martes, 25 de julio de 2017

La suma de todos los miedos.

Fer: "Ma, ¿puedo salir a jugar con los chicos?"
La Gringa: "No."
Fer: "Pero maaaa, ¿¿¿por qué no???"
La Gringa: "Porque no, porque es la siesta."
Fer: "Pero qué tiene que veeeer maaaa, daaaaleee, dejame salir."
La Gringa: "No, entendé que no, a la siesta anda el viejo de la bolsa."

Debo haber tenido cinco o seis años. Y fue la primera vez que oi hablar de ese personaje.

La Gringa: "Es un viejo que anda cargando una bolsa (mi vieja, siempre tan amplia en sus descripciones) y los mete adentro a los chicos que andan solos a la siesta."

¿Adónde? ¿Para qué?

La Gringa: "Los lleva a su casa ... ¡y los come!"

Listo má, dejame adentro que juego con los soldaditos. Claro, no era muy motivante ser metido en una bolsa sucia, con otros nenes, para después ser el canapé de un caníbal ambulante previa sancochada.
Debo admitir que el argumento es válido. Desmoralizaba al enemigo (los hijos) y evitaba tener que dar un montón de argumentos para tenerlos a los hijos adentro mientras los viejos dormían la siesta.
De hecho, hoy utilizo las mismas artimañas con mi descendencia.
Pero el viejo de la bolsa no era el único miedo que infundían en la casa de Bernarda Alba para acobardarme. A la noche, aparecía la bruja. Posta. Y se llamaba "Paratuja". Y yo le tenía pánico. Qué chango zonzo. Con razón me cuesta aún madurar.
Sin embargo, el viejo de la bolsa y la bruja paratuja eran nenes de pecho comparados con mi mayor temor, la suma de todos los miedos: las gitanas.
Las gitanas te metían debajo de la pollera y te llevaban a sus carpas para criarte como gitano y venderte. A otro gitano me imagino. Calculo que te ponían una botella plástica en la cabeza para que los gitanos sepan que estabas en venta y te cambiaban por una camioneta.
Era tal el terror que les tenía que una siesta golpearon la puerta de casa y fui a meterme debajo de mi cama y no salí hasta las siete de la tarde, haciendo caso omiso a los llamados de todas las mujeres del hogar. Cuando me animé a salir, me hice acreedor del gran premio: dos chirlos en el culo, bien pegados por preocupar a la familia.
Y yo les hubiese dicho que me peguen otro, por creer en la bruja paratuja.

1 comentario:

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