viernes, 16 de marzo de 2018

Fitness.

Profe de Gym: "Fer, no voy a poder darte clases hoy ... estoy muy congestionado."
Fer: "No te hagas problema Luisito, nos vemos la próxima."

Así, con un intercambio breve de mensajes telefónicos surgió todo. Me acordé que una vecina iba a ir conmigo ese día a la clase porque a la mañana no pudo asistir.

Fer: "Flaca, dice Luisito que no vayamos, está enfermo."
Vecina: "Uh, ya estoy cambiada."

Pensá Fer, pensá ...

Fer: "¿Querés salir a correr conmigo?"

Parecía cosa sencilla. No quiero pecar de falta de humildad pero soy muy bueno corriendo. Tengo el gen Forrest Gump. Y corriendo la coneja ni hablar. Pero eso es otro tema.
Mi vecina pasó por casa y nos fuimos al trote suave saliendo del barrio, encaramos la ruta y empecé a incrementar de a poco la velocidad.

Vecina: "Vos seguí tranquilo, yo sigo despacio porque no corro mucho."

Me sentía el Usaint Bolt versión enano de jardín. Llegué a correr 5 km y encaré el retorno. A mitad de camino la encontré y decidimos volver al barrio ... hasta que ella alcanzó a ver una pista con aparatos para hacer gym, de esas pistas de salud públicas, a la vera de la ruta.

Vecina: "Mirá, crucemos para hacer algo."

Fer: "Bueno, dale." (total, ya venía con el ímpetu de un campeón)

Vecina: "Empecemos con abdominales, primero vos."

Acordamos hacer series de 30 cada uno. Terminé la primer serie tranquilo.
Después le tocó a mi vecina. Se demoró la mitad de tiempo que yo y ni transpiró.

Fer: "¿Cuántas series hacemos?"
Vecina: "Uh yo hago un montón, mínimo hago 500 abdominales por día."

En ese momento sentí como mi ego empezó a hacer flamear la bandera blanca de la rendición.
Hice la segunda serie y ya empecé a sentir cómo mi ángel de la guarda miraba hacia otro lado.
Ella hizo la segunda serie aún más rápido que la primera.
Empecé la tercera con una sensación seguramente muy parecida a la que siente un preso que camina por el callejón previo a que se cumpla la sentencia de la muerte. Cuando iba por la número 70 mi espíritu se desprendió de mi cuerpo. Lo vi irse. Cuando llegué a la número 80 sentí que estaba a punto caramelo para convulsionar. No recuerdo la abdominal número 90. Ya no sentía nada de mi cuerpo. Giré hacia la derecha, me arrastré hasta un alambrado cercano y ayudándome con mis brazos, después de no se cuánto tiempo me puse de pie. De pie es un decir ... desparramado contra el alambrado es más apropiado.
Mi vecina estaba a punto de terminar la tercer serie sin señales de molestia alguna ... estaba claro que una cuarta serie mi humanidad no la iba a tolerar ... algo tenía que hacer ... algo que no hiera lo poco que quedaba de mi ego.

Fer: "¡¡¡Calambre!!!"
Vecina: "Uh, bueno, estiremos un rato y vamos al barrio de nuevo."

Cargué la dosis mínima de dignidad remanente y volvimos. Yo digo que fue un empate.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Manual para matar.

¿Cómo matar a un no muerto? Lo sé, parece una pregunta estúpida, y quizás lo sea. Jamás me agradaron los dueños de verdades y no pretendo tr...