Él iba camino a verla, tejiendo la prehistoria de un beso.
Ella lo esperaba de toda la vida, con muchas dudas y temores,
pero algo le decía que él era diferente.
Cuando ella le abrió la puerta, él sintió nervios de
adolescente, más precisamente de un adulto oxidado, que estaba frente a una
inesperada chance de amor.
Ella: "Bueno, ¿qué vamos a hacer?"
Él: "Sé que tenés dudas, y te entiendo, es lógico que
las tengas. Pero no estoy acá para hacerte perder el tiempo. Si vine hasta
aquí, es para curar todas tus heridas ... quiero que sepas y estés segura de
algo. Desde que te conozco, cada vez que escucho tu voz, que leo un mensaje
tuyo, me cambia el humor ... y para bien ... me hace mucho bien saber que estás
ahí. Quiero hacerte sentir lo mismo. Si quiero que entres en mi vida, es para
ser todo en la tuya. Esa sonrisa que tenés, me agranda el corazón. Pienso en tu
sonrisa, y sonrío, como un tarado en plena calle. Pienso en vos cuando sé que
no la estás pasando bien, y la paso pésimo, me angustio. Con vos las charlas
son eternas, no quiero que se terminen. Te diría que sos un sueño, pero es poco
decirte eso. Sos la versión mejorada del mejor de mis sueños. Y tus ojos ... en
tus ojos está toda la paz que necesito en mi vida"
Ella, que no podía disimular su sonrisa mágica desde la mitad
de las palabras de él, se abrazó a una nueva esperanza.
Ella y él se besaron por primera vez a la vista de todos, en
una vereda cualquiera ... que es el lugar donde deben darse los primeros besos
que quedan guardados para siempre.
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