo heredé de ella)
Las charlas que no dan ganas de finalizarlas.
Un beso. O dos. O un montón.
Caminar tomados de la mano.
Una feria de comidas.
Sentirme bien querido.
El abrazo de un amigo.
Dormir tranquilo.
Sentir paz.
Agradecer.
Cambiar de opinión.
Una buena peli.
El helado de chocolate.
Estar vivo.

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