Debo confesarte que dentro de la colección de pecados de la que estoy hecho, desde anoche eres el más exquisito de todos.
Lo que pensaste tanto como un error terminó haciendo que descubras que no eras una mujer fría en absoluto, simplemente jamás supieron calentarte como te lo merecías.
Seguramente empezaste a deducirlo cuando me tomé todo el tiempo del mundo para besar tus labios para luego, finalmente llegar a tu boca.
Creo no equivocarme si te digo que no dejé un sólo rincón de tu cuerpo sin tocar, y si hay una imagen que desearía congelar eternamente es tu rostro en el preciso (y precioso) instante de cada orgasmo que tuviste.
Y si bien puedo reconocer cada centímetro de tu piel con precisión de cartógrafo experimentado, (y ya que estamos en tren de confesiones), me gustaría que las sábanas de mi cama sigan arrugándose con las contorsiones de tu cuerpo toda mi vida.
martes, 7 de marzo de 2017
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