viernes, 4 de enero de 2019

Como se quiere a un libro.

Ya que estamos en tren de confesiones, te cuento que todas las mascotas que tuve fueron perros, excepto por dos tortugas. Pero gatos, ninguno. No los tuve y jamás aprendí a quererlos. hasta hace muy poco. Y me gusta mucho Cortázar. Me encantaría ser tan creativo como él. Pero no hay caso.
Me conformo con leerlo y sentir sus palabras como propias.
Asi que puedo llegar a comprender su "querer a las personas como se quiere a un gato, con su carácter e independencia, sin intentar domarlo, sin intentar cambiarlo, dejarlo que se acerque cuando quiera, siendo feliz con su felicidad". Magistral.
Magistral pero aunque comprenda el sentido que le da a esas palabras, me gusta creer que me quieres como se quiere a un libro.
Que esas sensaciones que brotaron con los primeros besos se asemejan a cuando compras ese libro que tanto querías. Acariciás despacio su tapa y contratapa, lo olfateás, lo respirás profundamente. Volvés a acariciarlo y te quedás mirándolo como si fuese un tesoro. Se te infla el pecho de repente y exhalas un suspiro sin fin.
Y si bien luego esa emoción, esa emoción original se esfuma, el recuerdo queda. Y cada vez que tu memoria evoca la primera vez que estuve entre tus manos, es inevitable que se te dibuje una sonrisa y te brillen los ojos.
Nadie entenderá por qué sonreíste así. No importa. Lo sabemos ambos y eso basta.
No sólo queda el recuerdo. Hay sensaciones nuevas. Empezaste a leerme. Cada capítulo es un ola de emociones. No te pido que me leas de corrido. Tomate tu tiempo y tomame cuando quieras. Yo te espero. Espero a que digieras cada capítulo. Voy a estar en un buen lugar. Al fin y al cabo, soy tu libro querido, seguramente me brindaste un lugar especial.
Cómo me interpretes es algo que queda en vos, al margen de la línea de la historia. Pero te advierto, aunque seguramente lo tengas claro, cumplo en avisarte que algún día mi finitud te obligará a dejar de leerme. Al menos en este plano.
Al igual que un libro, pude haber terminado en otras manos. Pero las causalidades de la vida me llevaron hacia vos. Nadie podría leerme mejor que vos.
Y si acaso las causalidades no existen, declaro entonces, sólo por las dudas, que un buen día tuve suerte y te encontré.
Y aprendí a quererte, tal como se quiere a un libro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Manual para matar.

¿Cómo matar a un no muerto? Lo sé, parece una pregunta estúpida, y quizás lo sea. Jamás me agradaron los dueños de verdades y no pretendo tr...