viernes, 9 de marzo de 2018

Cosas simples.

Todo se fue al carajo. Ya no hay lugar para el amor en la vida.
Nos dejamos atrapar por el capitalismo de un modo que no podemos salir.
Que hay que tener un auto (o dos), endeudarse por veinte años para comprar una casa más por las dudas, comprar ropa en un shopping, enviar a los hijos al colegio donde van los hijos de la "gente bien", ir de vacaciones a un lugar top, sentarse en los restaurantes de moda, ir al gimnasio donde va gente como uno, planear una luna de miel a un destino exótico, contratar al fotógrafo de moda para la fiesta, asistir al recital del artista extranjero, llamar al delivery, bajar todas las aplicaciones al celular, tener un Iphone, que no se nos olvide nada en la lista del super, fingir sonrisas en cada foto, fingir que no nos falta el aire en este "sin vivir".
No, eso no es vida. Encarnamos personajes, somos títeres simulando éxito y felicidad, parecemos eternos protagonistas de publicidades.
Las cosas más importantes de la vida paradójicamente NO SON COSAS. Y las cosas más importantes de la vida no tiene precio.
Sentarme en la puerta de casa, tomando mates mientras veo a mis hijos jugar, discutir y amigarse, escucharlos reirse, es algo impagable.
Saber que ellos están sanos no podría compararse jamás a la posesión de ningún bien material.
No voy a enredarme con ninguna deuda eterna, prefiero una feria a un shopping, internarme en la montaña, que para algunos quizás sea "en medio de la nada" pero para mi es "en medio de todo", sentarme en una fonda familiar y conversar con el dueño, ir al gym del barrio, cocinarme, caminar, viajar en bondi.
Quiero preparar un desayuno para dos sin prisa, irme a la cama abrazando a alguien que me ame, hacer el amor, darme un baño sin apurarme, jugar y hacer los deberes con las bendiciones, estar sano a pesar de mis afecciones, conversar un rato largo en una plaza mates de por medio, ser el chef de la familia y de los amigos, preparar una cena romántica, conocer sabores nuevos, escribir nuevas historias, ver una maratón de películas de Marvel cuando termine la saga de Avengers, recorrer la Patagonia pero volver a Purmamarca al menos una vez al año, hacer amigos nuevos. Todos los que sean posibles.
La felicidad y el amor son simples. Los complicados somos nosotros. En algún momento de la vida perdimos la simpleza y nos enamoramos de lo complejo, nos dejamos encantar por espejitos de colores.
Los invito a volver a la esencia, esa esencia que ven en un niño que prefiere jugar con una caja de cartón en lugar de hacerlo con el juguete carísimo que le compraste.
¿Vamos?

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