Y finalmente,
también en ese mismo rincón,
queda una habitación demasiado grande,
un perfume menos, el fantasma de un beso en ayunas,
un plato vacío, un abrazo reprimido
y un desvelo que amenaza adueñarse de mis madrugadas.
¿Cómo matar a un no muerto? Lo sé, parece una pregunta estúpida, y quizás lo sea. Jamás me agradaron los dueños de verdades y no pretendo tr...
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