Admito que fui capaz de marchitar tu corazón en primavera.
Acepto que hice crujir tu corazón.
Asumo que me convertí en un inquisidor, en un abismo frío,
en un camino sin fin, en rehén de mis demonios.
No obstante, entiende, que tus palabras eran dagas,
que dejaste expuesto mi pecho.
Acepta que volví a mirarte con ojos de primera vez,
asume que tu sonrisa es la mejor paga al finalizar el día
y admite, por amor de Dios, admite de una vez,
que el lienzo de tu espalda luce más que nunca
como obra de arte luego de ser pincelado con mis besos.
viernes, 21 de julio de 2017
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