miércoles, 1 de agosto de 2018

Karma.

Cuando era niño y tenía la fortuna de que alguna de las integrantes de la casa de Bernarda Alba me saque a pasear, intentaba por todos los medios que lleven también a algún amigo de la cuadra.
Soy hijo único, no me culpen, era necesario.
A regañadientes, la propuesta era aceptada en casa después de mucho insistir. Soyun gran insistidor. Es un don, gané mucho por esa vía.
Los padres del amigo de turno, felices de la vida, porque se liberaban de la bendición y porque sabían que las mujeres de casa lo iban a cuidar como si fuera propio.
Ese cuadro se repitió prácticamente en todas las salidas que tuve. De nuevo, era hijo único, sepan entender.
Pero, la vida.
La vida te pone del otro lado del mostrador. Karma, le dicen.

Fer: "Chicos, carguemos la mochila y vamos al parque."
Lu: "Papi, ¿le puedo decir a mis amigas que vayan con nosotros?"
Fer: "Eeehhh ..."
Lu: "Dale papi, porfa"
Fer: "Bueno, pero deciles que lleven algo para comer y para tomar, yo llevo para ustedes nomás."
Lu: "Bueno papi, gracias."
...
Fer: "¿Y Lu? ¿Qué dicen tus amigas?"
Lu: "Dicen que sí, ya salen, las están cambiando."
Madre de las bendiciones ajenas: "Ya están listas, le puse plata a la mayor en la mochilita, por favor fijate que coman algo."
Fer: "Mirá que yo las llevo y las traigo caminando eh" (mantenía la esperanza de que se arrepienta y no las mande)
Madre de las bendis: "No importa, a ellas les encanta caminar."

Pude notar que la menor de las niñas en cuestión la miró con cara de "mamá no podés ser tan mentirosa." La nena me miró. Yo la miré con cara de "no puedo hacer nada por vos, tengo tantas ganas de llevarte como vos de caminar". Y ahí murió mi intento de ir solo con mis bendiciones.
Hasta el parque tenemos aproximadamente diez cuadras. Así que les señalé postas en el camino, que celebrábamos cada vez que llegábamos. Sí, soy una especie de Piñón Fijo con el piberío de la cuadra. Mantener la tropa unida no fue sencillo, creo que dije "Lautaro no te alejes" una vez cada tres minutos. Pero después de media hora de stress llegamos. Sí, hicimos un promedio de tres minutos cada cien metros. Bastante bien para cargar cuatro bendiciones.
Una vez en el parque llegó la voz de mando:

Fer: "Ok, armamos el picnic allá, debajo de ese árbol, desde ahí necesito verlos y saber dónde están en cada momento, ¿estamos?"

No me dieron mucha bola, pero merendaron, y desde ahí se fueron a jugar mientras me puse a pensar en las vueltas de la vida. Antes yo estaba del otro lado, jugando con otros pibes y ahora estaba a cargo. En qué momento pasó todo. Qué hice con mi vida entre un instante y el otro. Me vi a mi mismo de niño jugando a la pelota en el parque. De repente estaban mis hijos corriendo de un lado al otro con amigos, riendo, peleando, reconciliándose.
Sonreí.
Me sentí en paz.
Tan en paz que me dormí por aproximadamente treinta minutos.
Ok, no los cuidé con mi vida precisamente a los niños, pero mi ángel de la guarda (que ya debe estar harto de mi) me reemplazó en ese momento que estuve en piloto automático.
Así que ya saben, dejen tranquilos a sus bendiciones conmigo.
Siempre atento el Fer.

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