viernes, 17 de marzo de 2017

Lautaro.



Lauti: “Papá, contemos historias de miedo.”
Fer: “Bueno enano, pero empezá vos.”
Lauti: “Había una vez, una añaña, que tenía, muchos hijitos añaña, y había dos hermanitos, que estaban dormidos, y las añañas se acercaban, despacito, despacito, despacito … y de yepente, AAAAHHHH!”

Lautaro tiene cuatro años y medio. Tenía uno y medio cuando me fui de casa. Prácticamente se crió de ese modo. Antes de separarse, cuando hay hijos de por medio, uno se plantea fechas que parecen sensatas pero no lo son. Cuando sean más grandes, cuando tengan doce años, cuando terminen la secundaria, cuando se casen, cuando … cuándo carajo pensabas ser feliz.

Lautaro: “Papá, ¿tiene cebolla la comida?”
Fer: “No mi amor, no tiene nada de cebolla.”
Lautaro: “Y eso qué es papá”
Fer: “Es carnecita pero se quedó así transparente porque se cocinó mucho.”
Me voy a ir al infierno.

El enano no se crió como Lucía, probando todo lo que yo cocinaba. Se engancha cuando hay que preparar algo, pero no tiene un universo de sabores en su paladar. Con él hay que hacer un laburo fino.
Lautaro es delgado pero fibroso, tiene ojitos chinos cuando ríe, habla fuerte y abraza más fuerte aún. Ah, y cuando besa, él besa, no pone el cachete. Él tiene que besarte. Es tímido, a veces muy tímido. Lautaro llena la casa cuando está. Y cuando se va, a contramarcha de lo que afirma Bruno Sotos en su canción, da bastante rabia saber que corro por sus venas y no poder abrazarlo.

Lautaro: “Zintia, ¿me enseñas a pintar?”
Lautaro la conoció al mismo tiempo que Lucía. No se entregó así nomás, pero el recelo le duró menos de un mes. La petisa no necesitó comprarle nada. Simplemente estuvo. Cuando el enano llega a casa, la primer pregunta que hace es: “¿Y Zintia?”
Lautaro: “Zintia, yo soy tu bebé. El papá no, el papá ya es gande.”

También me vuelve loco. Una vez que pierde la timidez es capaz de subirse a un avión si me descuidé. Sus juegos favoritos son “el almohadón incómodo”, “el hulk pequeño” y “el señor que se roba el bebé”. Son todos juegos inventados por nosotros. Si fuera por él comería empanadas toda su vida. Las ama tanto como yo lo amo a él.

Lautaro: “Yo primero fui bebote, después fui bebé y ahora soy niño.”
El chango la tiene clara. Es reservado y perseverante. No tira la toalla, el enano insiste hasta que le encuentra la vuelta. Se puede quedar horas pintando o escuchando cuentos.
Lautaro tiene una mirada tierna. Me mira y siento que los latidos de mi corazón quedan suspendidos.
La risa de Lautaro explota. Es imposible pedirle que hable en secreto. ¿Les dije que abraza fuerte? Cuando te abraza sentís su amor. De verdad, no me van a dejar mentir los que tuvieron el placer de recibir esos bracitos. Lautaro te abraza y te regala un mundo.

Lautaro: “Papá, quiero que juguemos, pero primero me alzas en los hombros, pero antes comprame un caramelo, pero antes haceme dar vueltas.”
El enano hizo que mi paciencia se haga elástica. Tensa la soga, todo el tiempo me pone a prueba para conocer sus límites.
Todos los planes que hago, todos se quedan cortos con él. Todo es poco, todo es una vuelta más, un ratito más, uno más. La vida no me alcanza.

Lautaro: “Papi, te quielo decir una cosa, te quielo mucho.”
Fer: “Yo también enano hermoso.”



Lautaro se despierta con una sonrisa y se duerme con otra. Y cuando lo veo despertarse también sonrío, y cuando lo veo dormido y en paz, me saca otra. Con esas sonrisas me paga el día y quedo debiéndole el vuelto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Manual para matar.

¿Cómo matar a un no muerto? Lo sé, parece una pregunta estúpida, y quizás lo sea. Jamás me agradaron los dueños de verdades y no pretendo tr...