jueves, 15 de junio de 2017

Taurina.

Febrero de 1978.
Mi vieja lloraba.
Luis (amigo de la familia): "Gringa, dejá de llorar, vos vas a tener a esa criatura, y yo voy a ser el padrino y vos Chicha vas a ser la madrina."
La Chicha es la hermana mayor de mi vieja. Nacida en el mes de mayo, escuché muchas veces decir que es una fiel representante de Tauro. Yo no sé nada de signos, pero de que es brava, es brava.
Contesta mal tres de cada cinco veces. O lo tomo a risa, o le tiro con un ladrillo por la cabeza. Y como no qiuero ir a la cárcel porque según una amiga mi perfil es muy violable entonces opto por reirme.
La Chicha sigue siendo delgada. Siempre fue una mujer coqueta y era muy bonita de joven. Cuando veo sus fotos viejas me hace acordar a esas estrellas de Hollywood, toda llena de glamour, un estilo muy Rita Hayworth. Y no exagero eh.
Debido a que (ya conté la historia) se quedaron sin hogar siendo adolescentes, las tres hermanas dejaron sus estudios en ese momento. Había que sobrevivir.
A la Chicha le tocó laburar como empleada doméstica hasta que consiguió un trabajo en un hospital psiquiátrico: jefa de cocina. Sí, la tipa ya sabía cocinar muy bien. Herencia de mi abuela, lleva la cocina tradicional en la sangre.
Y como tal, cada vez que cocino juzga mis preparaciones como si estuviese analizándome para darme una estrella michelin.
La opinión más rescatable sobre algo que preparé la conseguí el domingo pasado, cuando hice una tarta de manzanas:
Fer: "Chicha, vení, probá, decime qué te parece."
Chicha: "Está comible."
Es la versión dama de Polino en materia culinaria. Le faltó sacar un cartel con un número cuatro nomás.
Por lo general sus respuestas son: "Yo cuando cocino eso lo hago de tal forma ... peeero, no está mal, son gustos ..."
¿Coqueta les dije? Demora una hora de reloj en bañarse. Y si tiene que salir empieza los preparativos dos horas antes.
Casi nunca estamos de acuerdo. Y cuando finalmente estamos de acuerdo es porque yo tiré la toalla y decidí darle la razón.

Terminó los estudios secundarios a fines de los noventa y se jubiló en el mismo hospital donde trabajó siempre. No la apreciaban mucho en el laburo. Impedía que los empleados se roben la comida y eso provocó que cuando se retiró hicieron una fiesta. Literalmente, la hicieron.
Ama leer. Lee el diario todos los días, cada una de las notas. Así que con ella podés hablar del último Roland Garros, del bache en Villa Amalia, del legislador que votó en contra de tal cosa, o de las elecciones legislativas en Inglaterra.
Ella es una sobreviviente de un cáncer de mama que la atacó a principios de los ochenta y desde entonces que la rema cada año con los controles médicos, que gracias a Dios siempre confirman que esa enfermedad de mierda no volvió nunca más.
Luis, mi padrino (de quien también ya supe contarles) estuvo enamorado de la Chicha pero muy probablemente la taurina le dijo que siga la flecha. Lo más seguro es que haya sucedido este diálogo:
Luis: "Chicha, ¿vamos a tomar un café?"
Chicha: (bajando el diario del alcance de su vista) "¿Con semejante calor querés tomar un café? Vos estás loco, llevame a tomar una plato de sopa y a comer un polvorón en medio de la calle Luisito, vos estás mal de la cabeza, ¿qué me vas a invitar en julio? ¿Un kilo de helado?" Y lanzó una risa burlona.
En ese momento seguro mi padrino la pensó dos veces y optó por el camino seguro: la retirada.
Taurina la tipa, libriano quien les escribe, no sé muy bien qué significará, pero a pesar de que somos el agua y el aceite, ella siempre estuvo para mi, y yo también para ella.

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