domingo, 25 de junio de 2017

Tendencias.

Nunca entendí un pomo sobre moda. Eso de las tendencias, de dónde nacen, de quién nacen ... cuando escucho o leo sobre "lo que se va a usar el próximo verano ...", ¿quién lo decidió? ¿Cuándo? ¿Con quién? ¿Bajo los efectos de qué estupefaciente? ¿Por qué no me convidan? ¿Y ella? En fin, interrogantes que nunca tendrán una respuesta. Salvo la última, quizás.
Tampoco jamás fui un gran conocedor de qué debía ponerme para que todo combine.
Si me dejan salir a la calle eligiendo yo, soy la versión pobre de piñón fijo.
Las primeras cosas que viene a mi memoria sobre indumentaria de mi pasado son los zapatos colegiales. Unas cosas negras, duras (no estoy haciendo una alegoría del negro del whatsapp), brillosas, que usaba cada día para ir al cole.
Después llegaron a mi vida los jeans nevados. Aaaahhh, palabras mayores. Eran unos jeans como los que usás a diario pero hacé de cuenta que le cayó encima un litro de lavandina.
Me acuerdo de las camisas leñadoras, y de las camisas, tataaan, tataaaaan ... las camisas hawaianas. Tenían unos estampados horribles con dibujos de playas, tablas de surf, palmeras ... un espanto. Y yo lucía todo eso con orgullo. Creo que para mis primeras salidas con amigos, tenía doce años creo, me lookeaba así, tomá nota:
Remera blanca con algún dibujo referido a EEUU.
Camisa de jean o leñadora arriba. Desprendida.
Jean nevado.
Zapatillas deportivas.
Gorra. Cruzada la visera al costado.
Collar hecho con las chapitas de las latas de gaseosa.
Rulo del flequillo en la frente.
Malísimo todo. Era el anticristo de la moda.
Ya más entradito en la adolescencia fui variando (más no mejorando) un poco:
Remera negra con un estampado de Nirvana.
Camisa a cuadros arriba. Desprendida.
Jean roto a la altura de la rodilla.
Zapatillas deportivas.
Gorra con un estampado de Pearl Jam.
Cabellos levemente largos. Lo suficiente para que me dejen pasar al cole.
Seguía malísimo.
Ya en la facultad la cosa no mejoraba. Lo único que cambió es que dejé de usar la camisa desprendida. Nada más.
Después me casé y por ende empecé a vestirme peor. Después me divorcié y me fui a comprarme un par de zapatillas. Verdes.
Lo admito, estoy atenido a la opinión de una mujer para vestirme de manera decente. Admiro a mis congéneres que saben que una remera cuello redondo no va con un buzo cuello en V.
Pero no va a pasar de admiración. Esto es algo que forma parte de mi ADN, está arraigado en mi, no saber qué ponerme si no me dicen qué.
¿Fue una confesión? Quizás. ¿Una advertencia por las dudas me ven en la calle así ya saben que no tienen que reirse? Probablemente. ¿Estuve yo consumiendo alguna sustancia? Quién sabe. ¿Este post no tiene remate? Seguramente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Manual para matar.

¿Cómo matar a un no muerto? Lo sé, parece una pregunta estúpida, y quizás lo sea. Jamás me agradaron los dueños de verdades y no pretendo tr...